18 · 04 · 22 SOMBRERO: un musical romántico en Tepoztlán Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Rafael Aviña En el tomo tres de la serie de seis libros México visto por el cine extranjero (Ediciones Era, 1988), su autor, Emilio García Riera comenta: “A partir de 1949, y a lo largo de la década, coexistirían en el cine hollywoodense los mexicanos del western convencional, como el Cisco Kid y Chito Rafferty… los bailarines, cantantes y toreros del México de siempre, como los de Sombrero, y, en general, las muy fatigadas reiteraciones de los estereotipos mexicanos con otros personajes que se quisieron fruto de una visión más realista y que aparecieron en películas importantes y ambiciosas: los mexicanos de The Border Incident, The Lawless, Viva Zapata!, The Brave Bulls, Giant y Touch of Evil”.Sombrero, México de mis amores (1953), producida por la MGM y dirigida por el estadunidense Norman Foster, codirector con Orson Welles de Estambul (1942) y el documental inconcluso Todo es verdad, de 1943, se sumaría a la industria fílmica mexicana con títulos como: La fuga (1943), Santa (1943), La hora de la verdad (1944) o El ahijado de la muerte (1946) y otras más. Foster utilizaría locaciones en Tepoztlán, Tetecala, Tlayacapan y Oaxtepec, Morelos, en un relato compuesto por tres historias, inspirado en la novela A Mexican Village, de Josefina Niggli, poeta, novelista, dramaturga y precursora feminista del movimiento chicano, nacida en Monterrey, Nuevo León, en 1913, de padres euro-estadunidenses, que incluso trabajó con el dramaturgo y escritor Rodolfo Usigli en México y, en su juventud, en San Antonio, Texas, escribía en inglés sobre temas mexicanos.Lo curioso es que las historias de A Mexican Village fueron trasladadas a un musical con varios de los elementos y estereotipos que ella misma criticaba, en un filme protagonizado por estrellas internacionales como: Ricardo Montalbán, Cyd Charisse, Pier Angeli, Yvonne De Carlo, Nina Foch o Vittorio Gassman, y figuras de nuestro cine como: Andrés Soler, Fanny Schiller, Arturo Soto Rangel, Rosaura Revueltas, Jorge Treviño, Manuel Arvide, Beatriz Ramos, Pascual García Peña, Tito Novaro y otros, así como intérpretes del cine estadunidense requeridos siempre como mexicanos; el caso de Alfonso Bedoya y Thomas Gómez.En el bello, colorido y ficticio pueblo de Columba, en México (Tepoztlán, Oaxtepec y Tlayacapan) Pepe Gonzales (Montalbán) realiza su travesura anual de pintar bigotes en las fotografías de las concursantes de belleza del carnaval del pueblo para protestar por la exclusión de María de la Ribera (De Carlo), una bella mujer que vive junto al río. Esa noche, Alejandro Castillo (Gassman), hijo del adinerado don Carlos Castillo (Walter Hampden), visita a María, su amor secreto. En tanto que Pepe decide convertirse en un héroe en su intento por recuperar los restos del poeta Rómulo Balderas en el cementerio del pueblo vecino de Milpa Verde, con el que tienen una enemistad de años y ahí conoce a Eufemia Calderón (Angeli), la besa y ambos quedan prendados. En ciudad de México, Rubén (Rick Jackson) se siente atraído por la bella gitana Lola de Torrano (Charisse), la hermana del celoso y obsesivo torero Gitanillo de Torrano (José Greco).Se trata sin duda de un filme de fórmula con todos los elementos románticos, melodramáticos y simpáticos de rigor: el suegro desconfiado (Gómez), el sacerdote regañón pero bueno (Kurt Kasznar), el doctorcito amable y cordial (Soler), la novia celosa e interesada (Foch) y más. No falta la enfermedad incurable que impedirá el amor de una pareja (el tumor cerebral de Gassman) y, por supuesto, la espectacular belleza de las protagonistas y los galanes en turno. Así, además de las hermosas postales de las distintas locaciones de Morelos y de sus magníficos conventos como el de Oaxtepec, San Juan Bautista, en Tlayacapan y Tepoztlán, así como lindas vistas del Zócalo cubierto de jardines y del Hotel Reforma, destaca la eficacia de Foster para intercalar con habilidad las tres historias de amor que van de lo alegre a lo apasionado y trágico, sin perder nunca de vista el humor y el tópico de la fraternidad de los pueblos en pugna, que se dirime en una pelea de gallos y una batalla campal que termina en la paz de ambos pueblos con la unión de Angeli y Montalbán, con el tema musical de “Las golondrinas”.No sólo eso: abundan las secuencias de acción con arriesgados stuntmans que ejecutan audaces escenas, como aquella en la que Rubén es arrastrado por un caballo a lo largo del pueblo, la del redondel donde el torero muere dramáticamente por culpa de su hermana y, sobre todo, la secuencia del campanario en la que el doble de Montalban se descuelga desde la cúpula de la iglesia hasta el piso por medio de una cuerda. Por supuesto muy destacable, a su vez, la exótica coreografía entre española y azteca a cargo de la talentosa Cyd Charisse, montada por Hermes Pan (responsable de las coreografías de clásicos como: Sombrero de copa o Mi bella dama) en un escenario que simula las montañas del pueblo, rodeada de ídolos prehispánicos. Más las canciones de Agustín Lara, Manuel Esperón, Alfonso Esparza Oteo o Rubén Fuentes como “Mi viejo amor”, “Solamente una vez”, o “Cartas a Eufemia/ Ufemia” (interpretada en inglés por el propio Montalbán), hacen de Sombrero una muy entretenida mezcla de cine folclorista mexicano con elementos de western y cine musical furiosamente romántico.