20 · 03 · 25 Juan Rulfo y la pantalla Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Rafael Aviña A setenta años de la publicación de Pedro Páramo, la figura de Juan Rulfo (1917-1986) crece y se torna más enigmática e indescifrable, como sucede con su difícil y compleja adaptación a las imágenes fílmicas. Su escueta obra literaria, cuyos méritos se localizan en la intensidad de su prosa y sus atmósferas, alcanzó a su vez la hechura de guiones y una afición a la fotografía donde dejó testimonio de su talento a partir de áridos paisajes emocionales y de fantasmas cotidianos que habitan en sus relatos.Los indígenas, el espacio rural, las fiestas y manifestaciones religiosas, y la soledad como telón de fondo están presentes en su trabajo con la luz, la pluma y la máquina de guionista: visiones inexpugnables para infinidad de cineastas que se vieron tocados por su obra y sus misterios. Fue en 1955, tan sólo dos años después de la publicación de El llano en llamas, que se llevó a cabo la primera adaptación de su obra: Talpa, dirigida por Alfredo B. Crevenna, sobre una mujer que manipula las pasiones de dos hermanos. Talpa (1955, dir. Alfredo B. Crevenna) Como contraste a esta, surgió un corto experimental que exponía las lacras de la explotación campesina y el cacicazgo a través de fantasmales metáforas visuales. El despojo (1958-1960), del cinefotógrafo Antonio Reynoso, aprovechó los espacios y la aridez del valle del Mezquital, mismo que Rulfo iba imaginando sobre la marcha e improvisando los diálogos de los personajes interpretados por actores no profesionales.En 1962, Emilio “El Indio” Fernández se trasladó a Guatemala para filmar Paloma herida, relato violento y fatalista protagonizado por Patricia Conde y el propio Fernández en el papel del malvado Danilo Zeta, a partir de un argumento suyo adaptado por Rulfo. El Indio figura como uno de los actores centrales de El rincón de las vírgenes (1972), de Alberto Isaac, que trasladaba a la pantalla los cuentos de Rulfo: Anacleto Morones y El día del derrumbe, en una historia que trastocaba la actitud trágica de los personajes rulfianos por un placer gozoso y bucólico. Paloma herida (1963, dir. Emilio Fernández) En La fórmula secreta (1964), obra atípica y perturbadora triunfadora del Primer Concurso de Cine Experimental, sus imágenes rurales y urbanas, como aquella del charro a caballo que persigue y laza a un burócrata por las calles del Centro Histórico, o esa frenética cámara que da vueltas en círculo en medio de la plancha del Zócalo capitalino, se complementan de manera inquietante y poética con los textos escritos por el autor de El llano en llamas. Otra historia de ambientación rulfiana fue En este pueblo no hay ladrones (1964), dirigida por Alberto Isaac, a partir de un relato de Gabriel García Márquez; en ella, Juan Rulfo aparece como extra, jugando una partida de dominó. Ese mismo año, un argumento de este, era adaptado por Carlos Fuentes, García Márquez y el director Roberto Gavaldón bajo el título de: El gallo de oro en la historia de un humilde pregonero, Dionisio Pinzón (Ignacio López Tarso), obsesionado con La Caponera, cancionera de palenques (Lucha Villa), amante del brutal gallero Lorenzo Benavides (Narciso Busquets). Arturo Ripstein realizaría una versión cruda y amarga más cercana al argumento original de Rulfo: El imperio de la fortuna (1986), con Ernesto Gómez Cruz y Blanca Guerra. El punto de vista fantasmagórico con caciques demoniacos se asoma en las versiones de Pedro Páramo (1966) de Carlos Velo con John Gavin y Pedro Páramo, el hombre de la media luna, de José Bolaños, en 1976, con Manuel Ojeda como el protagonista; ambas, muy superiores a la extraña e intrigante versión contemporánea dirigida por el cinefotógrafo Rodrigo Prieto, adaptada por el español Mateo Gil, en 2024. Las tres, se ubican en el pueblo de Cómala, habitado por querencias y fantasmas, y son prueba fehaciente de lo inaccesible de la literatura de Rulfo para el cine nacional. No obstante, la primera de ellas es una obra deslumbrante con algunos momentos espléndidos e impactante fotografía de Gabriel Figueroa. Por cierto, el propio Bolaños,bajo la supervisión de Carlos Velo y Manuel Michel, realizó el corto documental Que esperen los viejos/Emigrantes, sobre la migración y la miseria del campo mexicano con textos escritos por Rulfo. Pedro Páramo, el hombre de la media luna (1976, dir. José Bolaños) En ¿No oyes ladrar los perros? (1974), inspirada en el relato homónimo de Rulfo, el francés Francois Reichenbach construye el relato de un México exotista y de exportación, pero descubre al mismo tiempo una provincia insólita y anómala y una Ciudad de México caótica e insensible. La inquietante visión de otra provincia mexicana ligada a Rulfo se localiza en la austera y fascinante cinta Los confines (1987), de Mitl Valdés. Por su parte, Roberto Rochín levantó el proyecto Purgatorio (2008), inspirado en tres relatos de Rulfo, que realizó previamente como mediometrajes: Un pedazo de noche (1995), Paso del Norte (2002) y Después de la muerte (2005). A su vez, destacan algunos notables cortos inspirados en su obra como: Tras el horizonte, de Mitl Valdés; El hombre, de José Luis Serrato; Agonía, de Jaime Ruiz Ibáñez; Luvina, de Lucinda Martínez; La herencia de Matilde Arcángel, de Rafael Corkidi; Nepomuceno Juanito, de Jorge Bolado, y Zona cero, de Carolina Rivas. Asimismo en 1997, Oscar Menéndez, quien ya había realizado para la televisión universitaria el corto La cuesta de las comadres (1990) con citas de Rulfo, dirigió el documental Rubén Jaramillo (1900-1962) una historia mexicana, que incluía textos de Rulfo y de Carlos Fuentes. Finalmente, como una suerte de epílogo: El abuelo Cheno y otras historias (1995) y Del olvido al no me acuerdo (2000), ambas de Juan Carlos Rulfo, hijo de Juan Rulfo, rastrean en la biografía emocional del autor de Pedro Páramo, en un curioso retrato de familia y un intento por descubrir el universo mágico, fatalista e impenetrable de uno de los mayores escritores de nuestro país.