24 · 05 · 16 Entrevista a Arturo Juárez y a Víctor Gachupín Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Por segunda ocasión, el FICM participó en Morelia en Boca. Este año, se proyectó, en una función especial, el documental El sendero del caldo de piedra, de Arturo Juárez Aguilar y Sarah Borealis (Selección Oficial 12º FICM), presentado por el director y por Víctor Gachupín, cocinero tradicional del caldo de piedra y promotor de la cultura chinanteca. Arturo Juárez estudió la licenciatura en Comunicación Audiovisual en la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ), un diplomado en Fotografía Fija en la Academia de Artes Visuales (AAVI), Ciudad de México, y una especialidad en Cinefotografía en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños, Cuba. Su obra ha recorrido más de diez muestras y festivales alrededor del mundo. A continuación, una entrevista a Arturo Juárez y a Víctor Gachupín. Háblanos sobre cómo llegaste a San Felipe Usila y cómo fue que decidiste filmar esta tradición milenaria del caldo de piedra. Arturo: Realmente la historia vino a mí. Surgió de la amistad con la familia Gachupín y con Sara Borealis, una historiadora. Sara quería ampliar su campo estrictamente académico e hizo un taller para realizar documental en Oaxaca. El ejercicio final era hacer un cortometraje de tres minutos. Estando en Oaxaca conoció el restaurante de Don César Gachupín y quedó maravillada con el caldo de piedra, por lo que decidió hacer su ejercicio final sobre este platillo. Conforme conocía a la familia Gachupín, ella quería hacer algo más. De tal forma, comenzó a conseguir fondos y a buscar gente que la pudiera ayudar, así fue como me contactó. Me mandó su cortometraje y nos encontramos. Me contó lo que quería hacer, pero ella no tenía mucha experiencia en realización cinematográfica. Sara necesitaba a alguien que supiera un poco de todo: dirección, fotografía, producción. Y aunque yo me gradué como cinefotógrafo en Cuba, en realidad hago de todo. Arturo Juárez y Víctor Gachupín. ¿Cómo fue su acercamiento a la comunidad chinanteca de San Felipe Usila? Arturo: Al llegar a San Felipe Usila hablamos con los habitantes del pueblo para explicarles lo que queríamos hacer. Ellos accedieron pero con la condición de que no pasara lo mismo que con National Geographic, que llegaron a grabar y nunca supieron nada más. Querían formar parte del proyecto, por lo que son una especie de coproductores, ellos realizaron toda la logística de cómo llegar al pueblo, del transporte, etc. Fue una gran experiencia, los pobladores de San Felipe Usila nos abrieron un mundo maravilloso. La cultura chinanteca es milenaria, son un pueblo que siguen conservando sus tradiciones, por ejemplo, tienen un consejo de ancianos que son los que deciden en el pueblo. Cuéntennos sobre cómo siguen conservando sus tradiciones. Arturo: Para Don César el caldo de piedra es el tesoro del pueblo. Ellos se rigen por un consejo de ancianos que son los que deciden muchas cosas. Primero, Don César tuvo que pedir permiso a este consejo para poder abrir su restaurante en Oaxaca y así dar a conocer a más personas el legado del pueblo chinanteco. Pero con la condición de retribuir al pueblo, por ejemplo, contratar a gente de la localidad. Para filmar el documental fue parecido. Tuvimos que presentar al consejo de ancianos nuestro proyecto y grabamos finalmente lo que ellos permitieron. Víctor: En el 94 cuando se abrió un camino que conecta a Usila con Tuxtepec, antes sólo se podía llegar caminando. Mi papá se dio cuenta que el camino permitía que personas ajenas a nuestra comunidad pudieran llegar y adueñarse de nuestra cultura. El consejo de ancianos está integrado por personas mayores de edad que han trabajado por el pueblo y tienen un poder moral. Mi padre pidió una anuencia para poner el restaurante, ellos pusieron muchos requisitos, para que no se lucrara con la cultura del pueblo, sino más bien dar a conocer lo nuestro y así rescatarlo. Muchas tradiciones se están perdiendo, pero lo que estamos haciendo nosotros es rescatarlas: la vestimenta, la lengua chinanteca, la cocina. ¿Cómo hicieron la filmación y cómo lograron la participación en el proyecto de la comunidad chinanteca? Arturo: Con Sara hicimos un plan de rodaje con lo que nosotros queríamos contar. Don César al principio era como el productor, él nos llevó a los lugares donde filmamos y nos orientó sobre lo que era importante mostrar. Fueron dos filmaciones distintas, dos momentos distintos en dos ríos diferentes, pero en la edición decidimos hacerlo como si fuera un mismo día. Don César de forma instintiva sabía sacar lo mejor de la gente y lo transmitía. La idea fue convocar a las familias a que hicieran un convivio como siempre lo hacen y capturar eso con la cámara. Ese fue el momento en el que Sara decidió cederme la dirección, porque era difícil capturarlo, estaban pasando muchas cosas al mismo tiempo y había que frenar un poco la acción para poder acomodar la cámara. Al final, quieras o no, el documental sigue siendo una película y se necesita tener elementos cinematográficos para contar lo que quiere decir. Teníamos poco tiempo para rodar y había que aprovecharlos, además todo fue cámara en mano con luz natural. ¿Cuál es el objetivo del documental? Arturo: El principal objetivo del documental es el de recuperar, en primer lugar, la lengua chinanteca. Tardamos dos años para terminar el documental porque teníamos poco presupuesto. Con el editor, un amigo mío con el que estudié en Cuba, hicimos un primer corte. Después lo trabajamos en un docu lab, donde el corto tomó forma. Decimos que todo estuviera en chinanteco, que hubiera dos voces, tanto del hombre como el de la mujer. La realización del documental fue un proceso artesanal. Todo ha sido de nuestro presupuesto gracias a la dedicación de amigos. La hicimos con mucho cuidado, este cuidado ha ayudado a que la película no envejezca tan rápido. La canción que aparece en el documental, ¿es una canción tradicional o fue hecha especialmente para la película? Arturo: La canción la hizo la hermana de Víctor. La hizo especialmente para la película porque ellos no tienen música propia, tenían pero se fue perdiendo. La canción la compuso en una sola noche de inspiración. Un amigo hizo los tonos en guitarra y añadimos otros sonidos de las jícaras y piedras. La mandamos a Berlín con amigo para que hiciera la melodía. Una vez que la hizo, volvimos a grabar la canción sobre la melodía y la volvimos a enviar a Alemania para la postproducción. ¿Qué es caldo de piedra y qué significado tiene? Víctor: El caldo de piedra es platillo prehispánico de origen chinanteco que se sigue preparando en el pueblo de San Felipe Usila. Se come a la orilla del río en la primavera y se les ofrece a las personas de alta estimación como son las mujeres, niños, ancianos y personas distinguidas. Es un ritual que se ofrece a los seres queridos. La preparación implica una jornada completa de trabajo. Se reúnen tres o cuatro grupos de familias. El caldo es preparado exclusivamente por los hombres, las mujeres descansan. Los hombres hacen todo: pescan, seleccionan las piedras, buscan leña. El caldo de piedra representa el amor, la humildad, es una forma de compartir. Con el documental hemos viajado mucho. Ha servido para mostrar al mundo otra forma de vida, el gran significado milenario que tiene un platillo. El caldo de piedra tiene una historia y eso es lo que intentamos transmitir, no es una receta y ya. Para nosotros la preparación posee un ritual, una forma de sentir, por eso, aunque se pueda comer en otros lugares no es lo mismo. El cortometraje documental El sendero del caldo de piedra, se presentó en la Selección Oficial del 12º FICM.¿Cómo fue tu experiencia en el FICM? Arturo: Al festival vine con Don César y fue una experiencia muy bonita. Yo había tenido otras experiencias en otros festivales de México, pero lo que me gusta de Morelia es que es una experiencia muy familiar. Además, en el FICM tienes la oportunidad de compartirlo con el público, de saber su opinión, su reacción.