08 · 21 · 25 Peter Greenaway: Morelia 2015 Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña Cineasta a quien se le debe buena parte de la renovación del cine británico moderno; escritor, pintor, matemático e ilustrador de libros, Peter Greenaway nacido en 1942, es uno de los realizadores contemporáneos más personales y obsesivos, capaz de extraer situaciones inquietantes de temas casi abstractos y de personajes más abyectos que marginales. Un creador con una gran capacidad para retroalimentar su cine con las más diversas propuestas artísticas como: la pintura, el teatro, la música, e incluso el video de alta resolución como fue el caso de Los libros de Próspero (1991). Alejandro Ramírez, Peter Greenaway La panza de un arquitecto (1987) era una negrísima fábula moderna sobre la creación. El cocinero, el ladrón, su esposa y su amante (1989) proponía una insólita mezcla de sexo, sangre y escatología como ocurre en El bebé de Macon (1995), y en Una z y dos ceros (1985) alcanzaba insólitas proporciones con el tema de la evolución y la descomposición del organismo. Antes, El contrato del dibujante (1982) avanzaba entre el thriller y el cuento cruel de manera perversa como sucede en The Falls (1980), un anómalo documental-reportaje sobre eventos violentos o en Ahogados en serie (1988), inquietante estudio semiótico-estadístico sobre el horror y la sexualidad. Todo ello, como ejemplo de lucidez de un realizador obsesionado con la carnalidad, el arte y el crimen, apoyado por excepcionales bandas sonoras de extraordinarios compositores como: Michael Nyman, Wim Mertens o Brian Eno.Sus obras tienen en común un clima de fatalismo en ascenso como lo muestra El libro de cabecera / The Pillow Book (1996), historia de amor llevada a extremos; caligrafía orgánica y fascinante metáfora sobre la epidermis, centrada en una joven japonesa obsesionada por tatuar en su piel y en la de los demás un relato escrito. Sus películas están estructuradas a partir de las apariencias engañosas, el misterio y los motivos ocultos, la relación entre crimen y sexo y el papel del artista ante una sociedad voraz y consumista que termina por desplazarlo y sobre la incapacidad de ese mismo artista para atrapar la realidad. Master Class Peter Greenaway Fue justo en octubre de 2015 que Peter Greenaway llegó a la edición número 13 del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) para ofrecer una master class y presentar su filme en ese entonces más reciente: Eisenstein en Guanajuato (2015), una coproducción Noruega-México-Finlandia-Bélgica-Francia. “Tenía que venir a México para ir al cielo”. La frase puesta en labios del cineasta ruso Sergei Mijáilovich Eisenstein interpretada con enorme soltura y desparpajo por el actor finlandés Elmer Bäck, alude a la revelación de su homosexualidad asumida a los 33 años de edad, o tal vez al gozoso hallazgo de un erotismo reprimido que descubrió a su paso por nuestro país. Ello, mientras intentaba reinterpretar los misterios de esa tierra ignota a partir de su fascinante y malogrado proyecto titulado ¡Qué viva México! (1931), según la película del exuberante director británico Peter Greenaway realizada con su habitual barroquismo.Un filme que aprovechaba la belleza de una ciudad que el cineasta ruso no visitó en realidad y que concentra su trama en los devaneos amorosos entre Eisenstein y su guía guanajuatense, el genealogista Jorge Palomino y Cañedo (interpretado por el actor Luis Alberti), a lo largo de diez días y a través de una serie de escenas muy gráficas y con varios desnudos masculinos que no dejaban nada a la imaginación.El verdadero Eisenstein realizó fabulosos bocetos de los paisajes mexicanos y de su curioso sincretismo religioso y, a su vez, una serie de dibujos eróticos considerados obscenos y pornográficos que se convirtieron en parte esencial del filme de Greenaway y mucho antes, del inclasificable y casi clandestino ensayo fílmico Un banquete en Tetlapayac (1998) del fallecido historiador y crítico de arte Olivier Debroise, que mezclaba ficción y registro documental para indagar en la ambigua sexualidad o en el homosexualismo oculto del director soviético. En cambio, Greenaway incorpora, como en toda su obra, el peso de la religión y el poder y sobre todo el descubrimiento del sexo y de la muerte como catalizador de la inventiva fílmica de su protagonista. Con todas aquellas imágenes que rondaban en su cabeza, Eisenstein intentó en vano dar coherencia narrativa a las más de 20 horas filmadas de ¡Qué viva México!/ Da zdravstvuyet Meksika!, que se compondría de cuatro episodios: Zandunga, Maguey, Fiesta y Soldadera, más un prólogo y un epílogo que intentaban mostrar el paisaje mexicano y los relatos de indígenas campesinos explotados, los ritos de iniciación sexual y el impacto religioso en sus vidas en escenarios como: Yucatán, Tehuantepec o Tetlapayac, en esta atípica biografía emocional de Peter Greenaway.