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Eugenio Polgovsky and the new Mexican documentary


*El 15º Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) le rendirá homenaje al documentalista Eugenio Polgovsky, amigo entrañable, extraordinario artista y ser humano excepcional, que murió el 11 de agosto de 2017. El domingo 22 de octubre a las 13:15 horas se proyectará su ópera prima Trópico de Cáncer (2004). La función contará con la presencia de su hermana Mara Polgovsky.

 

La pérdida inesperada y lamentable de un documentalista talentoso y joven como Eugenio Polgovsky (Ciudad de México, 1977-Londres, 2017), coincide con la reciente exhibición de dos largometrajes documentales de enorme trascendencia, capaces de mostrar con sutileza y arrojo el caos, el horror, la brutalidad y la desesperanza que ahoga a nuestro país. Tempestad (2016), de Tatiana Huezo, ganadora de tres premios Ariel (Dirección, Fotografía y Documental), y La libertad del diablo (2017), de Everardo González (Premio Amnistía Internacional en el Festival de Berlín, Mejor Documental en Lima), fundamentan la impunidad total con la que actúa el crimen organizado y el tajante control que tienen del país entero, incluida la Ciudad de México, desde aquella absurda lucha contra el narco emprendida por el gobierno desde Felipe Calderón a la fecha.

A la valentía personal de ambos realizadores se suma el arrebato, sensibilidad y conciencia social que el nuevo cine documental mexicano ejerce desde este milenio, revelando una y otra vez no sólo su capacidad de asombro, sino su vocación realista y crítica, poniendo el dedo en la llaga de una industria complaciente. Ello, a través de una narrativa rechazada casi siempre por exhibidores y por un público cada vez más abúlico, vacío y dependiente de futilidades.

Egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) al igual que Tatiana y Everardo, Eugenio Polgovsky fue uno de esos empeñosos y entusiastas realizadores que abrió brecha, mostrando la pobreza, marginación, abuso y destrucción ecológica de México y varios de sus habitantes.

Así, a través del documental —ese cine sin glamour, sin estrellas y sin la burocracia y posiciones triunfalistas de las instituciones—, Polgovsky manifestó su preocupación por el sector más vulnerable del país: los niños, particularmente, a través de sus obras.

A los 17 años ganó el concurso de fotografía Viviendo Juntos, organizado por la Unesco. Del CCC egresó como director y cinefotógrafo: su tesis y primer documental, Trópico de Cáncer (2004), obtuvo numerosos premios alrededor del mundo (Morelia, Ariel a Ópera Prima, Premio Joris Ivens, Beirut, Corea, FICCO y más). Su filme sobre la sobrevivencia humana a partir de la depredación de la naturaleza se proyectó en la Semana de la Crítica en Cannes y en Sundance. Ese año, 2004, Polgovsky recibió en México el Premio Nacional de la Juventud. De hecho, fue justo Trópico de Cáncer la inspiración para que Gael García y Diego Luna apostaran por la gira de documentales Ambulante.

A partir de entonces fue cada día más notoria la aparición de documentales arriesgados, tendientes a la experimentación, que aportan voces de denuncia, propuestas insólitas, marginales y, en algunos casos, premisas vigorosas, como La canción del pulque, Los ladrones viejos, El cielo abierto y Cuates de Australia, de Everardo González; Voces de la Guerrero, de Adrián Arce, Diego Rivera Kohn y Antonio Zirión; La palomilla salvaje, de Gustavo Gamou; De nadie, de Tim Dardimal; 1973, de Antonino Isordia; Toro negro, de Carlos Armella y Pedro González Rubio; Mi vida dentro y Batallas íntimas, de Lucía Gajá; El lugar más pequeño, de Tatiana Huezo; La cuerda floja y El cuarto desnudo, de Nuria Ibáñez y El paciente interno, de Alejandro Solar, entre varios documentales más.

Después, Polgovsky mostraría la intensa y estrujante realidad de Los herederos (2008), acerca de la explotación de los niños del campo mexicano, quienes se hacen hombres muy rápido, realizando las mismas tareas que los adultos a pesar de su fragilidad corporal y emocional. Un retrato directo y sin concesiones sobre su sobrevivencia cotidiana, heredada generación tras generación en un círculo de miseria y falto de oportunidades del que parecen imposibilitados de escapar, en una obra conectada con Trópico de Cáncer.

Sus últimos trabajos fueron Mitote (2012), alegoría sobre un país furioso y en caos entre invocaciones místicas prehispánicas, fanáticos idiotizados por el futbol y las protestas de trabajadores de Luz y Fuerza en el Zócalo; y Resurrección (2016), ambientado en la legendaria cascada de El Salto de Juanacatlán, en Jalisco, conocida antaño como “El Niágara mexicano”, cuyas aguas se volvieron tóxicas con la creación de un corredor industrial en los setenta.

Polgovsky combina la visión cotidiana y la conciencia social: el retrato coral de un pueblo olvidado. A su vez, resulta inteligente e irónico para mostrar el cinismo, la corrupción y la indolencia de gobiernos y autoridades, en un relato documental triste y conmovedor. Descanse en paz.[:en]

*The 15th Morelia International Film Festival (FICM) will pays homage to the documentary filmmaker Eugenio Polgovsky, an endearing friend, extraordinary artist and exceptional human being, who passed away last August 11, 2017. His debut film, Trópico de Cáncer (2004), will be screening on Sunday, October 22, at 13:15 hrs. The event will feature the presence of his sister Mara Polgovsky.

 

The tragic and unexpected loss of a documentary filmmaker as young and talented as Eugenio Polgovsky (Mexico City, 1977–London, 2017) coincides with the recent screening of two enormously important feature-length documentaries: two films that subtly and courageously convey the chaos, horror, brutality, and hopelessness consuming our country. Tempestad (2016), directed by Tatiana Huezo, which won three Ariel Awards (Best Directing, Cinematography, and Documentary), and La libertad del diablo (Devil’s Freedom) (2017), directed by Everardo González (winner of the Amnesty International Film Prize at the Berlinale, Best Documentary in Lima), expose the total impunity of organized crime and its categorical control over the country, including Mexico City, ever since the Felipe Calderón administration launched its absurd fight against drug trafficking and until the present day.

Both directors’ personal bravery is complemented by the intensity, sensitivity, and social conscience that have characterized Mexican documentaries in the current millennium—repeatedly revealing not only their capacity to astonish, but also their realistic and critical vocation, thus rubbing salt into the wound of a complacent industry. They do so by means of a narrative that is almost invariably rejected by exhibitors and by an increasingly fatuous, apathetic, futility-driven public. Like Tatania and Everardo, Eugenio Polgovsky studied at the CCC and was among the perseverant, enthusiastic directors who blazed a new trail, exposing the poverty, marginalization, abuse, and ecological destruction of Mexico and some of its inhabitants.

In this way, through documentary—the genre unfettered by glamor, stars, bureaucracy, and triumphalist institutional postures—Polgovsky demonstrated his concern for vulnerable sectors of the country, especially children. At age 17, he won the photography contest Viviendo Juntos (Living Together), organized by the UNESCO. He graduated from the CCC as a director and cinematographer: his thesis and first documentary, Trópico de Cáncer (2004), won multiple prizes around the world (FICM, Ariel Award for Best Debut Feature, the Joris Ivens Award, Beirut, Korea, FICCO, and others). His film on human survival via the pillage of nature was screened as part of the Critics’ Week at Cannes and at Sundance. That year, 2004, Polgovsky received the Premio Nacional de la Juventud (National Youth Award) in Mexico. In fact, Trópico de Cáncer inspired Gael García and Diego Luna to start Ambulante, the documentary film festival.

From then on, bold, risk-taking documentaries became increasingly visible: often experimental films that offer condemnation and protest, unusual and marginal proposals, and, in some cases, dynamic premises, such as La canción del pulque (Pulque Song), Los ladrones viejos (The Old Thieves), El cielo abierto, and Cuates de Australia (Drought), directed by Everardo González; Voces de la Guerrero, by Adrián Arce, Diego Rivera Kohn, and Antonio Zirión; La palomilla salvaje, by Gustavo Gamou; De nadie, by Tim Dardimal; 1973, by Antonino Isordia; Toro negro (Black Bull), by Carlos Armella and Pedro González Rubio; Mi vida dentro (My Life Inside) and Batallas íntimas, by Lucía Gajá; El lugar más pequeño (The Tiniest Place), by Tatiana Huezo; La cuerda floja (The Tight Rope) and El cuarto desnudo (The Naked Room), by Nuria Ibáñez; and El paciente interno (The Convict Patient), by Alejandro Solar, among various other documentaries.

Polgovsky would then proceed to depict the intense, wrenching reality of Los herederos (The Inheritors, 2008), on the natural exploitation of children in rural Mexico—children who grow up terribly fast, carrying out the same tasks as adults despite their physical and emotional fragility. A frank, unsparing portrait of their daily survival, passed along from generation to generation in a seemingly inescapable cycle of destitution and nonexistent opportunities, this film connects to his prior work with Trópico de Cáncer.

His final films were Mitote (Mexican Ritual, 2012), an allegory of a furious, chaotic country that incorporates mystical pre-Hispanic invocations, fans stupefied by soccer, and the Luz y Fuerza (Light and Power) worker protests in the Mexico City Zócalo (main square); and Resurrección (Resurrection, 2016), set in the legendary El Salto de Juanacatlán waterfall in Jalisco, long known as the “Mexican Niagara,” the waters of which became toxic with the creation of an industrial corridor in the 1970s.

Polgovsky combines everyday vision with social conscience: he presents a choral portrait of a forgotten people. At the same time, he is intelligent and ironic in revealing the cynicism, corruption, and indifference of the government and other authorities through moving and sorrowful documentary narratives. Rest in peace.