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Después de la revolución: La influencia del cine de 1968

En 1977, Hollywood estrenó dos películas tan opuestas como representativas de lo que provocó el cine de finales de los sesenta. La guerra de las galaxias, de George Lucas, y Tres mujeres, de Robert Altman, tienen poco que ver entre sí, estéticamente hablando. La primera fue un riesgo de inversión motivado por el éxito de Tiburón (1975), de Steven Spielberg, que definiría la tendencia del cine de entretenimiento hasta nuestros días. La segunda es un filme onírico y misterioso que se regodea en desorientar al espectador con una historia que alude a la idea de un matriarcado sobre la Tierra. Experimentos distintos que repercuten todavía, estas cintas no podrían haber existido sino después de 1968. 

En general, el cine estadounidense cambió mucho después de ese año. En 1969 apareció el primer gran éxito de lo que se conocería como el Nuevo Hollywood: Busco mi destino, dirigida por el actor Dennis Hopper. La película encarnaba los ideales psicodélicos de su tiempo y encontró un mercado para expresiones menos tradicionales. De ella derivaron las producciones de BBS. Fundado por los creadores de los Monkees, el estudio se dedicaría a buscar nuevas direcciones en la forma cinematográfica en filmes como La última película (1971, dir. Peter Bogdanovich) o Mi vida es mi vida (1970, dir. Bob Rafelson), que comenzó a dar visibilidad a Jack Nicholson. 

El apando (1976, dir. Felipe Cazals) El apando (1976, dir. Felipe Cazals)

En México la nueva generación de cineastas comenzaría a nutrir el cine nacional con clásicos como El apando (1976) y Canoa (1976), dirigidas por Felipe Cazals, o María de mi corazón (1979), escrita por Gabriel García Márquez y dirigida por su coguionista, Jaime Humberto Hermosillo. Estos filmes exploran temas sociales que en años previos a los 60 hubieran resultado imposibles de tratar. Del abuso en las cárceles y la drogadicción, a la intolerancia religiosa y el fracaso de las instituciones, el México de los 70 se vio en el cine más real que en décadas anteriores. 

Otras cinematografías en el mundo no tendrían movimientos vastos o muy definidos pero las apariciones de cineastas como Nagisa Oshima, en Japón; Elio Petri, en Italia; Shadi Abdel Salam, en Egipto, y Dusan Makavejev, en Yugoslavia, demuestran la animosidad hacia lo normal que inspiró el cine de los 60. Quizá la revolución no llegó a los palacios de gobierno, pero en el cine llegó a abarcar todas las cinematografías del mundo. No se puede pedir mayor legado.