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Bruno Dumont espera provocar una experiencia mística.

Bruno Dumont, nacido en Bailleul Francia en 1958, cuenta con una filmografía de  sólo cinco títulos  que ha escrito y dirigido, Hadewijch (2009), Flandres (2006), Twentynine Palms (2003), L'humanité (1999 y La vie de Jésus (1997) con las que ha obtenido  los premios más respetados de  la industria cinematográfica como el Gran Premio del Jurado en Cannes por  Flandres y L'humanité así como la Cámara de Oro por La vie de Jésus también en el  Festival de Cannes.

Dumont, considerado el realizador francés contemporáneo más importante y respetado en la cinematografía internacional cuyo trabajo ha sido comparado incluso con el de Luc Bresson, ofreció ayer una entrevista para hablar su más  reciente trabajo, Hadewijch en el que se mezclan la religión, el misticismo y la política.

Usted ha dicho que no cree en Dios sino en el amor, ¿cómo lo define?
"Es poéticamente algo similar a Dios porque el amor no se expresa como algo completo, nos sirve para interrumpir el dolor; es algo muy evidente."

¿Por eso en Hadewijch muestra esta  relación entre el amor y la religión?
"Sí, el amor es una experiencia mística. La mística, que etimológicamente significa unión, es una expresión más alla del razonamiento, más allá de las disputas o controversias lógicas, es como un éxtasis, una visión. La mística dentro de esta esfera es una unión entre el mal, el amor, la vida pero en esencia están unidos y no se pueden separar."

En la película es muy importante el manejo de los silencios, de hecho en la primera secuencia casi no hay diálogos, sin embargo tiene mucho contenido, ¿cómo  construye  los silencios?
"Los actores hablan en todas las tomas y después se cortan los diálogos porque uno no puedo construir desde el silencio; todo lo que han dicho los actores se refleja en el silencio. Por ejemplo hay una secuencia donde la protagonista se cruza con la madre superiora y con un obrero y solo se dicen -buenos días-, esta secuencia se hizo con 20 tomas diferentes."

En la cinta la religión católica la ejerce un personaje de una clase económica muy alta y el islam lo representa un personaje de  clase proletaria, ¿por que eligió este contraste sociocultural?
"No tiene ninguna intención, en Francia es una realidad, los musulmanes están relegados a la orilla de la ciudad mientras los católicos hacen mucho dinero."

Volviendo al amor, en la película se percibe en muchas atmósferas, ¿en donde radica  su mayor fortaleza?

"En la gente. No hay que amar a Dios sino a la gente, al final de la
película la protagonista encuentra el amor en los brazos de un hombre 
y a su vez ahí percibe la gracia, pero él no es Dios sino un hombre común y
corriente. Quizá Celine necesita pasar por el cielo para volver a caer a la
tierra.
"

El amor y locura van de la mano, si vemos a Celine desde la religión entendemos que sufre un exceso de amor profundo pero si la vemos  desde la psiquiatría parecería alguien melancólica o muy depresiva...
"El amor es una escalera donde hay gradas diferentes y el último escalón es el delirio, hay gente que mata por amor. El amor no está separado tampoco de la muerte no son varias escaleras sino una sola, todo esta unido."

El cineasta terminó la plática al hacer referencia a que su película, que se exhibirá en México dentro de la programación de la Muestra Internacional de Cine,  ha sido percibida por unos como una propuesta de mucho amor y por otros de mucho odio. "Al final espero que los espectadores puedan sentirla como  una experiencia mística," concluyó.