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Tributo al silencio: cine mudo en el FICM

En 1916, el psicólogo Hugo Münsterberg escribió en defensa del cine como arte. Él argumentaba que las películas debían distinguirse de la pintura y del teatro gracias a sus propias condiciones estéticas, entre las cuales estaba el ser mudas. Para Münsterberg los límites de cualquier arte son también sus fortalezas, por lo tanto el momento en el que el cine adoptara el sonido, perdería precisamente eso que lo hace único: su capacidad de contar historias con imágenes.

Sabemos ahora que los temores de Münsterberg resultaron infundados; el cine sonoro no se convirtió automaticamente en teatro filmado y el lenguaje cinematográfico sigue vivo y coleando. Sin embargo, vale la pena recordar el valor de aquel cine que nunca necesitó diálogos para darse a entender.

A lo largo de su historia (¡ya casi cumple diez años!) el FICM ha proyectado varias joyas del cine mudo. Por ejemplo, en 2006 el festival unió fuerzas con la Filmoteca de la UNAM y exhibió documentales michoacanos de principios de siglo como Fiestas patrias en Morelia (1908) y Los hijos de la antigua Valladolid (1922), de los hermanos Alva; y Fiestas patrias en Zamora (1929), de Francisco García Urbizu. Los documentales fueron musicalizados por la pianista Deborah Silberer, quien ha colaborado con el festival en múltiples ocasiones.

En la quinta edición del FICM, en 2007, Alejandro González Iñárritu presentó Lonesome (1928) del cineasta húngaro Pál Fejös. Puedes leer los comentarios de Iñárritu sobre Lonesome aquí. En esa misma edición se llevó a cabo el programa "Bramadero y otros cortos eróticos," una muestra de cortometrajes pornográficos de los años veintes y treintas. Deborah Silberer fue la encargada de musicalizar estas funciones

En el FICM 2009, Silberer tocó en el programa especial "Canes en el cine," el cual recaudó fondos para la Asociación Michoacana Amigos de los Animales (AMICHA). Ahí se presentaron cuatro cortometrajes de la era silente: Angora Love (1929), de Lewis R. Foster y The Lucky Dog (1921) de Jess Robbins, ambos protagonizados por Stanley Laurel y Oliver Hardy; A Dog's Life (1918), de Charlie Chaplin; y Rescued by Rover (1905), de Lewin Fitzhamon.

También en 2009, el FICM exhibió, dentro de la programación de país invitado, una de las primeras películas realizada en Rumania: Independenta României (1912), de Aristide Demetriade. Una vez más, Deborah Silberer acompañó la proyección con su piano.

Algunas otras películas mudas que se han presentado en el FICM son El tren fantasma (1927), de Gabriel García Moreno (uno de los pocos largometrajes silentes mexicanos); À propos de Nice (1930) de Jean Vigo; Chang: A Drama of Wilderness (1927) y Grass: A Nation's Battle for Life (1925), de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack; Sunrise: A Song of Two Humans (1927), de F.W. Murnau; People on Sunday (1930), de Curt Siodmak, Robert Siodmak, Edgar G. Ullmer y Fred Zinnemann; y La chute de la maison Usher (1928), de Jean Epstein.

Tal vez no viste estos filmes proyectados en el marco del FICM, pero si tienes la oportunidad de disfrutarlos en cualquier otra ocasión, ¡aprovéchala! Si algo ha comprobado El Artista, es que el cine mudo aún tiene mucho que ofrecer al público contemporáneo. Como bien escribió Münsterberg, hay una cualidad única en aquellas películas cuyo idioma se mantiene puramente visual; una cualidad que merece ser recordada.