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RAÍCES: el arranque del cine independiente

Al inicio de los años cincuenta, en el declive de la Época de Oro de nuestro cine, los altos costos de producción, las exigencias sindicales, el anquilosamiento de la industria y la utilización regular de materiales fílmicos más sensibles y equipo ligero, trajeron como consecuencia la creación de obras alternativas: un cine independiente con posibilidades de crecer al margen de la industria como lo demostró Raíces (1953), producida por Manuel Barbachano Ponce, con la que debutaba como director Benito Alazraki, a partir de un guion de ellos mismos y de otros colaboradores como: Juan de la Cabada, Carlos Velo, María Elena Lazo (Elena Urrutia), Jomi García Ascot y Fernando Espejo. La trama parte de cuatro relatos del libro El diosero, de Francisco Rojas González (Premio Nacional de Literatura).

Al no formar parte de la plantilla del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC), los responsables de Raíces, armaron la película como un conjunto de cortos en un acercamiento al mundo indígena a medio camino entre la ficción y el documental. Un año antes, en 1952, Barbachano Ponce fundaba Teleproducciones, una compañía dedicada a la elaboración de noticieros fílmicos semanales bajo los títulos de Tele Revista y Cine Verdad. Bajo su tutelaje, colaboraron cineastas e intelectuales como Velo, García Ascot, Fernando Gamboa, Fernando Marcos, Carlos Fuentes, Rubén Gámez, Juan García Ponce, y los fotógrafos Ramón Muñoz, Hans Beimler y Walter Reuter que se sumaron a la producción de Raíces.

Ríces (1954, dir. Benito Alazraki)

“Las vacas” narra la historia de una humilde pareja otomí con una hija recién nacida, habitantes del Valle del Mezquital en el Estado de Hidalgo, que sufren los reveses de la pobreza y la sequía. La mujer se ve en la necesidad de vender la leche materna de su hija a una pareja de turistas. En “Nuestra Señora”, una co-munidad indígena chamula vuelca su fervor religioso en una reproducción de la Gioconda o Mona Lisa de Leonardo Da Vinci, creyendo ver en esa pintura a la Santísima Virgen, ante la desesperación de una antropóloga estadunidense. En "El Tuerto” se narra el lamentable penar de una madre en busca del milagro que le devuelva a su pequeño hijo tuerto la salud de su ojo y evitar así las burlas de los otros niños en un poblado de Yucatán. En “La potranca”, filmada en la zona del Tajín, en Veracruz, una bella muchacha indígena sufre el acoso de un antro-pólogo extranjero. Ella se defiende con violencia. Sin embargo, el padre de la joven encuentra una solución irónica y pacífica para defender su dignidad ante la insistencia del hombre en tenerla como sea.

Realizada con un presupuesto raquítico, filmada en locaciones naturales y sin actores profesionales (“parte del pueblo mexicano”, según los créditos), Raíces inauguraba así el llamado cine independiente en nuestro país. La experiencia del proyecto que obtuvo el Premio de la Crítica en el Festival de Cannes, arrojó como resultado el docuficción Torero (1956), dirigida por el español Carlos Velo, afincado en nuestro país. Y ambos títulos servirían de cimiento para la creación de la Filmoteca de la UNAM, aunado a una efervescencia del cine universitario a través de debates, conferencias, la proyección de filmes en los diversos cineclubes de la UNAM y el impulso de Manuel González Casanova en la Sección de Actividades Cinematográficas, con la complicidad del Rector Dr. Nabor Carrillo Flores y de Jaime García Terrés, Director de Difusión Cultural, que daría como resultado el inminente surgimiento de la Filmoteca, el 8 de julio de 1960, con la donación de aquellas dos películas.

Raíces captura y retrata una provincia alejada de los arquetipos rurales de Emilio “Indio” Fernández, en escenarios de Yucatán y Veracruz en dos de sus relatos más logrados, “El tuerto” y “La potranca”: la ironía y la crueldad infantil en el primero, o la tensión sexual como parte del paisaje y la arquitectura indígena en el segundo. En poco más de tres minutos, el “Prólogo” de Raíces, adornado con una bella fotografía de Ramón Muñoz y la notable voz de Fernando Marcos, propone un insólito regreso a la vida bucólica a partir de la modernidad Alemanista que dejaba su paso al Ruiscortinismo. Su prólogo muestra la grandeza del país y la urbe creciente: sus flamantes edificios como la Torre Latinoamericana, sus amplias avenidas y sus palacios culturales como Bellas Artes y otros centros educativos, como la Ciudad Universitaria y su Biblioteca Central. Después, se aprecia la naciente industria y sus fábricas, hasta llegar a esa otra magnificencia: la del campo, sus montañas y cascadas, flores y raíces. Su vida contemplativa y sus relatos inocuos, en apariencia, para retratar a la población rural e indígena: los grandes olvidados de ese ascenso social y de la nación entera.

Como dato final, la banda sonora de Raíces fue compuesta por maestros de la talla de: Silvestre Revueltas (“Prólogo”), Guillermo Noriega (“Las vacas”), Rodolfo Halffter (“Nuestra señora”), Blas Galindo ("El tuerto”) y Pablo L. Moncayo ("La potranca”). Se estrenó el 10 de junio de 1955 en el cine Orfeón y, además del galardón obtenido en el Festival de Cannes en 1954, su realizador Benito Alazraki consiguió un premio especial en la entrega de los Premios Ariel de 1956.