31 · 05 · 22 María Félix y el empoderamiento revolucionario Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Rafael Aviña En 1958, el realizador Ismael Rodríguez reunía en La Cucaracha a las dos actrices más importantes e internacionales del cine mexicano: María Félix y Dolores del Río. Sin embargo, el proyecto original, a partir de un argumento de José Bolaños, el futuro realizador de La soldadera (1966), pretendía unir en un inicio a la Félix con la bellísima y sensual actriz de Chihuahua Elsa Aguirre, 16 años más joven. Y eso, se supone, aterró a María e impidió que ocurriera. Fue entonces que ella le solicitó a Ismael, la inclusión de Dolores. Con todo, la película funcionó a la perfección. La Cucaracha, con fotografía de Gabriel Figueroa y diálogos de Ricardo Garibay, era una suerte de película suma del tema revolucionario, con un reparto multiespectacular que incluía a María, Dolores, Pedro Armendáriz, Emilio Fernández, Ignacio López Tarso, Flor Silvestre, Cuco Sánchez, Emma Roldán y David Reynoso, entre otros, y por supuesto a Antonio Aguilar como el carrancista Capitán Ventura. Con esta cinta, Ismael Rodríguez intentó llevar a cabo la gran obra de la Revolución y, para ello, no bastó el color, los grandes conjuntos de extras, o las desmedidas escenas de acción épica. En duelo de divas, María Félix, en su papel de Refugio “La Cucaracha”, una soldadera muy empoderada, alternaba por única ocasión con Dolores, en su papel de Isabel Puente, la aristócrata y decente catrina, y en medio de ellas, el siniestro Coronel Zeta vestido siempre de negro e interpretado por “El Indio” Fernández, a quien ambas aman. Así, en la contraparte, y por encima del mito Villista encarnado por Pedro Armendáriz, Fernando Fernández o José Elías Moreno y sus hembrasresignadas, María Félix resucitó en una serie de superproducciones a todo color para convertirse en la Revolución Mexicana misma. De esa manera, tocó a La escondida (1955), de Roberto Gavaldón, inaugurar para la Félix un nuevo mito como heroína revolucionaria en un melodrama donde compartía una "cama de piedra" —en voz de Cuco Sánchez— con un General que ascendía a gobernador y un peón aguamielero convertido en sargento (Andrés Soler y Pedro Armendáriz). Café Colón (dir. Benito Alazraki, 1958), inspirada en una novela de Rafael F. Muñoz, muestra a un grupo de revolucionarios que toman un pueblo y el Coronel Federal (Jorge Martínez de Hoyos) suspende su boda con la Félix, propietaria del Café Colón, quien termina enamorada del Coronel Zapatista que encarna Pedro Armendáriz y juntos se unen a la lucha. Vendrían en breve los desplantes de la aguerrida campesina Juana Gallo (dir. Miguel Zacarías, 1960), La Bandida (dir. Roberto Rodríguez, 1962), con una cortesana que pone en jaque a dos Generales revolucionarios, La Valentina (dir. Rogelio A. González, 1965), que aprovechaba la picardía de Eulalio González “Piporro", para rematar en la surrealista visión revolucionaria de Juan Ibáñez de La Generala (1970). En Juana Gallo, por ejemplo, María pasa de campesina a jefa de la Revolución, levantada en armas contra el traidor Huerta, y se enamora de un capitán federal que interpreta Jorge Mistral, y Luis Aguilar, como el Coronel Arturo Ceballos Rico, une sus fuerzas a las de ella. Películas todas en un universo de rebozos, burdeles, bataclanas y soldaderas dispuestas a pelear al tú por tú con el macho en turno. Por cierto, una de las anécdotas curiosas alrededor de La Cucaracha fueron los enfrentamientos del “Indio” Fernández y de Armendáriz contra Ismael, empeñados en cambiar los diálogos de Ricardo Garibay. Ismael sólo pudo quitarles lo encabritados cuando les dijo que reescribieran sus diálogos: “Oye, nosotros no somos guionistas”, y no tuvieron más remedio que ceder. Lo mismo sucedió entre María y Dolores. La primera se quejó con Ismael de que Lolita le levantaba la ceja en una escena: “Si me sigue levantando la ceja yo le levantó las dos”. “¡Ay no. Cuídeme usted, Ismael!”, le contestó Del Río. Por cierto fue en esta cinta donde María Félix dijo palabras subidas de tono como: “¡No tiene madre!”, en una serie de personajes femeninos adelantados a lo que hoy se considera un empoderamiento de la mujer. De manera curiosa, antes de la serie de filmes sobre la Revolución Mexicana protagonizados por María, apareció La negra Angustias (1949) interpretada por María Elena Marqués y dirigida por Matilde Landeta, a partir de una novela de Francisco Rojas González. La trama se ambientaba en el Estado de Morelos. La joven Angustias, hija del generoso bandido Antón Farrera (Eduardo Arozamena), sufre la discriminación por vivir con la bruja Crescencia (una espléndida Enriqueta Reza) y por negarse a ser víctima del acoso de los hombres. Luego de acuchillar a un charro que intenta violarla, Angustias huye al monte y se enrola en la tropa Zapatista. Convertida en Coronela, la joven sigue las enseñanzas de su padre e imparte justicia entre mujeres y campesinos en uno de los primeros relatos de empoderamiento femenino en nuestro país.