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La risa de la ciudad: la complejidad de la urbe

Entusiasta y joven realizador y argumentista, rechazado en 16 ocasiones por el STPC (Sindicato de Técnicos de la Producción Cinematográfica) y sus absurdas políticas de puertas cerradas para los jóvenes, Gilberto Gazcón de Anda (1929-2013), parecía empeñado en seguir los pasos de Ismael Rodríguez con sus tramas y personajes populares de barriada, entresacados de los sectores más golpeados de la sociedad y de la metrópoli creciente, como lo demostraban: El boxeador, Los desarraigados, Suerte te de Dios o Cielo rojo.

Luego de aquellas, en 1962, a partir de un argumento suyo y del actor Pancho Córdova, Gazcón dirigía su primera gran película: una oda a la urbe compleja en que se había trastocado el Distrito Federal y sus personajes vivos y pulsantes. La risa de la ciudad inicia en el asilo de ancianos Mundet donde vive Don Tencho (José Elías Moreno) quien ha localizado finalmente a Beto (Joaquín Cordero): un saltimbanqui callejero y huérfano, cuyos padres eran payasos de un circo y murieron en un incendio. Tencho es en realidad el abuelo de Beto que, en su momento, rechazó a su hija, madre de Beto. Empeñado en resarcir su error de juventud, decide ayudar a su nieto que vive en una ciudad perdida, integrándose con los colonos y ocultándole su parentesco.

La risa de la ciudad (1963) - Filmaffinity

Pese a un cierto discurso moralista y didáctico sobre la educación y la erradicación de la ignorancia y la exacerbada exaltación de la miseria, La risa de la ciudad es uno de los más logrados relatos populares de la urbe capitalina de aquellos años, época en la que se iniciaban la construcción de nuevos asentamientos y tiendas departamentales de arraigo popular como Aurrerá Universidad, cuyo letrero luminoso se aprecia al fondo de aquel terreno de paracaidistas en un predio cercano y que hoy, 60 años después, es una de las zonas de alta plusvalía. El filme narra una historia de contrastes: colonias adineradas como Polanco y Las Lomas, y aquellas proletarias donde iban a parar centenares de invasores irregulares, como sucede al final de la cinta, en la Calle Los Cipreses, presumiblemente en Iztapalapa.

En ese, su escenario citadino de abandono y lucha por la sobrevivencia cotidiana, habitan payasos, tragafuegos y cirqueros errabundos como Beto, interpretado de manera notable por ese excelente actor camaleónico que fue Joaquín Cordero, que logra convertirse en hombre, cuando asume con valentía la paternidad. Con este, borrachines como Adalberto Martínez Resortespersonajes que interpretaba a las mil maravillas como se aprecia en Los Fernández de Peralvillo (1953) o Tacos al carbón (1971), ambas de Alejandro Galindo—, o el entonces niño Valentín Trujillo que inicia torpe y precipitadamente una carrera de raterillo con lágrimas en los ojos, mientras canta en un camión urbano "Perdón", de Pedro Flores, acompañado de su hermano mayor y protector Polo (Julio Alemán), a quien le reclama: "Yo te he visto robar. Tú me enseñaste a ratero. Fuiste tú…", a lo que Polo contesta: "Tienes razón manito. Yo te enseñé. Pero te juro que no volveré a robarme ni un alfiler, ni un centavo, aunque me muera de hambre". Así como aquel "Hombre fuerte" que encarna un David Silva con el cráneo rasurado, mallas negras y camiseta sin mangas, integrante de esa caravana ambulante, a la que se suma la Lety, novia de Beto, interpretada por la bella Alma Delia Fuentes, acosada por un mal patrón y casero que encarna Carlos López Moctezuma. Sin faltar los comederos al aire libre como el: "San Bors", donde el consomé se vendía a 40 centavos, con hueso a 60, con grasa a 75 y con carne a peso.

La risa de la ciudad hoy en día es, sobre todo, una suerte de documental sobre la urbe defeña de aquel 1962: los recorridos por la plancha del Zócalo y Pino Suárez, las escenas en la Basílica de Guadalupe con esos gringos que toman fotografías y que José Elías Moreno les reclama que no capturen imágenes grotescas de nuestros habitantes, o las del Parque Lincoln en Polanco, incluso el exterior del Estadio de Ciudad Universitaria. Populismo y sinceridad nunca llegaron a estar tan unidos, con frases como: "El gobierno quiere que todo lo hagamos nosotros. ¿Porqué no nos construyen nuestros multifamiliares?", o: "Usted, luego, luego a la sobadera" —le reclama Alma Delia Fuentes a Joaquín Cordero—, "Ella quiere vivir, no ser carne nada más, tiene corazón, sentimientos", que le recalca Don Tencho a Beto.

Por cierto, la ciudad perdida ficticia, ubicada en un predio de Avenida Universidad, fue incendiada sin permiso de las autoridades para dar mayor realismo a la película. Como consecuencia, su director Gilberto Gazcón fue detenido por casi un día. Francisco Pina, ensayista y crítico de cine español exiliado en México, autor de libros como Praxinoscopio, escribió en La Cultura en México, de la revista Siempre!, el 29 de mayo de 1963 al respecto de La risa de la ciudad: "…Algo hay en ella que revela —por lo que toca al director y los intérpretes— una cierta intuición de lo popular y la posibilidad de lograr en el futuro obras más importantes y empeñosas…". La película se estrenó el 25 de abril de 1963 en el cine Alameda.[:en]

An enthusiastic and young filmmaker and screenwriter who was rejected 16 times by the STPC (Union of Cinematographic Production Technicians) and its absurd closed doors policies for young people, Gilberto Gazcón de Anda (1929-2013) seemed determined to follow in Ismael Rodríguez’s footsteps with his themes and popular neighborhood characters, taken from the most affected sectors of society and the growing metropolis, as demonstrated through: El boxeador, Los desarraigados, Suerte te de Dios or Cielo rojo.

Later on, in 1962, inspired on an argument by himself and the actor Pancho Córdova, Gazcón directed his first great film: an ode to the complex city "Distrito Federal" and its lively and pulsating characters. La risa de la ciudad begins in the Mundet nursing home, where Don Tencho (José Elías Moreno) lives. Don Tencho has finally succeeded locating Beto (Joaquín Cordero), a street swindler and orphan whose circus clown parents and died in a fire. Tencho turns out to be Beto's estranged grandfather, who rejected Beto's mother in the past. Determined to make up for his youthful mistake, he decides to help his grandson –who lives in a lost city– by blending in with the locals and hiding his true identity.

La risa de la ciudad (1963) - Filmaffinity

Despite a certain moralistic and didactic discourse on education and the eradication of ignorance and the exacerbated exaltation of poverty, La risa de la ciudad is one of the most successful popular stories of the capital city at the time. A time in which the construction of new settlements and popular department stores began.  Like Aurrerá Universidad, which had a luminous sign that could be seen from the bottom of a field in a nearby property and which today, 60 years later, is one of the areas with the highest capital gain. The film tells a story of contrasts: wealthy neighborhoods such as Polanco and Las Lomas, and those where hundreds of irregular invaders ended up, as it happens at the end of the film on Calle Los Cipreses, presumably in Iztapalapa.

In this, his city scene of abandonment and struggle for daily survival, home to clowns, fire eaters and wandering circus kids like Beto, played masterfully by the chameleon that was actor Joaquín Cordero, who manages to become a man when he bravely assumes the role of paternity. With him, drunks like Adalberto Martínez Resortes (characters he played like a charm as can be seen in Los Fernández de Peralvillo (1953) or Tacos al Carbon (1971), both by Alejandro Galindo) or the then-child, Valentín Trujillo, who begins an awkward and precipitated career as a thief with tears in his eyes, while singing “Sorry” by Pedro Flores on a truck – backed by his older brother and protector Polo (Julio Alemán).  “I've seen you steal. You taught me to be a thief. It was you..." he complains. To which Polo replies, "You're right little bro. I did. But I swear to you that I will never steal a pin or a penny again, even if I starve."

As well as rhw “strong man”, played by a shaved-headed David Silva in black leggings and a sleeveless shirt, a member of that traveling caravan. They are also joined by Beto's girlfriend, Lety, played by the beautiful Alma Delia Fuentes. Lety is harassed by a bad boss and landlord, played by Carlos López Moctezuma.

The laughter of the city today is, above all, a kind of documentary about that Mexican city in 1962: the tours of the Zócalo and Pino Suárez; the scenes in the Basilica of Guadalupe with those gringos taking pictures and José Elías Moreno demanding that they don't capture grotesque images of the citizens; Lincoln Park in Polanco; even the exterior of the Ciudad Universitaria Stadium.

Populism and honesty have never been so united, with phrases such as: “The government wants us to do everything. Why won't they build our multi-family homes?" Or “You go right to the touching,” Alma Delia Fuentes complains to Joaquín Cordero. "She wants to live, not to just be meat. She has a heart, feelings," Don Tencho explains to Beto.

By the way, the fictional lost city, located on a campus on Avenida Universidad, was set on fire without permission from the authorities to give the film more realism. Consequently, its director Gilberto Gazcón was detained for almost a day. Francisco Pina, Spanish essayist, and film critic exiled in Mexico and author of books such as Praxinoscopio, wrote about La risa de la ciudad in La Cultura en México on Siempre! Magazine, on May 29, 1963: "Something in it reveals - as far as the director and the performers are concerned - a certain intuition of the popular and the possibility of achieving more important and persistent works in the future." The film opened on April 25, 1963, at the Alameda theater.