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La dulce Alma Rosa Aguirre (1929-2025)

La primavera de 1945 llegaban a Ciudad Juárez: los carros alegóricos y los puestos de antojitos opacaban las noticias de la guerra. Todo era algarabía sobre todo en el hogar de las hermanas Elsa y Alma Rosa Aguirre. La primera había sido electa reina de la primavera y la segunda formaba parte del cortejo que la acompañaba. La personalidad y belleza de las Aguirre no sólo atrapó a los asistentes al evento, sino a varios productores de la creciente y fuerte industria fílmica mexicana que se encontraban en la ciudad. De inmediato llovieron contratos para ambas, quienes entraban por la puerta grande a sus escasos 15 y 16 años, respectivamente, con la película El sexo fuerte (1945), de Emilio Gómez Muriel, protagonizada por Mapy Cortés.

Nacida en Ciudad Juárez, Chihuahua, Alma Rosa Aguirre (19 febrero 1929-27 enero 2025) integró parte de los elencos que harían historia en nuestro cine en su etapa dorada. Aquel desfile de primavera sirvió sin proponérselo para conseguirle una pequeña oportunidad en la pantalla grande, que ni ella ni su hermana desaprovecharían; por el contrario, seguirían avanzando en la difícil carrera fílmica. Elsa despegaría de manera espectacular y Alma Rosa obtendría varios atractivos papeles que la llevarían a tener su propio lugar entre las estrellas cinematográficas.

Alma Rosa Aguirre

En El pasajero diez mil (1946), Alma Rosa y Elsa lucieron en sus pequeñas intervenciones: Alma como una guapa florista y Elsa como cigarrera de cabaret. Alma Rosa se sumaba a La sin ventura (1947), con Rafael Baledón y María Antonieta Pons. En Los viejos somos así (1948), Joaquín Pardavé reunía a las hermanas en un drama de ambiente cabaretil. Así, mientras Elsa era catapultada como mujer sensual en tórridos melodramas, Alma Rosa ofrecía un rostro de dulzura, rematado con sus delineadas cejas negras y unos ojos que irradiaban melancolía en todo tipo de comedias, como lo muestra: La familia Pérez (1948), como la hija menor del matrimonio formado por la tiránica Sara García y el empleadillo mediocre que encarnaba Pardavé.

Para 1949, además de El baño de Afrodita y Una gallega en México, Alma Rosa participó en la divertida farsa feminista sobre la guerra de los sexos: La liga de las muchachas, protagonizada por su hermana Elsa, Miroslava y Consuelo Guerrero de Luna. No obstante, ese mismo año logró su gran protagónico con un difícil doble papel en la comedia de equívocos sexuales, Yo quiero ser hombre, de René Cardona, escrito por Janet y Luis Alcoriza. Geniales, los mohines y gestos de Alma Rosa en el personaje de Paquita, joven heredera de una fortuna obligada a ocultar su condición de mujer cortándose el cabello y disfrazándose del mozo Panchito para “calar” al novio; un irresponsable e interesado Abel Salazar. Filme con momentos sublimes como la escena de la borrachera y la del beso en el restaurante ante el asombro de los parroquianos.

La liga de las muchachas (1950, dir. Fernando Cortés)

En 1950, en una suerte de afortunada racha, Alma Rosa protagonizó al lado de Cantinflas la comedia rural El siete machos, seguida de Si usted no puede yo si (1950) que debía de dirigir Luis Buñuel, y Amar fue su pecado, junto a su hermana Elsa, en un drama sobre la eutanasia, así como un espléndido relato urbano sobre la modernidad Alemanista: Nosotras las taquígrafas (1950), como joven secretaria de una oficina gubernamental al lado de David Silva y otras beldades como Lilia del Valle y Gloria Mange. Para dar fe de la importancia que los personajes femeninos de clase media habían alcanzado en el cine nacional, Alma Rosa Aguirre repitió en buena medida el arquetipo en la simpática comedia Nosotras las sirvientas (1951), que reproducían los lugares comunes de historias de trabajadoras domésticas con aspiraciones; ella aparece como objeto de uso y abuso pero muy auténtica y de corazón noble.

Con el mismo Abel Salazar protagonizó Canasta uruguaya, La miel se fue a la luna (1951), sobre las hipocresías en torno a las relaciones conyugales, y No te ofendas Beatriz (1952), donde encarna a la hija del adinerado pero bruto don Ramón (Domingo Soler) que se instruye con su Enciclopedia Espesa (en lugar de Espasa Calpe) y quiere a su novio Mario (Manolo Fábregas), mediocre actor de la naciente televisión que interpreta al Conejito Chuy en un programa infantil y al Sepulturero Siniestro en una serie tipo El Monje Loco, pero tiene que cortar con este, ya que sus padres quieren casarla con Salazar. En 1953 filmó Siete mujeres, de Juan Bustillo Oro, retrato de celos y parentescos familiares; La perversa, con una ambiciosa secretaria que encarnaba Elsa y la angelical e inocente presencia de Alma Rosa y Me perderé contigo como una joven ingenua seducida y abandonada rescatada por un hombre honesto. A estas le siguieron varias historias femeninas: El pecado de ser mujer o Al diablo las mujeres, que ofreció la oportunidad a Alma Rosa de encarnar a un personaje que evitaba los desplantes de la “machorra” provinciana, y Orgullo de mujer (1955), de nuevo con Elsa.

Después de las fallidas Morir para vivir y El fantasma de la Casa Roja apareció como la Adelita en Cuando ¡Viva Villa! es la muerte (1958), de Ismael Rodríguez junto a Pedro Armendáriz y participó con su hermana en Ama a tu prójimo, cinta de viñetas melodramáticas ambientadas en un hospital de la Cruz Roja, y en el western Los Diablos del Terror. Por último, antes de abandonar el cine, Alma Rosa Aguirre intervino en el melodrama Los hijos ajenos (1958) para después dedicarse de lleno al trabajo teatral y televisivo, sin embargo regresó catorce años después con la comedia ranchera Entre monjas anda el diablo (1972), para lucimiento de Angélica María y Vicente Fernández, en el papel de simpática religiosa. Con ello clausuró su carrera de actriz de bella y dulce personalidad que supo destacar pese a la abundante cantidad de jóvenes actrices de la época y del rotundo éxito alcanzado por su hermana. Buen viaje, Alma Rosa.