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Glorias olímpicas y cine nacional

Los juegos olímpicos de la edad moderna que se llevan a cabo en París cumplen 130 años de ser instituidos en 1896 por el Barón Pierre de Coubertin. Por supuesto, el cine ha documentado los triunfos, fracasos, accidentes, grandes hazañas o los casos insólitos, como el atentado terrorista en Munich 1972, el entusiasmo de Adolfo Hitler en la Olimpiada de Berlín en 1936 y el triunfo del atleta negro Jesse Owens que acabó con la esperanza aria-germana, los alardes fílmicos de la cineasta alemana Leni Riefenstahl en Olympia de ese mismo 1936, o la masacre de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, poco antes de la inauguración de las Olimpiadas México 1968.

Célebre, sin duda, es la película Marathon, del veterano Carlos Saura, cinta oficial de los juegos olímpicos de Barcelona 1992 que abría con un impresionante despliegue técnico y coreográfico y la fastuosa representación de Hércules —un trípode mecánico en la línea de Robocop y Terminator— enfrentando a monstruos marinos para fundar la antigua Barcelona, en una de las inauguraciones más espectaculares en la historia de las Olimpiadas. Lo mismo sucedería con aquel genial performance de James Bond y la Reina de Inglaterra en Londres 2012 con el propio Daniel Craig dirigido por Dany Boyle.

Marathon (1992, dir. Carlos Saura)

Más impactante aún, las personalidades reunidas durante el rodaje de Olimpiada en México, en 1968, dirigida por Alberto Isaac, en la que colaboraron: Julio Pliego, Rafael Castanedo, Rafael Corkidi, Paul Leduc, Giovanni Korporaal y Felipe Cazals, con textos de Fernando Macotela y fotografía de Antonio Reynoso, con las voces de Enrique Lizalde y Roberto Morales. Película que obtuvo un Premio Especial de PECIME (Periodistas Cinematográficos de México) y fuera nominada al Oscar a Mejor Documental.

La de México fue la primera Olimpiada realizada en un país latinoamericano de habla hispana. Se llevaron a cabo 172 competencias correspondientes a 20 disciplinas deportivas (18 deportes oficiales y 2 de demostración) en la Ciudad de México, Acapulco, Guadalajara y Valle de Bravo. Participaron 112 países y 5516 atletas hospedados en dos villas olímpicas: Libertador Miguel Hidalgo (Villa Olímpica) y Narciso Mendoza (Villa Coapa). A su vez, el documental capturó una parte de la “Olimpiada cultural” que se efectuaba por vez primera como evento alterno.

Olimpiada en México enfoca los momentos de gloria nacionales: la imponente y solemne entrada de la atleta de 20 años, Enriqueta Basilio, portando la Antorcha Olímpica —primera mujer en la historia de las Olimpiadas que lo hacía y encendía el pebetero Olímpico—, luego de casi dos meses del recorrido de la llama Olímpica por varios países siguiendo la ruta de Cristóbal Colón hacia América. Asimismo, la medalla de oro obtenida por Felipe “Tibio” Muñoz en los 200 metros nado de pecho; la de plata, por el clavadista Álvaro Gaxiola; las medallas de oro en boxeo, para Antonio Roldán y Ricardo Delgado; y de bronce, para Agustín Zaragoza y Joaquín Rocha; la de plata, para Pilar Roldán en esgrima; y de plata, para el maratonista José Pedraza en la caminata de los 20 km.

Olimpiada en México (1968, dir. Alberto Isaac) | FOTO: Cineteca Nacional

Algunos instantes míticos fueron la marca de 8.90 metros alcanzada por Robert Beamon en salto de longitud; el salto de altura de espaldas de 2.24 metros, a cargo de Richard Fosbury; la simpatía y precisión de la rubia platinada: la checoslovaca Véra Caslavska en las barras asimétricas; y, por supuesto, los atletas negros estadunidenses Tommie Smith y John Carlos, ganadores de oro y bronce en los 200 metros planos, que, en el podio de los medallistas, al escuchar su himno nacional, alzaron el puño y bajaron la cabeza en señal de solidaridad con el black power.

“El mayor encuentro pacífico de la juventud que el mundo ha visto”: eran las palabras en voz de Lizalde para la narración de uno de los documentales más importantes de una justa olímpica como la celebrada en México en ese trascendental año de 1968. "Todo es posible en la paz", rezaba el lema de las Olimpiadas de ese año. Una frase lanzada como escaparate de México al mundo y que, sin embargo, resultó un severo contraste con la realidad nacional bañada en sangre a raíz de aquel fatídico dos de octubre, tan sólo diez días previos a la inauguración de las Olimpiadas. 

Aquellos 15 gloriosos días de competencia se redujeron a cuatro horas capturando momentos de éxito y también de fracaso y dignidad, como el del corredor de Tanzania John Stephen Akwhari, que, pese a una severa lesión, completó el recorrido en la prueba del maratón que arrancó en el Zócalo para cerrar en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria. El filme de Isaac mostró la explosiva alegría del público asistente, las modas de la época, sobre todo la femenina, o el momento en que el Tibio Muñoz sube al podio y llora al escuchar el himno nacional mientras observa el ascenso de nuestra bandera.

La Olimpiada destacó, a su vez, por la célebre Ruta Olímpica con espectaculares esculturas en los costados del entonces ultramoderno Periférico, la innovadora gráfica creada para tal evento por el diseñador Lance Wyman, las gestiones del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, Presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos y la maravillosa Fanfarria Olímpica compuesta por Carlos Jiménez Mabarak, autor de la música de películas como: Tiempo de morir, Los recuerdos del porvenir y Veneno para las hadas. Ello, en un instante de gloria arquitectónica, deportiva y emocional donde se fundía el luto, la esperanza y la reconciliación por un México mejor, al tiempo que unos aros olímpicos y cientos de palomas de la paz, ascendían en aquella nostálgica y evocativa tarde de clausura.