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FICM 2015 y 2016: LOS REYES DEL PUEBLO QUE NO EXISTE, EL HOMBRE QUE VIO DEMASIADO, BELLAS DE NOCHE, TEMPESTAD y otros más

En 2015, el Festival Internacional de cine de Morelia (FICM) cumplía 13 años con la misma vivacidad, un arsenal de filmes propositivos y provocadores, apostaba por el rescate de un cine gótico mexicano, le rendía homenaje al michoacano Fernando Méndez e introducía el proyecto Impulso Morelia. De los 12 filmes documentales en competencia, el gran ganador fue Los reyes del pueblo que no existe, de Betzabé García. El filme ganó el Ojo a Mejor Largometraje Documental y el Premio a Documental Realizado por una Mujer. En Los reyes del pueblo que no existe, la realizadora se interna en una región que pareciera extraída de un relato apocalíptico: una suerte de pueblo fantasma asolado por inundaciones que parecen provenir de la nada y que ha llevado a sus habitantes a huir de aquel lugar abandonado, habitado por unos cuantos seres que han aprendido a convivir con la soledad y con una realidad climática tan fascinante como devastadora.

Los reyes del pueblo que no existe (2015, dir. Betzabé García)
Los reyes del pueblo que no existe (2015, dir. Betzabé García)

Sus protagonistas, Pani y Paula, se rehúsan a cerrar su tortillería y dedican su tiempo libre a rescatar al pueblo de las ruinas; Miro y sus padres sueñan con marcharse pero no pueden; Jaimito y Yoya, aunque sienten miedo, tienen todo lo que necesitan. Ellos introducen al espectador por esa zona minada de San Marcos, Sinaloa, para relatar dónde se encontraban antes los restaurantes, los comercios y locales, la escuela, e incluso un personaje trastocado de leyenda a una obra extraña e intrigante.

Por su parte, El hombre que vio demasiado, de Trisha Ziff, ganadora a su vez del Ariel a Mejor Largometraje Documental, se llevó el Premio Especial Ambulante y el Guerrero de la Prensa. Su relato fílmico se concentra en la fragilidad de la existencia a partir de las afamadas instantáneas de Enrique Metinides. El hombre que vio demasiado aborda la obsesión por la muerte de este fotógrafo de la nota roja, su profesionalismo y acuciosidad, su manía coleccionista por las ambulancias y carros de bomberos de juguete, el impacto de sus imágenes, el azoro que suspende el horror a medio camino entre el miedo y el morbo de las personas captado por su cámara, algo inherente al mexicano mismo; así como las exposiciones internacionales de las que "El Niño” ha sido objeto y el relato de sus múltiples accidentes, todo desde el retiro donde vive con su familia y sus hijas. Y, El Paso, de Everardo González, densa denuncia sobre la fragilidad del oficio del reportero en tiempos del crimen organizado, se llevó asimismo, el Premio Especial Ambulante.

El hombre que vio demasiado, de Trisha Ziff
El hombre que vio demasiado (2015, dir. Trisha Ziff)

El FICM llegaba a su décimo cuarta edición, apostando una vez más por reivindicaciones históricas como el ciclo Julio Bracho y la retrospectiva del cineasta y actor alemán Reinhold Schünzel, creador de la original Víctor y Victoria (1933), repudiado por el régimen nazi y por sus colegas germanos refugiados en Hollywood. En el terreno documental, Tempestad, de Tatiana Huezo, obtuvo una Mención Especial y el Premio del Público a partir de dos casos: una joven recluida en una prisión controlada por el crimen organizado y una mujer que busca a su hija desaparecida. Una radiografía del México profundo y a la vez cotidiano donde la violencia y el caos gobiernan. El filme transita en un espacio casi surrealista por el que se mueve el individuo común, víctima potencial en un país que sobrevive dentro del desconcierto que nos rebasa.

Tempestad plantea una suerte de dos microficciones no exentas de cierta puesta en escena dramática: Miriam Carbajal, joven exempleada del aeropuerto de Cancún, es arrestada sin culpa alguna junto con otras personas y encerrada en un penal de Matamoros, Tamaulipas, que controla la delincuencia, en donde padecerá el infierno del encierro y la amenaza constante que sólo puede arreglarse con elevadas cantidades de dinero. Y a su vez, el caso de Adela Alvarado, payasa de profesión en un pequeño circo, que sufrirá el viacrucis de la incertidumbre a partir de la desaparición de su hija Mónica; una búsqueda estéril en la que ha sido presa de extorsiones e incompetencia de las autoridades en total complicidad con el crimen.

Tempestad (2016, dir. Tatiana Huezo)
Tempestad (2016, dir. Tatiana Huezo)

Por su parte, Bellas de noche, de María José Cuevas fue merecedora del Ojo a Mejor Largometraje Documental, al Mejor Documental Realizado por una Mujer y el Guerrero de la Prensa. Inspirado en el título de aquel mítico filme que abrió la veta a un nuevo subgénero de ficheras, albures y desnudos: Bellas de noche (1975, dir. Miguel M. Delgado), la realizadora consigue uno de los documentales más celebrados, entretenidos y atrevidos de los últimos tiempos. Escrito por ella misma y editado por su media hermana y también cineasta Ximena Cuevas, se centra en algunas de las Diosas del espectáculo nocturno del México de los años setenta-ochenta, en un retrato sensible y divertido. Una instantánea nostálgica de la época de las vedettes y los centros nocturnos, así como los rumbos que tomaron figuras como: Olga Breeskin, Lin May, Rossy Mendoza, Wanda Seux y la Princesa Yamal.

Por último, Resurrección, de Eugenio Polgovsky, obtuvo el Premio Especial Ambulante y se ambienta en la legendaria cascada de El Salto de Juanacatlán, en Jalisco, conocida antaño como: “El Niágara mexicano” cuyas aguas se volvieron tóxicas con la creación de un corredor industrial en la década de los setenta. Polgovsky mezcla aquí la visión cotidiana y la conciencia social: el retrato coral de un pueblo olvidado y, a su vez, muestra el cinismo, la corrupción y la indolencia de gobiernos y autoridades, en un relato documental triste y conmovedor.