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Fernando Moreno recomienda Breve película sobre el amor

{{Breve película sobre el amor}} (1988), de Krysztof Kieslowski

En lo más alto de la colección de filias que he acumulado a lo largo del tiempo que llevo de relacionarme con el cine como algo más que un aficionado, Breve película sobre el amor (1988) de Krysztof Kieslowski tiene un lugar muy especial.

Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi, también era la primera vez que me acercaba al trabajo del brillante director polaco que se convertiría en uno de mis favoritos. Era finales de los ochenta y la película formaba parte de la programación de la Muestra Internacional de Cine que por aquellas fechas se llevaba a cabo en una serie de emblemáticas salas de la ciudad de México además de la Cineteca Nacional.

Así mi primer encuentro con la obra del miembro de lo que algunos calificaron como "la corriente de la angustia moral" sería en el bello y enorme Cine Latino que estaba en Paseo de la Reforma.
Desde que se apagaron las luces y conocí la historia de Tomek (Olaf Lubaszenko), un huérfano adolescente que tras espiar cotidianamente a su hermosa vecina se enamora de ella, supe que estaba frente a algo diferente. La mirada era distinta; la propuesta era única.

Más allá de las fantasías vouyeristas de un joven que se infatúa con una mujer mayor a la que idealiza, en el modo de narrar de Kieslowski había algo que me cautivó desde ese momento. Una manera de contar con lo mínimo, una austeridad formal extraordinaria que parecía revelarse contra una pirotecnia vacía que dominaba buena parte del cine que había visto hasta entonces.

Sin embargo, detrás había más. Yo no sabía entonces que Breve película sobre el amor era una versión larga para cine de una serie de películas para televisión que Kieslowski había realizado reinterpretando los diez mandamientos. Tampoco sabía que años más tarde el director repetiría la hazaña de hacer otra serie de cintas que se relacionaban realmente entre ellas –una verdadera trilogía, no concebida solamente para la taquilla– de una manera real y única (Azul, 1993; Blanco, 1994, y Rojo, 1994). A mí en ese momento me importaba la torpeza del buen Tomek y la insensibilidad de Magda (Grazyna Szapolowska) al romperle el corazón. La volatilidad de los sentimientos, la fragilidad de la esperanza.

Meticuloso en el relato, académico en el campo contra campo aún cuando los protagonistas se encuentren en edificios diferentes, y obsesivo en uso del plano detalle como propuesta estética y sello distintivo, el estilo de Kieslowski consigue en esta pequeña joya que la forma se convierta en fondo mientras cuenta una hermosa y triste historia de amor no correspondido.

Usando el telescopio con el que Magda es espiada como metáfora de un juego de control, Breve película sobre el amor es también un retrato de la soledad y una reflexión sobre el uso del sexo como moneda de cambio en nuestros días.

Hacia el final de la cinta, tras rechazar agresivamente el amor de Tomek, Magda tiene la oportunidad de ponerse en sus zapatos y de mirar su departamento a través de la lente de acercamiento que usaba su admirador todas las noches. Entonces comprende y tiene lugar una de las secuencias más emocionantes y conmovedoras que puedo recordar donde ella ve, e imagina, aquello que él sentía, aquello que no pudo ser.

Aceptando que las películas que rodó Kieslowski tras el Decálogo (1989-1990) son verdaderos clásicos modernos (no sólo Azul, Blanco y Rojo, sino también La doble vida de Veronique, 1991) y son obras probablemente más completas y maduras, Breve película sobre el amor no ha perdido su encanto con el tiempo y por eso conserva un lugar especial para mí. Por, entre muchas otras cosas, ser la puerta de entrada a la obra de uno de los autores más interesantes que nos ha regalado el cine.