15 · 09 · 12 Oscar Uriel recomienda Las ventajas de ser invisible, de Stephen Chbosky Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Oscar Uriel, locutor, crítico y productor de cine (@oscaruriel) Resulta inevitable sucumbir ante una película para adolescentes que opte por utilizar la emblemática melodía Heroes, de David Bowie, como tema central de la trama o que parodie con admiración amuletos generacionales como lo es El show de terror de Rocky (1975). Las ventajas de ser invisible hace estas dos cosas; además, posee algunos otros méritos que merecen ser rescatados. Su origen es la novela norteamericana editada por la misma cadena de televisión MTV, que lleva el particular nombre de The Perks of Being a Wallflower de Stephen Chbosky y que fue publicada a finales de la década de los noventa con gran recepción entre los lectores adolescentes en Estados Unidos. Básicamente la historia reunía los asuntos de interés entre los jóvenes que asisten a un colegio de los suburbios norteamericanos: identidad, aceptación, el padecimiento del primer amor y el sentido de la pérdida. Lo que convierte a esta cinta en una agradable experiencia cinematográfica es la fiel traslación que el mismo Chbosky realiza de su novela a la pantalla grande. Es raro el caso en el que un autor se convierte en el responsable de la película basada en su propia novela. Chbosky no sólo capta la esencia de su texto sino que lo convierte en una película en forma. El principal logro en la cinta creo que radica en la precisa elección de su elenco: Emma Watson interpreta a Sam, la quieta jovencita que adopta a nuestro protagonista Charlie, caracterizado a su vez con atino por Logan Lerman, y al que integrará a la banda de desadaptados de la escuela. El otro vistoso personaje en la historia lo interpreta Ezra Miller quien caracteriza a Patrick, el carismático hermano gay de Sam, quien también influirá en la formación de Charlie en esos años fundamentales que se viven en una escuela preparatoria. Emma Watson demuestra aquí que hay vida después de su icónica caracterización de Hermione en la saga de Harry Potter. Ezra Miller comprueba que es uno de los jóvenes actores más interesantes trabajando actualmente y a quien vimos hace muy poco tiempo en un tour de force en el filme Tenemos que hablar de Kevin (2011) de Lynne Ramsay. Pero finalmente creo es Logan Lerman, como el retraído estudiante propenso al suicidio, quien realmente funge como narrador de esta historia. Prácticamente todo lo que acontece a este trío de estudiantes son recurrentes lugares comunes que hemos visto en anteriores películas que abordan las vicisitudes de los adolescentes en el colegio. Lo que hace realmente genuina a esta cinta es la honestidad con la que el autor se aproxima a la historia, ya que el realizador logra evitar que la época y el lugar (Pittsburgh a principios de los noventa) se vuelvan un impedimento para que el espectador logre entrar en la convención que se nos propone. La película posee secuencias memorables, como el cruce de los protagonistas por el túnel de la localidad acompañados de la música de Bowie a todo volumen o el homenaje que rinden a El show de terror de Rocky, probablemente el único acto subversivo que puede acontecer en un lugar así. Es curioso, pero Las ventajas de ser invisible no parece ser la ópera prima de Chbosky en absoluto. Los valores de realización son impecables. Además, podemos notar rápidamente la sustancia de la novela en cada una de las escenas, una difícil labor a la hora de adaptar un popular texto para convertirlo en una película. Finalmente resulta ineludible el que el espectador se sienta identificado. Los inadaptados sociales del Mill Grove High School pueden ser las clásicas parodias de quienes transitan por las aulas del colegio evitando ser víctimas del bullying, sin embargo son interpretados por tres talentosos jóvenes actores que inyectan de franqueza y realismo a sus personajes respectivamente. Las ventajas de ser invisible deja una sensación de melancolía en el espectador porque inmediatamente se evoca esa etapa, aparentemente repleta de candidez e ingenuidad, pero cuya repercusión resulta forzosa en la vida adulta.