17 · 11 · 16 Entrevista a Maya Goded en el 14º FICM Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Anne Lee Wakefield Maya Goded, fotógrafa y realizadora mexicana, presentó su documental La Plaza de la Soledad en una función especial en el 14º FICM. En una entrevista habló de cómo pasó de la fotografía al documental, su experiencia al trabajar con sexoservidoras de La Merced y sus próximos proyectos. Maya Goded ¿Cómo pasas de la fotografía a contar una historia en movimiento? Este proyecto con las mujeres de La Merced lo empecé hace veinte años, y en mis primeras fotos agregaba texto, pláticas con ellas. Posteriormente tuve una exposición en el Museo Reina Sofía (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía) donde usé entrevistas grabadas sobre el amor, retratos… creo que siempre ha estado presente las ganas de incorporar la palabra, la conversación, todo lo que pasa alrededor de una fotografía. Yo tomo pocas fotos porque a mí me gusta platicar, convivir con las personas que estoy fotografiando y todas esas largas pláticas que había hecho con ellas quería explorarlas, grabarlas. Los temas que trato en el documental son los que he examinado a través de la fotografía durante mucho tiempo, asuntos que son importantes reflexionar. En la prostitución hay muchos aspectos que me interesan: el ciclo de la violencia, la construcción del amor en ambientes hostiles, el cuerpo de la mujer y la vejez. En ese sentido, ¿cómo abortaste los temas del cuerpo, el disfrute sexual y la vejez en las mujeres? A mí me sorprende que viven del intercambio de su sexualidad y, al mismo tiempo, de la idealización del amor. Todo el asunto de buscar una pareja, de creer en ella a pesar de todo lo que han vivido y de volver a creer en el amor, aunque algunas se han dado cuenta que el amor no es una pareja, es parte de esta búsqueda y estos temas. Todas las mujeres que salen en el documental han sido violentadas y abusadas toda su vida, pero al final muchas han encontrado compañía en las calles, a pesar de seguir enganchadas a la prostitución. Con la investigación y los años de tu trabajo, ¿por qué crees que no se alejan de la prostitución? Porque para la sociedad lo peor que le puede pasar a una mujer es eso. La sociedad te criminaliza tremendamente, te margina y entonces la calle, en donde han crecido con sus compañeras, se vuelve un lugar para ser como ellas son. No tienen que estar mintiendo o inventado otra personalidad. Al final, es su espacio, su realidad. Yo vivo en la Ciudad de México y nunca he vivido el espacio como ellas lo viven. Yo no siento que mi calle me pertenece, por ejemplo. En el documental es un tema fundamental: te mueres, vas a la plaza, haces comida, regresar al lugar en donde te enamoraste. La calle es su casa. En tu documental se percibe un aura de respecto, ¿por qué no meter el punto de vista de Maya Goded? No sé, quizá estoy equivocada pero siento que eso sale, que se percibe. No quería que fuera una voz que dijera “tienes que pensar esto”, sino que a través de vivir momentos con ellas, el espectador las entendiera con todo y sus tabúes. Quería darles voz. Pero, cuando estábamos editando con Valentina Leduc, había momentos en los que necesitaba salir porque todo es una confesión, una conversación. Hay una parte en donde me veo reflejada en el espejo, cuando una de ellas está contando algo muy duro que para mí también era muy importante: yo me río con ella. Con esto quería que vieran que soy parte, que también río, también juego con esta violencia. Con tu trabajo demuestras que la victimización no es el foco de tu mirada. Muchas de las mujeres que conocí ya murieron y hay otras que están muy mal, las que salen en el documental son mujeres que me dejan con mucha energía para seguir adelante, que me sorprende su fortaleza, su voluntad de seguir y que han encontrado su forma. Para mí era importante ver el mundo del que provienen pero también su sobrevivencia, su sentido del humor, sus búsquedas amorosas. A partir de este trabajo se construyeron otras cosas, por ejemplo: Carlos se quería separarse de Carmen y me dijo que quería cantarle, lo planeamos juntos. Además, la cámara les dio el poder y la confianza de hacer cosas que nunca habían hecho. Entonces, ¿tu conexión fue como mujer? Cuando comencé a tomar fotos estaba embarazada, y sin buscarlo se me ocurrió. Fue una conexión. A lo mejor somos “diferentes” en muchas formas, vivimos muy distinto pero tenemos una conexión. Cuando hice la exposición en el Reina Sofía era importante que no sólo se viera como una exposición sobre prostitución, sino que el espectador se acercara desde lo familiar, que son mujeres que se tienen amores, que las atraviesa la violencia. Sí, es un acercamiento como mujer. ¿Crees que el documental pueda generar un cambio social? Yo inicié con una visión muy idealista de la fotografía. Pensé que iba a cambiar el mundo. Luego me di cuenta que lo mejor que puedes hacer es que la gente vea una cuestión social desde un punto de vista diferente, más humano. Creo que es importante que pensemos: “ella es mujer, ella es madre, tenemos los mismos problemas, los mismos amores…”, es una manera de acercarse al otro. Con el tiempo, he descubierto puntos de encuentro entre la fotografía y el documental. Cuando haces documental te tienes que abrir, enfrentar tus propios tabúes para poder acercarte al otro. Creo que ambos son trabajos que crean puentes hacía el otro. Al final, creo que es lo que necesitamos: conocernos, aceptar al otro, aceptarse a uno mismo. Lo que me emociona de hacer estos trabajos es que se rompen los prejuicios, por ejemplo de la sexualidad y de la vejez. Te da una oportunidad de que se te mueva el piso, porque si no, no hay un verdadero diálogo profundo. No sólo vas a aplicar tu hipótesis, a adoctrinar. Creo que lo que se necesita es un diálogo verdadero, porque al final, el que está detrás de la cámara también es un ente vulnerable. ¿Continuarás en el camino del documental? Sí, porque hacerlo cambió hasta mi fotografía. Siempre contaba historias con las fotografías y ahora veo la imagen por la imagen, ya no tengo esa necesidad de contar historias. Fue liberador. Pero a la vez es tan complicado levantar un proyecto de documental y lo que me encanta de la foto es que te da una libertad muy grande de exploración. Ahora estoy haciendo un documental sobre el alcance que tiene el arte en Ciudad de Juárez, sobre el teatro en una sociedad tan violentada. Sigo a unos teatreros para preguntamos: ¿sirve el arte para acercarte al otro?, ¿qué tanto sirve en una sociedad tan difícil? Las mujeres que participaron en el documental ¿lo han visto, cómo lo recibieron? Hay gente que trabaja estos temas y ya no vuelve a ver a las personas, pero con ellas fue distinto, fueron las primeras en ver el documental. Ellas saben que vuelvo. Carmen y Esther, por ejemplo, son mujeres que han tomado talleres con muchos grupos feministas, son mujeres a las que he visto cómo se han ido empoderando. A Esther la conocía pero nunca la había fotografiado y en esta ocasión me dijo que quería participar. Todas tienen un proceso diferente. No creo que el documental las haya cambiado, más bien es un proceso de tiempo. Todo el mundo teorizamos pero pocas veces les damos la palabra. Hay mucho que hacer por los derechos de las mujeres, somos todos, todos deberíamos preocuparnos más. ¿Qué significa presentar tu documental en el FICM? Estoy muy emocionada, no pensé que íbamos a estar aquí. El año pasado estuvimos en Impulso Morelia y nos dieron el premio de distribución, que es un asunto muy importante para poner el tema sobre la mesa y que el documental se pueda ver en salas comerciales. Me encanta este festival, siempre hay una variedad de cines, de lenguajes.