Skip to main content

Realizadores FICM 2016: Laura Herrero

Estudió cine e imagen en España, México y Estados. Llegó a México en 2010 para trabajar como realizadora, fotógrafa y editora. Es integrante de la asociación La Sandía Digital, que trabaja el audiovisual como herramienta para la defensa de los Derechos Humanos; y del colectivo de cineastas independientes EmergenciaMX. El Remolino es su ópera prima como realizadora. Actualmente se encuentra desarrollando su segundo largometraje, La Mami y estudiando el Master en Cine Documental en la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona. El Remolino es parte de la Sección de Documental Mexicano de la Selección Oficial del 14º FICM.

Página web: www.elremolinodoc.com

Facebook: El Remolino – The Swirl

laura-herrero

¿Qué fue lo que te llevó a hacer este documental?

Lo que me llevó ha hacer El Remolino en primer lugar fue un impulso interno. Todo empezó en el rodaje del largo documental Son Duros los días sin nada. Este documental me llevó en 2012 a conocer poblaciones afectadas por las inundaciones al sur del país. Estando en la ribera del Usumacinta en Chiapas, pregunté por la comunidad que más se inundaba de esta zona y nos llevaron a El Remolino. Resultó ser un lugar diminuto habitado por unas 150 personas que con una actitud genuina y generosa vivían en un pequeño mundo de referencias propias y con poca influencia del exterior. También el espacio me llamó mucho la atención: la luz, los árboles, el sonido, la paz que me transmitía. De inmediato sentí que me encontraba en un lugar que parecía ser sacado de un relato del realismo mágico literario.

Entre los habitantes estaba Esther, con la que hubo una química especial, y Pedro, Dana, Don Edelio y muchos más. Las miradas de los habitantes, su entorno, y la forma de relacionarse me dieron a entender de una forma instintiva que ahí tenía que hacer una película, no había tema, ni objetivo, sólo un impulso. Empecé entonces durante los siguientes tres años un viaje de exploración y aprendizaje dentro de un territorio hasta ahora invisible para muchos.

Tras largas visitas fui entendiendo cada vez más y mejor que El Remolino significaba para mí un reflejo del poder que tiene el ser humano para adaptarse en su mundo interno y personal y en la realidad externa. En cualquier punto del mundo la gente está adaptándose y luchando contra innumerables vicisitudes: al frío, al calor, a la violencia, a la apatía, a las inundaciones. Así que yo quise retratar la capacidad de Esther y Pedro para afrontar con esperanza la vida y para luchar por lo que quieren hacer, aunque ello implique romper morales y creencias del pasado. En la misma lógica, El Remolino habla sobre ciclos. La naturaleza tiene sus ciclos y nosotros al final somos naturaleza, también tenemos nuestros ciclos personales y físicos, y a ellos nos adaptamos.

Quisiera destacar que también El Remolino fue un detonante de inspiración en mi trabajo y en mi vida personal para profundizar en el tema de las luchas de género. Para mí la película es un homenaje a las identidades femeninas que se están configurando en el mundo contemporáneo a través de un diálogo entre el presente de Esther y Pedro con el pasado que representa Don Edelio y el futuro de Dana.

¿Cuál fue el mayor reto que enfrentaste para realizarlo?

Creo que toda nueva película es un reto en su globalidad, un nuevo mundo al que encarar, una nueva experiencia a la que adaptarse. Para esta película en concreto resaltaría dos tipos de retos, uno logístico y otro narrativo.

Respecto a la logística, el reto más difícil fue cómo encarar la inundación, cómo filmarla con los mínimos recursos con los que contábamos. Lo encaramos aprendiendo de los expertos, de los habitantes de El Remolino que nos enseñaron sus cotidianidades, sus métodos, sus ritmos.

Respecto a la narración, el gran reto lo enfrentamos al momento de la edición. El proceso de rodaje fue muy instintivo, de observación, sin juicios, sólo empapándonos de la realidad a lo Frederick Wiseman. Sin embargo, en el momento de edición, que duró 7 meses bajo el ojo cuidadoso del editor Lorenzo Mora, nos enfrentamos al proceso de entender que la película se iba a contar sobre todo a través Esther y de Pedro y que algunos personajes importantísimos en nuestra primera narrativa tendrían que quedarse atrás o desaparecer. Lo mismo ocurrió con algunos temas que pasaron a segundo plano y fueron mostrados sólo con pequeñas pinceladas.

¿Qué director y película te han inspirado y por qué?

Antes de referencias fílmicas considero que mi principal referencia fue literaria: el realismo mágico fue la óptica bajo la cual observé a El Remolino. Por ello es que la novela Cien años de Soledad fue mi principal referente.

También puedo mencionar a algunos directores cinematográficos cuya obra aportó granitos de arena en esta película, como Frederick Wiseman y su forma de encarar la realidad y dejarla ser; como Víctor Kosakovsky y su trabajo de cámara y con los personajes; o como Werner Herzog y sus reflexiones de la relación hombre y naturaleza. Quisiera también reconocer la huella en esta película de autores mexicanos, como la mirada íntima y sensible de Christiane Burkhard, el tejer personajes de Juan Carlos Rulfo en En el Hoyo, el trabajo valiente de Everado González, y el análisis y la cinematografía de Tatiana Huezo. Muchas pinceladas más, muchas otras que seguro están en mi inconsciente, fluyendo como el río de El Remolino.

El Remolino

Pedro es un campesino que defiende su identidad y sus sueños; su hermana Esther lucha por una mejor vida para su hija mientras nos comparte su mundo a través de una pequeña cámara. Ambos viven en El Remolino, una diminuta comunidad de Chiapas que se ve afectada cada año por fuertes inundaciones ocasionadas por el río Usumacinta. Para ellos, la vida es como un remolino que da vueltas en el viaje de sus ciclos internos y del gran ciclo de la naturaleza.