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Discurso de Daniela Michel en la Embajada de Francia

Daniela Michel

Chevalier de l’Ordre National du Mérite de la République Française

Buenas tardes.

Me siento profundamente honrada por esta distinción, que para mi es un regalo tan especial como la relación de amor que tengo con el cine y –por qué no decirlo- con Francia, desde muy pequeña. Quiero contarles aquí cómo empezó esa historia de amor. Mi tío Manuel Michel, cineasta, académico y uno de los fundadores del Centro de Capacitación Cinematográfica, había regresado a México después de una larga estancia en París tras haber estudiado en la gran escuela de cine francesa, el IDHEC.
 

Manuel perteneció a la primera generación de cineastas mexicanos formados académicamente (ya que en ese momento no había escuelas de cine en nuestro país) y trajo a nuestro país su entusiasmo, sus ideas y por supuesto su francofilia. Incluso su adorable perrita salchicha se llamaba Cléo en honor de la película Cléo de 5 à 7. Su departamento en los edificios Condesa estaba lleno de carteles de cine francés, y lo que yo más recuerdo es la imagen de Brigitte Bardot. Mi mamá, por su parte, me llevaba diariamente al cine a ver películas, muchas de ellas francesas con Jean Paul Belmondo y Alain Delon. La música de Michel Legrand aún me transporta a mi niñez. Mi mamá me enseñó a leer muy tempranamente para que yo comprendiera los subtítulos. Ciertamente no eran películas infantiles, pero eso poco importaba. El cine francés me mostraba un mundo sumamente bello y sofisticado.
 

Desde niña supe que me interesaba el cine de manera muy especial, de modo que en primero de secundaria me compré La historia del cine de George Sadoul. Me desvelaba viendo películas clásicas en televisión como Napoleón de Abel Gance y L´atalante de Jean Vigo. Un día, siendo adolescente, mi tío Manuel me sorprendió al llamarme por teléfono y decirme que si quería conocer a Luis Buñuel, llegara en treinta minutos a la casa de este genial realizador en la calle de Félix Cuevas, porque me lo iba a presentar. Dicho encuentro sigue siendo uno de los más bellos recuerdos de mi vida. Buñuel me hacia preguntas sobre mi escuela y me preguntaba que a qué me quería dedicar. Obviamente no me atreví a decirle que al cine y le dije que a la zoología, que de hecho era una materia que siempre me ha resultado fascinante. Buñuel habló con toda modestia de su carrera, habló de su película Él, que hasta la fecha sigue siendo mi película favorita en la historia del cine y me dijo: “Tú aun eres muy joven para comprender que el máximo valor en la vida no es la inteligencia, que se encuentra en cualquier libro, sino la bondad. Esa sí que es muy escasa”. Y añadió Buñuel: “Tuve la fortuna de contar entre mis amigos a Federico García Lorca, que era el hombre más bondadoso que jamás he conocido y aun ahora él es el parámetro de todos mis valores. Siempre trato de actuar pensando en su aprobación”.
 

Con los años esta gran lección adquiere cada vez más peso. Siendo adolescente asistí cada fin de semana al CUC, un cineclub universitario que frecuentemente mostraba películas de la Nueva ola francesa y en donde coincidíamos un grupo de amigos, entre ellos Carlos y Alfonso Cuarón y los hermanos Lubezki. Fueron años muy formativos que despertaron en mi una gran curiosidad por saber más del mundo y sobre todo de Francia. En esos años leí a Flaubert, Camus, Radiguet, Baudelaire, Sartre, Stendhal y Maupassant. Muchos años más tarde, cuando asistí por primera vez como periodista al Festival de Cannes, comprendí con deleite esa frase de mi tío Manuel en su libro El cine francés: “No creo que haya en Occidente un país en el que el cine haya echado raíces tan profundas como en Francia.” En Cannes también fui testigo de algo inimaginable: después de décadas de estancamiento en el cine mexicano, una película dirigida por un amigo triunfaba en Cannes: Amores perros. Con ello se transformó la historia del cine mexicano y eso me inspiró para continuar promoviendo el cine de mi país, primero en las Jornadas de Cortometraje Mexicano en la Cineteca Nacional y después en el Festival Internacional de Cine de Morelia.
 

De Cannes tengo grandes recuerdos en estos 25 años de asistencia ininterrumpida: encuentros con grandes profesionales que se hicieron amigos entrañables como José María Riba, que en paz descanse, y Jean Christophe Berjon, ambos directores de la Semana de la Crítica. Gracias a Jean-Christophe, hemos logrado por 17 años ininterrumpidos que una selección de cortometrajes mexicanos se presenten en Cannes, favoreciendo así a más de 60 jóvenes cineastas mexicanos. También recuerdo funciones matutinas de centenares de películas que forman parte ya de la historia reciente del cine, el honor de haber servido de jurado en dos ocasiones, y el pensamiento que siempre me sorprende cuando estoy ahí: si sumara 15 días de festival por 25 años, me dan exactamente 375 días. Es decir, he pasado ahí más de un año de mi vida.
 

Siendo joven, jamás me hubiera imaginado que iba a conocer a dos de los más grandes pilares del cine francés que de manera extraordinariamente generosa compartieron su tiempo y sus conocimientos conmigo: Bertrand Tavernier y Pierre Rissient. Su amistad ha sido una gran bendición. A Bertrand Tavernier lo conocí en Morelia en 2007 y desde entonces me sugirió la idea de hacer un programa especial para el festival, México Imaginario, que incluyera películas dirigidas por cineastas extranjeros sobre México. Cada año él participaba con sugerencias maravillosas. Cuando empecé a asistir al Festival Lumière en Lyon, organizado por el Instituto Lumière, del cual Bertrand era Presidente, siempre me recibió como el mejor anfitrión. No había nada más mágico que estar junto a Bertrand, disfrutando películas en la Villa Lumière, que es la meca del cine. Atesoro su última carta, muy cariñosa, enviada durante la pandemia. Me queda la satisfacción de haberle dicho la última vez que lo vi, que era el equivalente de un Borges en el cine por su conocimiento más que enciclopédico. Y ¿qué puedo decir del inigualable Pierre Rissient, un hombre que comenzó su carrera como asistente de Fritz Lang, que descubrió a Quentin Tarantino y a Jane Campion y le dio ánimos a Clint Eastwood para convertirse en director? Era para mí un sueño que sus últimos años nos honrara con su presencia en Morelia. Pierre, al igual que Bertrand, era un erudito prodigioso, siempre ávido de compartir sus conocimientos.
 

Era impresionante ver a su gran audiencia de adolescentes en Morelia, lo cual siempre lo hizo feliz. Lo que es aún más increíble, se dio a la tarea de estudiar todo lo que pudo del cine mexicano clásico en nuestro festival. Con cada visita suya, le hacíamos un programa especial en la misma sala, con horarios pensados para su convenencia. Pierre fue el principal promotor de la obra de Julio Bracho, Roberto Gavaldón, José Revueltas y Alex Phillips en el extranjero y gracias a él, se presentaron ciclos en el MoMA, en Bologna y en Locarno. Un lugar aparte merece también el gran realizador francés y muy querido amigo Barbet Schroeder, que me ayudó desde las Jornadas de Cortometraje Mexicano y que fue además nuestro primer invitado de honor y padrino del Festival Internacional de Cine de Morelia. Otro gran honor fue haber recibido a Thierry Frémaux, director del Festival de Cannes y otro gran amigo del cine mexicano, en su primer viaje a México. Desde Los Angeles llegó directamente a Pátzcuaro a la inauguración del recientemente restaurado Teatro Emperador Caltzontzin. Siempre le estaré infinitamente agradecida por su invitación para formar parte del jurado oficial de Cannes en la sección Un Certain Regard, experiencia que me dio un aprendizaje invaluable.
 

El trabajo que realiza Thierry como director del Instituto y del Festival Lumiere es inspirador. Desde sus oficinas en la antigua casa de los hermanos que inventaron el cine, cada mes de octubre reúne a un fascinante grupo de invitados que incluye a las leyendas más formidables de la historia del cine hasta las jóvenes promesas que han debutado recientemente en Cannes. Es para mi una tradición asistir a dicho festival en Lyon pocos días antes de que empiece el Festival de Morelia. Aunque es agotador, cada año me vuelvo a enamorar apasionadamente del cine. Amo Francia no sólo por su cine, que me ha acompañado siempre: Vigo, Renoir, Chabrol, Godard, Malle, Truffaut, Varda, Demy, Melies, Clouzot, Gance, Carné, Pagnol, Clair, Bresson, Franju, Melville son sólo algunos nombres de los realizadores que más me han gustado sin contar con el nuevo cine francés que cada año admiro en Cannes.
 

También he sentido una particular fascinación por su cultura literaria, artística, musical y admiro la manera ejemplar en que se preserva y se promueve en el mundo. Con ese ejemplo e inspiración en el ánimo y el corazón, fue que con un grupo maravilloso de amigos y colegas emprendimos la tarea hace ya 20 años de crear un festival de cine en una de las ciudades más hermosas de México. Quiero recordar que en una reunión en casa del poeta michoacano Homero Aridjis, tuve un encuentro con Alejandro Ramírez y gracias al ánimo que me dio mi esposo Jim Ramey, me atreví a compartirle la idea de llevar las Jornadas de Cortometraje Mexicano a Morelia. La idea surgió después de numerosos viajes a la bellísima ciudad de Pátzcuaro para visitar a nuestra querida amiga, la escultora checa Vladimira Klumparova. Desde que nos conocimos en 1998, Jim ha sido el apoyo más grande que he tenido para concretar mis sueños. No hay palabras para describir mi amor y mi admiración y para expresarle mi gratitud por haber transformado mi vida. Mi queridísimo amigo Alejandro Ramírez no sólo aceptó, sino que además me comentó que Cuauhtémoc Cárdenas Batel también había conversado con él sobre la idea de hacer un festival en Morelia y empezamos a trabajar los tres de inmediato.
 

Iniciábamos así una nueva y hermosa etapa de trabajo y amistad que nos ha brindado muchas alegrías y retos y en la que hemos sido testigos privilegiados de la historia del cine mexicano del siglo XXI. También quiero destacar el apoyo desde los primeros días de Pablo Baksht, Rodrigo Toledo, Alejandro Lubezki, Javier Méndez, Margarita Fink, Rossana Barro, Shannon Kelley, Carlos Garza, Hugo Van Belle, así como de cuatro grandes mentores y queridos amigos que ya no están con nosotros: Joaquín Rodríguez, Pepe Escriche, David Antón y Jaime Ramírez Villalón. La visión, pasión y generosidad de todas estas maravillosas personas han sido fundamentales para mí y para nuestro proyecto compartido.

Un grupo de colaboradores entusiastas e incondicionales del Festival es el que hace posible que cada año Morelia reúna lo mejor del cine mexicano y del mundo, y abra sus puertas a la siempre sorprendente e innovadora cinematografía francesa, entre otras. Sin ellos, el Festival no sería posible y quiero hacer aquí patente mi profundo agradecimiento a mi equipo por su entrañable amistad y profesionalismo: Celia Arvizu, Roxana Alejo, Blas Valdez, Chloe Roddick, Abelardo Ramírez, Doraly Romero, Claudia del Castillo, Berenice Andrade, Pablo Rendón, Gaby Martínez, Alonso Díaz de la Vega, Rafael Aviña, Fernanda Solorzano, Óscar Uriel, Anne Wakefield, Marina y Andrea Stavenhagen y Luna Riba. También quiero agradecer el amor y el apoyo incondicional de mi papá, Carlos Michel, un hombre siempre amoroso que me supo transmitir desde muy pequeña su gusto por los libros y por cultivar el valor supremo de la amistad, a mi hermana Paulina que ha sido ejemplar en su cariño y apoyo, a mis preciosos sobrinos Martín y Sofi, a mi querida hermana Mónica, a mi Maguitos Maldonado, quien me ha querido como una hija, y a mi querido padrino Julio Faesler que siempre ha estado cerca. Y a todos y cada uno de las y los amigos y familiares entrañables que hoy me acompañan les quiero dar las gracias más sinceras. Y ustedes que me conocen saben que no puedo dejar de mencionar mi cariño por mis amorosos compañeros constantes: Wilkie, Winnie, Willow y Dash.
 

Finalmente, quiero expresar mi infinito amor y gratitud por mis increíbles hijos Estelle y James, luz y alegría de mi vida. Los quiero con toda mi alma. No quiero concluir sin agradecer de todo corazón el inmenso honor que me hace la República Francesa, representada por el Excelentísimo Embajador Jean-Pierre ASVAZADOURIAN, al otorgarme esta distinción, que llevaré con honor y responsabilidad, comprometida siempre con dar lo mejor de mi misma en mi trabajo, de cara a fortalecer los lazos de amistad que nos unen.