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PATSY, MI AMOR: La entrega de una adolescente

Patsy es una carismática y sensible jovencita con una enorme carga de sensualidad y fragilidad emocional que estudia en la Facultad de Filosofía de la UNAM; una joven de clase alta, que se ha mantenido virgen. La convivencia entre Patsy y su madre (Alicia Caro) es distante y fría, en cambio, con el padre (Joaquín Cordero) es muy lúdica: ambos están muy compenetrados y suelen tener constantes juegos de palabras. Patsy es cortejada por Pedro (Carlos Cortés), un junior de buena posición; Freddy (Julián Pastor), un bueno para nada, destrampado y hippie; y Germán (Héctor Bonilla), un joven médico apocado y chapado a la antigua. Cuando aparece Ricardo, un treintañero seductor, casado y con hijos, lo que inicia como un juego para Patsy, se trastoca en un tórrido y triste amorío.

Patsy

En 1968, Gabriel García Márquez concibió el argumento de Patsy, mi amor, agridulce comedia juvenil, en apariencia, que marcaría el debut industrial del estupendo crítico de cine Manuel Michel. Este ya había tenido una espléndida experiencia como realizador con el corto Tarde de agosto, inspirado en el cuento homónimo de José Emilio Pacheco, integrante del largo El viento distante (1964). Originario de Chihuahua y estudiante de Letras Hispánicas en la UNAM, Michel se fue a París y, entre 1956 y 1958, estudió cine en el IDHEC. Regresó a fines de los cincuenta y se integró al equipo de realizadores de los noticieros fílmicos de Manuel Barbachano Ponce, donde dirig cortos como: Evocación de Frida, Un millón de niños, Feliz Navidad y Dos más uno igual a dos, y escribió los libros: El cine y el hombre contemporáneo (1963), El cine francés (1964) y Al pie de la imagen (1968).

Patsy, mi amor había sido escrita para que la dirigiera Arturo Ripstein, sin embargo los problemas de rodaje de Los recuerdos del porvenir (1968) hicieron que el argumento pasara a manos de Michel, quien tuvo la oportunidad de aportar su propia sensibilidad y conocimientos cinéfilos al argumento de García Márquez. De hecho, fue su desbordada cinefilia la que provocó que la crítica de su momento prácticamente la despedazara y que el filme pasara casi inadvertido durante su estreno. A la distancia, la ópera prima de Manuel Michel ha crecido enormidades, se trata sin duda de una pequeña joya por descubrir que captura con enorme acierto y sensibilidad la manera de ver el mundo por parte de una generación juvenil de una clase social muy específica y, a su vez, muestra la enorme riqueza cultural e intelectual de una época que se ha perdido en aras de un creciente consumismo voraz y una supresión del gusto cultural e histórico de las nuevas generaciones, con el consentimiento de un Estado cómplice y mediocre a partir de ese parteaguas que fue 1968.

Patsy

Lo inquietante es que Patsy, mi amor se filmó en paralelo a los hechos del 68. Una historia de amor condenada al fracaso por parte de una joven culta, libre y sensible como metáfora de una juventud soñadora de la época, que se enamora, para su desgracia, del mediocre hombre casado que encarnaba Julio Alemán, que pudiera verse como alegoría de la burocratización, la falta de ideales y las traiciones del Estado y las instituciones. En raras ocasiones el cine mexicano ha alcanzado las alturas de verosimilitud, ternura y dolor que consiguió el argumento de Gabo y la puesta en escena de Michel, que abría con el epígrafe: “Desde el fondo de tu juventud y sin saberlo, vienes a mí”, para proseguir con una serie de extraordinarias fotos de infancia y adolescencia de la también excepcional debutante Ofelia Medina, en la secuencia de créditos, mientras se escucha uno de los bellos temas compuestos por el brasileño Carlos Lyra, para la película“Buscando el amor nomás por buscar… Va a vivir. Jugando al amor nomás por jugar… De un amor… a otro amor… sin querer… sin pensar…”.

Se trata de una película muy moderna, no sólo por su estilo narrativo, sino por la naturalidad con que fue abordada la temática: la complejidad de las relaciones juveniles de la época centrada en jóvenes desinhibidos que en el fondo buscan una vida estable y en oposición a los adultos, el intercambio de parejas, la búsqueda de una sexualidad gozosa: “Frígida y cataléptica: no me pones en órbita… será cuando yo quiera y con quien yo quiera…”. Con todo y café cantante llamado Totem y Tabú con sus imágenes freudianas y el curioso grupo musical Los complejos de Edipo vestidos con batas blancas de médicos, y la interpretación del tema Sola, a cargo de la atractiva modelo, cantante y actriz Pixie Hopkins.

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Sin faltar las múltiples referencias intelectuales: la presencia del poeta Luis Rius, carteles de Bella de día y Repulsión, durante su estreno el 4 de julio de ese 1968 en el Cine Regis. Citas a Chagall, Buñuel, San Juan de la Cruz, Séneca y al propio García Márquez (“Sigue lloviendo, igual que en Macondo”) y escenarios citadinos muy ubicables: Chimalistac, Ciudad Universitaria, Chapultepec, el Museo Anahuacalli. Y en el centro de todo, la inevitable caída emocional de una jovencita alegre e inteligente al sumergirse en los juegos de un apuesto mundano y cobarde seductor enamorado de sí mismo, con escenas tan tristes como la confesión entre padre e hija, o la amarga ruptura final, donde él la humilla y trata con ironía y crueldad.

El rodaje de Patsy, mi amor finalizó el 30 de julio de 1968, para entonces, Manuel Michel ya estaba embarcado en el episodio Ivonne integrante del largometraje Trampas de amor. Dedicado a los cortos publicitarios y a echar andar la nueva escuela de cine estatal: el CCC. Michel ya no tendría oportunidad de realizar otro largo de ficción antes de su prematura muerte en 1983.