Skip to main content

El miedo a la muerte: Entrevista a Matías Meyer, director de LOUIS RIEL O EL CIELO TOCA LA TIERRA

Situada en 1885 en Saskatchewan, Noroeste de Canadá, Louis Riel o El cielo toca la tierra sigue la historia de este líder del pueblo métis que fue injustamente condenado a muerte por alta traición por la confederación canadiense. Basado en sus diarios, Matías Meyer nos sumerge en el vía crucis al que se enfrenta Louis Riel desde el día de su condena hasta el día de su ejecución, el 16 de noviembre de 1885.

Dirigida, escrita, producida y protagonizada por el propio Meyer, la película llega a salas de cine mexicanas este 5 de diciembre, luego de formar parte de Impulso Morelia 9 en 2024 y del Festival Internacional de Cine UNAM 14 (FICUNAM) en la sección Ahora México.

El Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) tuvo la oportunidad de platicar con el director sobre el origen de este proyecto.

Louis Riel o El cielo toca la tierra (2024, dir. Matías Meyer)

FICM: Matías, cuéntame: ¿cómo fue tu acercamiento a la historia de Louis Riel? ¿Hubo algún desafío al que te enfrentaste para construir e interpretar al personaje?

Matías Meyer: El acercamiento fue, primero, entender a grandes rasgos quién era este personaje e identificar los temas que me interesaban o que me resultaran cercanos. Rápidamente los encontré. También me interesó mucho el contexto. Me fui a vivir a Montreal en 2011, después de filmar Los últimos cristeros, y al llegar allá me di cuenta de que la temática principal sobre la que están fundadas muchas dinámicas sociales es la exterminación de los pueblos indígenas, el genocidio. Sentí que era un tema central, probablemente el más importante, y que valía la pena investigar y conocer mejor a este personaje.

Me acordé de películas como El resplandor, de Stanley Kubrick, donde se habla de un hotel construido sobre un cementerio indígena, lo cual provoca fantasmas y terror, y de la noción del white man's burden, el “peso del hombre blanco” (poema de Rudyard Kipling). También pensé en Dead Man, de Jim Jarmusch, especialmente en la escena inicial del tren, donde el maquinista —cubierto de hollín y casi demoníaco— dice: “Este tren va directo al infierno”. Empecé a ver esa película desde ese ángulo, que creo que era la intención de Jarmusch: el hombre blanco dirigiéndose a la “máquina”, que al mismo tiempo es el infierno.

Ese personaje, “Hombre Muerto”, alude a que el hombre blanco es un hombre muerto. En ese momento también comenzaba a discutirse con fuerza el cambio climático, así que todo ese contexto me pareció muy significativo. La época de Louis Riel, hacia 1870-1885, está marcada por el ferrocarril y por procesos de colonización. Para mí era como abrir la caja de Pandora: el progreso acelerado, el impacto en el planeta y la destrucción de las especies en una velocidad nunca antes vista.

Todo eso me interesaba. En la película quizá no queda explícito porque la hice de forma muy minimalista, pero está sugerido, como la presencia del ferrocarril.

Después de eso vino ya la investigación directa sobre Louis Riel. También me di cuenta de que en Canadá es un personaje muy importante y muy controversial: fundador de Manitoba, héroe o traidor, visionario o loco. Es quizá el personaje sobre el que más se ha escrito en la historia canadiense.

Y al mismo tiempo solo había un largometraje sobre él, realizado en 1979. Eso me motivó a aventurarme a hacer la película. Tuve además la suerte de que quien me habló del personaje fue mi papá, historiador, con quien ya había colaborado en Los últimos cristeros. Él llevaba años interesado en escribir sobre Riel. Comenzó a estudiarlo de nuevo al mismo tiempo que yo, y me recomendó bibliografía —había tanto material que era abrumador—. Creo que en total leí unas diez mil páginas sobre el personaje.

Yo encontré los escritos completos de Louis Riel, que son la base del guion. Él escribió muchísimo: poesía, reflexiones, diarios, cartas a múltiples personas

FICM: ¿Cuánto te llevó toda esta investigación?

MM: Fue un trabajo de largo aliento. La primera beca que recibí fue en 2013, del Consejo de las Artes de Canadá y del Consejo de las Artes y las Letras de Quebec, para escribir un guion de largometraje. Filmé en 2022, así que me tardé casi diez años en llegar al rodaje.

Entre tanto filmé Amores modernos y seguí escribiendo varias versiones del guion. Algunas eran más épicas, con batallas y más capítulos de la vida de Riel.

El hecho de ser nuevo en Canadá y no tener experiencia filmando allá dificultó conseguir productores. Pasé mucho tiempo buscándolos y no encontré apoyo. Al final decidí producirla yo mismo con un presupuesto muy pequeño. Llevaba años trabajando en esto y creía mucho en el proyecto. Eso me llevó a sintetizar el guion y concentrarme en lo esencial.

Elegí enfocarme en los últimos tres meses de su vida, entre su condena y su ejecución. A partir de sus escritos estructuré el guion como una especie de diario de prisión.

 

FICM: La película aborda la relación entre identidad, territorio y resistencia, temas muy pertinentes hoy en día, discutidos desde la academia y el arte. Desde tu identidad mexicana, y acercándote “desde fuera” a esta historia porque no creciste con ella, ¿cuáles fueron los retos para lograr esta amalgama en la película?

MM: En cierta forma, la identidad cultural del personaje —su lado mestizo, su lado indígena cree— es una identidad que yo no conozco a profundidad. Por más que leyera sobre ella, no me sentía capaz de representarla de manera correcta, como algo que conoces íntimamente. En Los últimos cristeros sí estaba familiarizado con el entorno campesino mexicano, pero no con las comunidades indígenas del noroeste canadiense.

Por eso me enfoqué en el hombre, en la persona, y en un momento específico de su vida: su encierro. No lo vemos inmerso en su cultura, sino en sus palabras, en su pensamiento y en cómo describe quiénes son los métis. Hay una carta donde explica el rol de los métis en la historia canadiense. Dice que son un puente entre los pueblos indígenas y los blancos, porque tienen ambas culturas.

También está su parte católica, que como mexicanos conocemos bien. Por ahí me identifiqué. Los temas de resistencia y territorio forman parte de nuestra sensibilidad como seres humanos; siempre nos han fascinado las gestas heroicas como David contra Goliat. Riel adopta incluso el nombre de David: sabe que lucha contra un monstruo mucho más grande, pero decide hacerlo para dejar un testimonio histórico del abuso y la injusticia.

Con Los últimos cristeros también pasaba algo similar: una lucha contra el Estado para defender su vida y su derecho al culto. Con eso sí me identifico.

Louis Riel o El cielo toca la tierra (2024, dir. Matías Meyer)

FICM: En ese sentido, ¿consideras que el público mexicano puede identificarse con la historia de Louis Riel, tomando en cuenta que en América Latina persisten las dinámicas coloniales y que estos temas hoy se discuten con más fuerza?

MM: Sí, pero creo que todo eso funciona como una capa contextual. Son temas que ayudan a explicar por qué Riel hizo lo que hizo. Pero al final lo que ves es a un ser humano condenado a muerte, enfrentándose a la muerte como personaje.

Creo que con eso se identifica cualquier espectador del mundo. Lo demás puede ser más intelectual, pero el corazón de la película es un hombre que sabe que va a morir. Todos estamos destinados a morir; él solo tiene una fecha precisa. Como cineasta, actor y persona, eso fue lo que enfrenté: ¿qué se siente estar ahí? ¿Cómo lo vives? ¿Qué harías?

Ese es el meollo de la película: el miedo a la muerte.

FCIM: La naturaleza juega un rol importante en la película. ¿Esta elección también tuvo que ver con el sentido minimalista del proyecto?

MM: Creo que no hay nada más bello para filmar que la naturaleza: la luz, los árboles, el cielo, el viento. Estar en la naturaleza es estar rodeado de belleza.

Más allá de mi atracción personal, las creencias indígenas están profundamente basadas en la observación de la naturaleza. Quería darle también ese lado, porque el personaje es muy católico, pero vive al ritmo de la naturaleza y construye metáforas a partir de ella.

La idea era darle esa identidad propia de los pueblos que viven en mayor armonía con el entorno. Para mí, en todas mis películas, la presencia de la naturaleza es una presencia divina. También funcionaba muy bien para contrastar el encierro de la celda con la libertad del exterior, para que el espectador pudiera “respirar”.

Louis Riel o El cielo toca la tierra (2024, dir. Matías Meyer)

FICM: Hablando más allá de la película y pensando en tu trabajo en general, ¿qué representa este proyecto para ti en términos de evolución artística?

MM: Amores modernos fue un experimento, una forma de probar cosas que no me eran tan naturales. Aunque quedé satisfecho con la película, siento que el territorio de Louis Riel es mucho más mío; me siento mejor ahí.

Fue como un nuevo inicio: mi primera película en Canadá, así como Witkin fue mi primera película en México. En Witkin éramos cuatro personas detrás del equipo; aquí también fuimos cuatro. Filmé Witkin en 2006, así que han pasado 16 años, varias películas y distintas escalas de producción. Fue un regreso a los orígenes, pero distinto.

Es una película con un personaje prácticamente solo, con muy pocos diálogos. Es mi primera película en blanco y negro, y me encantó trabajar así.

Representa reafirmar mi identidad como cineasta y seguir haciendo cine a toda costa, luchando contra el sistema de producción cuando es necesario.