11 · 13 · 25 La colonia Guerrero y sus antiguos palacios fílmicos Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña En el cruce de Avenida Hidalgo en el número 115 y la calle de Héroes en la Colonia Guerrero, una de las más antiguas y tradicionales de la zona del Centro Histórico de la Ciudad de México, se localizaba el afamado Cine Monumental, de estilo ecléctico, inaugurado en 1924 con una capacidad de 1,300 butacas. Al inicio de los años cincuenta, la fachada fue remodelada por el prestigioso arquitecto Francisco J. Serrano y, como puede apreciarse en el excepcional relato de José Estrada “El Perro”, Cayó de la gloria el diablo, aquella catedral fílmica aún funcionaba para 1971, año del rodaje. El protagonista es Don Eme (extraordinario Ignacio López Tarso), un analfabeta que recoge periódicos y cartones para vender por kilo, quien, al quedarse sin trabajo, dinero y materia prima, elige la “profesión” de tragafuegos. Cayó de la gloria el Diablo (1971, dir. José Estrada) Son varias las escenas donde ejerce su oficio de “traga lumbre” en el exterior del Monumental donde se proyectaban: “Los mejores programas triples de la capital”, mientras recibe una que otra moneda, al tiempo que se lleva estopas encendidas a la boca. El cine, terminaría como farmacia y local de billares y antes de este, en el Teatro Vicente Guerrero se exhibieron películas hacia 1912 ubicado en la 9ª calle de Guerrero número 160 que desapareció pronto. Otra información sugiere que en 1917 surgió el Cine Salón Casino en la 5ª de Guerrero número 105 y el Cine Mina, en la 3ª calle de Mina número 56. Y en 1924, el Cine Capitolio en el Eje 1 de Guerrero número 107 entre Magnolia y Pedro Moreno, con una capacidad de 1300 butacas.Puede decirse, que la primera gran sala fílmica de la Guerrero fue el Cine Odeón con 2700 a 3084 butacas, inaugurado el 4 de mayo de 1922 en Mosqueta número 29, entre Galeana y Santa María La Redonda, hoy Eje Central, donde se encontraba en un inicio el Teatro Apolo, construido por el arquitecto Carlos Crombé, responsable de otras grandiosas salas de cine como el Olimpia, Cosmos o Alameda. Su dueño fue el empresario estadunidense Theodore Gildred y fue demolido en los años sesenta con la ampliación de Avenida Reforma y hoy es un estacionamiento. Cine Monumental El antiguo Salón La Redonda se transformaría en el Cine Isabel en 1925 con 3278 butacas, en el número 80 de Santa María la Redonda, frente a Garibaldi (algunos lo conocían como “Cine Garibaldi”). El cine desapareció en 1959 y el precio de la entrada en ese momento era de un peso con cincuenta centavos. Por su parte, el Cine Manuel Briseño o Briseño, fue antes un teatro inaugurado en 1907 sobre la calle Guerrero número 192 entre las calles Camelia y Sol, que sufrió amenazas de clausura debido a sus espectáculos “sicalípticos” para la época. El 24 de marzo de 1932 se convirtió en sala de cine con una capacidad inicial de 1267 a 1600 butacas. En 1955 sufrió un incendio y siguió activo y posteriormente se convirtió en el Cine Nacho Torres en 1978. Más tarde en los noventa se dividió en Ecocinemas Guerrero 1 y 2, para terminar como recinto religioso y edificio de departamentos.El Cine Apolo, en la avenida de Santa María La Redonda número 168, esquina con Degollado 15, muy cerca de la vecindad donde nació Mario Moreno “Cantinflas”, abrió sus puertas el 15 de octubre de 1948, la entrada costaba 1 peso con veinte centavos y contaba con 3,650 butacas. El 4 de abril de 1968, el Apolo proyectaba Los adolescentes (1959), cinta estadunidense de Philip Dunn, y un policía se percató de que empezaba un siniestro y dio rápido aviso. El cine quedó en ruinas sin ninguna pérdida humana y actualmente es un conjunto habitacional. Cine Isabel En cambio, el Cine Soto con una capacidad de 3150 a 3483, ubicado en Soto número 235, entre Camelia y Degollado, debutó en sociedad el 27 de abril de 1949. Era célebre en los sesenta por sus matinés los sábados y domingos: parte del boletaje se regalaba y entregaba en la administración del Mercado Martínez de la Torre. Más tarde, a inicio de los años ochenta se transformó en el Cine Juan Orol que cerró sus puertas en la década de los noventa. Fue demolido para construir ahí un edificio de departamentos en el nuevo milenio.Al inicio de los años noventa, los otrora magníficos palacios cinematográficos se fueron reduciendo en tamaño y capacidad de asistentes y la mayoría empieza a desaparecer. Aquellas catedrales del cine fenecen para ser sustituidas por multisalas opacas y pequeñas algunas de ellas reunidas en el espacio que antes ocupaba una sola sala de cine hasta llegar a los multiplex actuales de fin de siglo representativos del nuevo milenio: cines computarizados, digitales e impersonales insertos en plazas comerciales la mayoría.Hoy en día, las modernas tecnologías trastocaron la ilusión de aquellas antiguas salas y una metáfora de ello, es ese bello y evocativo instante final de Cayó de la gloria el diablo: la cámara se aleja del tragafuegos protagonista y se eleva por encima del desaparecido Cine Monumental para planear por la Avenida Hidalgo y la Alameda Central hasta enfocar la Torre Latino con su sonido característico hoy extinto que se funde con la música del organillo y envolver así a esa urbe indescifrable que es la Colonia Guerrero, entre la contaminación y los ruidos citadinos. Metrópoli terrible y sin memoria que aún hoy sobrevive y que día a día se extingue y se transmuta entre el olvido, la indiferencia y el asombro.