02 · 02 · 21 'Charrería'; An Essential Part of Mexican Cinema Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña El 6 de agosto de 1896, el presidente Porfirio Díaz y su familia recibían en su residencia oficial del Castillo de Chapultepec a los ciudadanos franceses Claude Ferdinand Bon Bernard y Gabriel Veyre, enviados de los hermanos Auguste y Louis Lumière. Aquellos llegaban a México con el nuevo aparato óptico: el Cinematógrafo Lumière, y rudimentarias cámaras que contribuirían a mostrar la vida política y cotidiana de nuestro país, su anecdotario social, político y cultural. En noviembre de ese 1896, Manuel Cuesta Gallardo, dueño de la Hacienda de Atequiza en Jalisco, y Lorenzo Elizaga "El Chato", hombre de campo y concuño del presidente Díaz, invitaron a Veyre y Bon Bernard para que captaran con sus cámaras por vez primera a los charros mexicanos de aquel momento. Así, a través de cortos como: Lassage d’un bœuf sauvage, Danse mexicaine, Lassage d’un cheval sauvage, o Combat de coqs, el mundo conoció el folclor campirano, sus jaripeos tradicionales, lazamiento de caballos y novillos, peleas de gallos o la doma de un caballo salvaje. El cine mexicano descubría la pureza y la lealtad de los hombres que araban la tierra, lazaban caballos, o llevaban pistola y sombrero charro, y transformó su entorno rural creando escenarios cargados de gran intensidad dramática como se aprecia en los cortos: Los charros mexicanos (1903, dir. Carlos Mongrad), o El Charro Negro (1917, dir. Manuel Cirerol Sansores), el serial de aventuras rancheras en doce episodios protagonizado por Carlos López "Chaflán". El charro, digno representante de la bravura y el sentir del campo, el experimentado jinete de actitud temeraria, ataviado con sombrero y vestimenta de faena o de gala, redimensionaría su papel de la vida real en la pantalla, alcanzando talla mítica como personaje fílmico. Sobre todo, a partir de la segunda mitad de los años treinta, un amplio espectro de películas y una serie de afamados actores contribuirían a identificar al charro mexicano como el arquetipo del macho, mujeriego, cantador y dicharachero. Y el hombre valiente y de honor, hábil con la guitarra, la pistola, la copla, la bebida, la reata y el caballo, dispuesto a jugarse la vida por sus tierras, sus amigos y la mujer que ama. Cinco intérpretes en cinco filmes esenciales de charrería Tito Guízar fue la primera figura que trascendería las fronteras para trastocarse en el arquetipo del charro mexicano en el extranjero, a través de su personaje José Francisco Ruelas, héroe de Allá en el Rancho Grande (1936), de Fernando de Fuentes, en la que prevalece la idea de la hacienda dichosa cuyos únicos conflictos son los del honor y el amor. Con un argumento de Guz Águila y fotografía de Gabriel Figueroa, muestra peones felices y cantarines, y leves equívocos entre caporales y hacendados. La reunión de figuras como el "Chaflán" y Emma Roldán, la preciosa "Crucita" Esther Fernández, el cantante Tito Guízar y el cantautor Lorenzo Barcelata, darían pie a su vez, a un nuevo género: el de la comedia ranchera y a una infinidad de versiones. Como detalle curioso, Emilio "El indio" Fernández aparece zapateando el "Jarabe tapatío" con Olga Falcón. ¡Ay, Jalisco no te rajes! (1941, dir. Joselito Rodríguez) Luis Aguilar, the unforgettable “Gallo Giro”, debuted in the ranchero adventure comedy Sota, caballo y rey (1943, Roberto O´Quigley) alongside Carlos López Moctezuma, Susana Cora, "El Chicote" and Meche Barba, who appeared in the credits as Meche Isanda. Thanks to the film - which includes the typical evil ´cacique´, the village fair, the seductive singer, the naïve girl and the noble countryman at risk of being treacherously murdered – Luis Aguilar exploded onto the ´charro´ cinema scene, taking on the customs and costumes, as well as the honour and tradition of country-life. It is interesting to note the appearance of the great actor Salvador Quiroz in this film, singing a beautiful interpretation of the song “Humanidad”, by Susana Cora. Los tres García (The Three Garcias, 1946), directed by Ismael Rodríguez, is perhaps the best 'charro' film, telling the story of three violent cousins, all of whom are in love with a young American, Marga López, who must try and choose the best suitor. The film, which mixes comedy and drama to great effect, extols the virtues of the macho, with Pedro Infante, Abel Salazar and Víctor Manuel Mendoza. They drink, sing, execute impressive ´charro´ moves; they even cry. Sara García is extraordinary in the role of the overprotective and tough grandmother, always dressed in black and with a perpetual cigar in her mouth. Los tres García (1946, dir. Ismael Rodríguez)