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El nacionalismo en el cine mexicano

El inicio de la representación del nacionalismo en el cine mexicano podría ubicarse en los años previos a la Revolución Mexicana, pues de acuerdo con datos recabados por el historiador Aurelio de los Reyes, se realizaron proyecciones de vistas de "episodios nacionales" tomados por Carlos Mongrand enfocados en Cuauhtémoc, Hernán Cortés, Miguel Hidalgo, José María Morelos y Benito Juárez, en septiembre de 1904 en Aguascalientes y San Luis Potosí.

Incluso se podría hablar del trabajo de Salvador Toscano, los hermanos Becerril y los hermanos Alva, quienes también retrataron la vida del México revolucionario con fines documentales y periodísticos.

Sin embargo, no fue hasta los años treinta, durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932), que la industria cinematográfica mexicana comenzó a tomar forma, dejando de lado el cine extranjero, principalmente el hollywoodense, gracias entre otras cosas a la llegada del cine sonoro. Así, el 30 de marzo de 1932 se estrenó Santa, de Antonio Moreno, considerada la primera película del cine sonoro mexicano con sonido perfectamente sincrónico a la imagen.

Allá en el Rancho Grande (1936, dir. Fernando de Fuentes) Allá en el Rancho Grande (1936, dir. Fernando de Fuentes)

Por lo general, la comedia ranchera enaltecía la figura del patrón de la hacienda, pues lo mostraba como un padre protector que velaba por los campesinos que trabajaban para él, de ahí que fuera considerado un cine nacionalista conservador. Un ejemplo, es lo que sucede durante los primeros minutos de Allá en el rancho grande (1936, dir. Fernando de Fuentes), cinta que marca el inicio del género y muestra al patrón de una hacienda, ayudar a una mujer campesina que necesitaba un favor económico. Esto pudo representar un obstáculo para que Cárdenas pudiera aplicar su plan modernizador y de redistribución, sin embargo, el Estado entendió que podía valerse de estas representaciones para consolidarse luego del periodo de guerras civiles derivadas de la Revolución Mexicana.

Cabe destacar que durante esta época existía una gran preocupación entre las clases altas por el reparto de tierras y la nacionalización de empresas, de ahí que se realizaran películas como En tiempos de Don Porfirio (1939, dir. Juan Bustillo Oro), donde se resalta la nostalgia y el anhelo por regresar a los años previos a la Revolución.

Gracias a la participación del Estado en la producción cinematográfica, llegaron a las pantallas cintas que enaltecían el heroísmo, las luchas populares, el indigenismo y los logros de la Revolución Mexicana, tal es el caso de Redes (1936, dirs. Emilio Gómez Muriel, Fred Zinnemann), producida por la Secretaría de Educación Pública (SEP), institución dirigida en ese momento por Narciso Bassols.

Aurelio de los Reyes denominaba a este movimiento como “nacionalismo liberal” pues se contraponía a lo establecido por el cine nacionalista conservador representado por la comedia ranchera, de tal forma que había una lucha ideológica constante en la cinematografía nacional.

Con la llegada de la nueva década, llegó un nuevo presidente: Manuel Ávila Camacho (1940-1946), y durante estos años la industria cinematográfica mexicana continuó su ascenso hasta dar paso a la llamada Época de Oro del Cine Mexicano, un cine que, en palabras del antropólogo Juan Pablo Silva Escobar, contribuyó a "la colonización de un imaginario social, en la medida en que presentan un mundo socioculturalmente heterogéneo como el mexicano, a través de un conjunto limitado de personajes y estilos de vida que se convierten en el epítome de "lo mexicano". Así, las películas de la Época de Oro naturalizan en la pantalla aquello que debe ser entendido como la esencia de la "mexicanidad" y con esa naturalización se instala en el imaginario social la ideología del multiculturalismo restringido".