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Eisenstein y su malograda aventura mexicana

El cine mexicano desde sus albores dio inicio a un curioso proceso estético para atrapar la tragedia y la festividad del campo en sus imágenes. Era como arar con luz y abonar con sus relatos de ficción en esos parajes tan cercanos y tan desconocidos que destacaban en medio de un país eminentemente rural. Sin embargo, la ingenuidad de sus primitivos argumentos darían un vuelco cuando, al inicio de la década de los treinta, llegaba a suelo mexicano un innovador de la imagen fílmica: el ruso Sergei Mijáilovich Eisenstein, que transforma por completo la manera de percibir el paisaje cinematográfico nacional.

"No fue la sangre y arena del sangriento espectáculo de la corrida de toros, ni la picante sensualidad del trópico, ni el ascetismo de los monjes que se autoflagelan, ni la intemporalidad cósmica de las pirámides aztecas, lo que penetró mi conciencia y mis sentimientos. Al revés, todo el complejo de mis propias emociones y rasgos surgiendo de mí y, creciendo infinitamente, se convirtió en un enorme país con montañas, bosques, catedrales, personas y frutas, collares de monedas de oro de las muchachas de Tehuantepec y el juego de reflejos en los canales de Xochimilco…".

Así se presenta el propio Eisenstein, que, acompañado de su fotógrafo Eduard Tissé y Grigory Alexandrov, su asistente y coguionista, se dedican a recorrer el país y a rodearse de un grupo de intelectuales y admiradores suyos como: Diego Rivera, Frida Kahlo, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, el etnólogo Agustín Aragón Leyva y el pintor y futuro realizador de La mancha de sangre (1937) Adolfo Best Maugard, cuya ayuda fue fundamental para el cineasta. De inmediato, Eisenstein realiza increíbles bocetos de esa tierra virgen y contrastante de amplios espacios rurales y de un curioso sincretismo religioso: tehuanas, lancheros de Xochimilco, corridas de toros, grabados de Posada, fiesta de día de muertos, la perversidad o la dulzura trágica de sus hombres y mujeres del campo y más.

Einsenstein y su malograda aventura mexicana Sergei Mijáilovich Eisenstein

En paralelo, el maestro soviético realizaría un par de cortos. Uno de ellos sobre la captura fílmica de un temblor que azotó Oaxaca en 1931. No obstante, de todas aquellas imágenes que rondaban en su cabeza, nacería el fascinante y malogrado proyecto de ¡Qué viva México! (Da zdravstvuyet Meksika!,1931) cuyo rodaje dio inicio en la Villa de Guadalupe el 12 de diciembre de 1930, en una obra fílmica que se compondría de cuatro episodios: Zandunga, Maguey, Fiesta y Soldadera, más un prólogo y un epílogo que intentaban mostrar el paisaje mexicano y los relatos de indígenas campesinos explotados por una sociedad dividida en castas. Yucatán, Tehuantepec, Tetlapayac, Hidalgo… niños sonrientes, plazas de toros, rebozos, sombreros charros, calaveritas de azúcar, frailes franciscanos, una indígena violada y su novio, un peón enterrado hasta el cuello para ser sacrificado, y magueyes cuyas puntas se elevan hacia unas incandescentes nubes, utilizadas una década más tarde por el notable Gabriel Figueroa para sus espectaculares paisajes fotogénicos que recorrerían el mundo bajo su mirada y la del director Emilio "Indio" Fernández.

Algunos de los protagonistas fueron: Isabel Villaseñor, David Liceaga, Martín Hernández, incluso Arcady Boytler y varios actores no profesionales. El estado de éxtasis en el que se encontraba Eisenstein filmando en tierras mexicanas empezó a minarse desde las primeras fricciones con el productor estadunidense Upton Sinclair y por ello, el cineasta no pudo filmar el episodio Soldadera, al tiempo que intentó en vano dar coherencia narrativa a las más de 20 horas filmadas. Con el material ya revelado en su poder, Sinclair lo ofrece al productor Sol Lesser quien lo utiliza sin la autorización de Eisenstein y edita en 1933 Tempestad sobre México, donde conserva tan sólo el episodio Maguey. Hacia 1939 Marie Seton monta con parte del material, Tiempo al sol. En 1950 Kenneth Anger edita una nueva versión y Jay Leda otra en 1958. Por último, Grigory Alexandrov consigue realizar un montaje final en 1979 y Oleg Kovalov realiza en 1998 Eisenstein: fantasía mexicana. Y, aparecerán otros nuevos montajes como Fiesta de muertos o Eisenstein en México

Durante su estancia en nuestro país, Sergei M. Eisenstein realizó a su vez una serie de dibujos eróticos considerados obscenos y pornográficos expuestos en la antigua sede de la Cineteca Nacional y destruidos por el incendio que acabó con sus instalaciones en 1982: dibujos que se trastocarían en parte esencial de la película del británico Peter Greenaway, Eisenstein en Guanajuato (2015), filme que aprovecha la belleza de una ciudad que no visitó en realidad el ruso y concentra su trama en los devaneos amorosos entre Eisenstein (el actor finlandés Elmer Bäck) y su guía guanajuatense el genealogista Jorge Palomino y Cañedo interpretado por Luis Alberti, a lo largo de diez días y a través de una serie de escenas muy gráficas y desnudos masculinos que no dejan nada a la imaginación, para mostrar la revelación de su homosexualidad asumida a los 33 años de edad, o el gozoso hallazgo de un erotismo reprimido que descubrió a su paso por nuestro país. Un tema abordado antes por el inclasificable y casi clandestino ensayo fílmico Un banquete en Tetlapayac (1998) del fallecido historiador y crítico de arte Olivier Debroise, que mezclaba ficción y registro documental para indagar en el homosexualismo oculto del director soviético.