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Develan placa del FICM y Alejandro González Iñárritu da Master Class en el CCU

Gustavo R. Gallardo

Con la presencia del presidente del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), Alejandro Ramírez, y la fundadora y directora del festival, Daniela Michel, el director mexicano Alejandro González Iñárritu, la actriz Maribel Verdú y el productor Frank Marshall, invitados especiales, develaron la placa que reconoce a las cintas ganadoras de edición pasada del festival, en el Centro Cultural Universitario.

Develación de placa

Alejandro Ramírez dijo que esto es ya una tradición del FICM y agradeció a los invitados especiales por develar la placa, la cual será colocada en Cinépolis Centro. Posteriormente, el cineasta mexicano, Alejandro González Iñárritu, ofreció un par de sesiones de Master Class para jóvenes cineastas y público en general, en relación al proceso de filmación de Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades, su más reciente cinta que inauguró el 20° FICM y que representará a México en la 95ª edición de los Premios Óscar.

González Iñárritu sobre Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades: “No me interesa la realidad; me aburre profundamente”

El cineasta, vestido de negro como regularmente se presenta, volvió a entrar al auditorio Nicolaíta del Centro Cultural Universitario, ahora junto a la directora del FICM, Daniela Michel. Saludó y agradeció al público que esperó durante horas para verlo y escucharlo, siendo correspondido con vítores, incluso de pie. “¡Te queremos!”, gritó uno de los jóvenes.

Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades narra el viaje existencial de Silverio, un reconocido periodista y documentalista mexicano que, luego ser declarado ganador de un prestigioso premio internacional, tiene que salir de Estados Unidos para volver a México. El viaje, supuestamente sencillo, lo llevará a un límite entre lo absurdo de sus recuerdos y temores.

Bardo tiene varias posibilidades de ser”, explica el realizador, y prosigue: “La que yo tomé es la del limbo en la tradición católica, donde los bebés que no están bautizados y mueren, se queda esa alma en un lugar que no es la tierra ni el cielo”, pero también, dijo, quiso tomarlo como una figura poética que se burlaba de sí mismo y de los demás sin que nadie se diese cuenta.

Develación de placa

Silverio, personaje interpretado por Daniel Giménez Cacho, “se encuentra entre la realidad y la ficción, la verdad y la mentira”. Al respecto, dijo que eligió al “mejor actor de México” porque ambos estaban en un momento muy similar al suyo, entre otras coincidencias. “Fue como ver a un amigo que ya conoces (…) Sin hacer nada, era Silverio”, enfatizó.

“Una de las cosas más difíciles, más estresantes, delicadas, en el trabajo del director, es la elección del casting. Si te equivocas ahí, no hay forma de que salves una película”, dijo.

En Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades, explica, Silverio actúa como un fantasma que pasea por sus memorias, sueños y miedos, por lo que requería de un actor que pudiera ser una presencia que no reacciona, que no sobreactúa: “Es lo que hace un maestro, que parece que estás haciendo casi nada, pero en realidad es lo más difícil de hacer, cuando ya borras tus huellas y parece que eso era muy natural”.

González Iñárritu habló además de la relación que hay entre Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia) (2015) y Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades, incluso con su instalación de realidad virtual Carne y arena (2017), por la que recibió un Óscar especial, explicando que hace una década comenzó a practicar la meditación, lo cual le ha permitido observar sus pensamientos y permitirse burlarse de la voz en su cabeza, que Carne y arena lo lleva a un plano en que convierte al espectador en un fantasma que deambula.

“Creo que de alguna forma Bardo tiene esas dos cosas (…) hay una dualidad de pensamientos, de sentimientos… Esa multirrealidad me interesa mucho porque se revelan muchas cosas sobre uno mismo, se ilumina el cuarto oscuro”, explica.

Masterclass

Alejandro González Iñárritu dijo que Bardo tuvo tres procesos procesos de filmación, ya que diversos problemas orillaron a cambiar de equipo humano. “La misma película fue eligiendo al equipo”, subraya.

Lo que no cambió, dijo, fue el objetivo: hacer una película “bella y genuina”, que surgiera de una herida, porque “el origen de la belleza es la herida”, y que por eso no quiso hacer una cinta oscura, sino transparente. “Todas las películas que he hecho son personales”, dijo, y recomienda a los jóvenes que no tengan miedo de encontrarse, de buscar el crecimiento interior y no ridiculizar sus sueños.

“Esta película no es un alucine, no está ‘medio loca’”, dice tajantemente, y abunda: “No me interesa la realidad; me aburre profundamente. La realidad está demasiado presente (…) Me invita a no ir, sino a profundizar, no estar lamiéndonos las heridas”.

“A nivel formal, la verdad es que estoy agotado; ya no filmaría otra película como Amores perros (2000) (…) Ya no hay retorno a ese realismo convencional”, precisa.