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La música, un arte que va más allá del lenguaje: entrevista a Enrique M. Rizo

Marco A. Sánchez 

Enrique M. Rizo es un realizador mexicano conocido por participar en diferentes filmes de reconocidos directores. Entre sus trabajos más destacados se encuentran: gerente de la unidad de producción en La región salvaje (2016), jefe de producción en Tempestad (2016) y primer asistente de producción en el set en Roma (2018), películas dirigidas por Amat Escalante, Tania Huezo y Alfonso Cuarón, respectivamente.

Debutó como director con Un lugar llamado música (2022), un documental que se centra en la vida de Daniel Medina, un músico perteneciente a la comunidad wixárika, quien es contactado por el compositor y músico neoyorkino Philip Glass con la intención de interpretar piezas musicales juntos, a través de la música ellos formarán una conexión que romperá con la barrera del lenguaje, para así crear un espacio de encuentro y entendimiento. La película llegará a salas mexicanas el próximo 17 de noviembre .

Un lugar llamado música
Un lugar llamado música (2022, dir. Enrique M. Rizo)

Este largometraje  estuvo en la competencia en la Sección de Documental Mexicano durante la 20ª edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM). Además, ha formado parte de la programación de Ambulante Gira de Documentales y de la octava edición del ciclo Talento Emergente de la Cineteca Nacional, de igual forma fue presentado en el Festival Internacional de Cine de Shanghai en 2023.

En esta entrevista concedida para el FICM, Enrique M. Rizo relata cómo fue su experiencia al realizar Un lugar llamado música y la importancia que tiene la música en el filme y en su vida.

FICM: ¿Qué fue lo que más te impresionó de la comunidad wixárika?

Enrique M. Rizo: Yo creo que lo primero que me impresionó fue la distancia, está muy lejos, metida en la Sierra Madre. Sí es un compromiso ir allá, llegas y como nadie va sin motivo, fue impresionante sentirse extranjero en tu propio país; en la ciudad siempre ves a forasteros indígenas sentirse fuera de su entorno, entonces fue muy interesante estar del otro lado. Tú como mestizo, si vas a la comunidad, la gente te ve como “¿Y este gringo que hace aquí?”. Ese fue el primer balde de agua fría, pero fue precioso empezar a hablar con las personas, empezarnos a entender, darnos cuenta de la complejidad cultural y del legado que tienen, porque la comunidad Wixárika es una de las culturas que de mejor manera nos pueden dar a entender cómo era una tradición antes de los tiempos del mestizaje. Esas fueron las impresiones iniciales; es una comunidad que regala y que siempre te da mucho de qué pensar.

FICM: ¿Te costó trabajo adaptarte al entorno de la comunidad Wixárika?

EMR: Ya hemos tenido experiencia trabajando en comunidades remotas, es un trabajo de paciencia y de mucho respeto. Cuesta trabajo porque nos cuestionaron; al principio hubo un ambiente de frustración, su apertura al proyecto no fue inmediata, hubo mucho trabajo de convencimiento y de empezar a entendernos, ya que al principio no comprendían qué era lo que queríamos hacer, esa fue la mayor parte del trabajo, aprender a tener comunicación, entender que sus tiempos y prioridades no son las mismas que uno tiene. 

FICM: ¿Cuál fue tu proceso para crear la narrativa del documental teniendo como reto la barrera lingüística con el protagonista?

EMR: Fue un proceso largo, que fue mucho de ensayo y error. Al empezar se hace trabajo documental, se entrevista a los personajes, entonces empezamos a entrevistar a Daniel en español, su español es bien chiquito, por lo que sus respuestas eran de 20 segundos, y eran respuestas que te dan el “avión” y pues no te llevan a mucho, entonces mejor le hicimos preguntas en español y el respondía en wixárika, y así ya eran respuestas de 15 minutos, después buscaríamos la forma de traducirlo.

Llegamos con una pareja maravillosa de la Universidad de Guadalajara en Colotlán, Jalisco, ellos nos ayudaron a traducir, y ya cuando supimos que decía Daniel fue como ¡wow!, está maravilloso, en base a eso le podíamos dar cierta dirección, pero pasa que cuando yo pregunto en español y él me responde en wixárika no hay una interacción, porque no entiendo lo que dice, no lo puedo refutar ni dar continuidad, así que cuando eventualmente vamos a la comunidad, ahí nos ayudaron a dirigir todo en wixárika, nosotros les dábamos las herramientas; era muy importante para nosotros que no sólo hubiera un retrato nuestro del wixárika, sino uno más interno. Fue todo un viaje y por eso duramos 5 años haciéndola, tiene que ser lento, traducir un pedacito de entrevista tardaba una semana.

FICM: En el largometraje se muestra cómo la barrera lingüística entre Daniel Medina y Philip Glass se rompe a través de la música, ¿consideras que esta es una característica extrapolable a cualquier arte?

EMR: Yo creo que sí, más arriba de la música, y es algo que se desarrolla en la tesis (de la película), la capacidad de escucha que tenemos, no sólo la escucha de nuestros oídos, sino nuestra escucha interior, la que viene del corazón, en el caso de Daniel escuchar a sus deidades, a la naturaleza, en el caso de los músicos escucharse el uno al otro, a través de la escucha ellos logran superar el problema del lenguaje, el arte también te ayuda a aprender a escuchar, de repente hay arte que es más visual entonces ahí la exigencia es aprender a observar; creo que cuando un espectador tiene la paciencia y la convicción de darle el tiempo que necesita a una obra cosas maravillosas pasan, obviamente la obra escrita sí tiene que estar en un lenguaje que uno habla, hay ciertas reglas, pero, siempre que uno esté comprometido a hacer las cosas con atención se puede conectar.

Un lugar llamado música
Daniel Medina 

FICM: ¿Llegaste a conectar con la música wixárika a pesar de no entender de qué trataban las letras?

EMR: No es inmediato, ni un amor a primera vista porque la música wixárika exige, es una música que tiene un gran legado e historia, pero es distinta a la música con la que crecemos en la ciudad, estamos muy acostumbrados a la melodía y a lo regional y de repente escuchar música que sale de las normas de lo que uno piensa que es lo bonito te exige, yo sé que la música no es para todos y hay gente que no la entiende, eso está bien, pero los que sí la aprecian por lo que es y no tanto por sus cualidades melódicas hacen que la música crezca. He escuchado muchos comentarios que al principio no les gustó pero al terminar el documental ya les empezó a gustar. La última canción que tocan ellos en la película la escuchas diferente a la primera que interpretan, no los entiendes de la misma manera, eso es lo bonito del cine, y lo que me gustaría que las audiencias se lleven.

 FICM: En el documental Philip Glass menciona que la manera más importante para aprender de un determinado pueblo es a través de la música, ¿estás de acuerdo con está afirmación?

EMR: Sí totalmente, la música de los lugares siempre te va a remitir a las personas y a la geografía de estos, en cuanto a los instrumentos que utilizan, el momento político por el que pasan, si escuchas jazz de Etiopía te dice tanto de la región de la cultura, también habla mucho del poder económico de cada lugar, al final la forma en la que está grabada la música es un referente de las herramientas que tiene o no para poder registrarla, definitivamente dice mucho del lugar, es una bendición poder viajar a todo el mundo y poder conectar con músicos, con sus canciones, y eso a mí me encanta.

FICM: Y en esta comunidad, ¿cuál crees que era el papel tan importante que tiene la música?

EMR: El papel de la música en la comunidad wixárika es bien enraizado en el sentido que para ellos su música no es un bien consumible de escenario, no dicen “ay voy a un conciertito y me echo una chela y todo bien” eso es super válido, pero para la comunidad wixárika es distinto, para ellos es una forma de conectar con la naturaleza y sus tradiciones en sus peregrinaciones. Daniel habla de lo sagrado que son sus instrumentos, de la madera de donde provienen y él dice que es portador de su música en el sentido que el viento le susurra la música a sus oídos, la escucha del viento o en los sueños y él la traduce, para Daniel él no escribe su música son sus deidades, entonces imaginate aterrizar eso a copyright y registrarlo, “¿quién compuso las canciones fue Daniel, sus deidades o el viento?”es todo un tema, pero es bien bonito porque es un concepto distinto al que estamos acostumbrados.

FICM: ¿Cuál es el aprendizaje más grande que te dejó está producción? 

EMR: Fue el aprender a escuchar, en el sentido de no sólo lo sonoro sino escucharte a ti mismo, escuchar al prójimo, escuchar la música, escuchar el arte, eso es lo que más me deja, aprender a escuchar no es algo que funcione de la noche a la mañana, uno se tiene que comprometer con tomar ese viaje, pero sí se convierte en una forma distinta de vida, es una forma más plena porque al final encuentras más conexión con tu prójimo y con la naturaleza, es darte cuenta que también la naturaleza habla, es aprender ese idioma, eso fue precioso, nuestros personajes hablaban con el “abuelo fuego”, si vienes de la ciudad de forma superficial piensas “esto está medio hippie”, pero para las personas que sí se quieran invertir y sí se claven van a ver que el fuego sí te habla y sí te escucha, para mí fue un parteaguas.