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Claire Denis y MATERIA BLANCA: Morelia 2022

Una de las presencias que más cautivó al público asistente a la vigésima edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) fue, sin duda, la carismática, sencilla y talentosa realizadora francesa Claire Denis (Una bella luz interior, High Life, Con amor y furia), invitada especial en aquel octubre de 2022, cuando se exhibieron varios de sus excepcionales trabajos. El 25 de ese mes se proyectaba Materia blanca / Una mujer en áfrica (2009) y Daniela Michel, fundadora y directora general del festival, la introdujo así: “Es un gusto darle la bienvenida a una cineasta que admiramos muchísimo… una de las grandes en la historia del cine”, en una función que contó, además, con la presencia de Ava Cahen, Directora Artística de La Semana de la Crítica en Cannes.

Claire Denis en el 22° FICM

Claire Denis (París, 1946), educada en Camerún y en otras colonias francesas africanas, asistió a realizadores como Wim Wenders y Jim Jarmusch, para trastocarse, en breve, en una cineasta atípica capaz de proponer insólitas resoluciones en varios géneros tradicionales como el melodrama, el suspenso, la comedia o el documental, concibiendo verdaderas obras de culto en historias de locura, sexualidad y violencia, sin caer en los clichés impuestos por un cine cada vez más globalizado y uniforme.

Diplomada en el IDHEC parisino en 1971, debuta hasta 1988 con Chocolat, una suerte de relato autobiográfico, centrado en una joven francesa que regresa varios años después a Camerún, donde pasó su infancia, seguido de No importa la muerte, la historia de un par de inmigrantes africanos ocultos en el sótano de un bar clandestino que promueven peleas de gallos ilegales, y del documental Jacques Rivette, Le veilleur —ambos de 1990—, sobre el notable cineasta de la nueva ola francesa, autor de La religiosa.

No tengo sueño (1993, dir. Claire Denis)

En 1993, Claire Denis realiza No tengo sueño, thriller inspirado en el caso criminal de Thierry Paulin, homosexual, travesti y asesino en serie de ancianas, que murió de SIDA y sembró el terror en el París de finales de los ochenta. Un filme coral con personajes marginales arrinconados por una sociedad xenófoba, racista y petulante. En 1996 dirige la comedia dramática Nenette et Boni: él, joven cocinero de una pizzería ambulante en Marsella y ella, su hermana embarazada, en una historia que explora temas como la maternidad y la fraternidad.

Por su parte, en Buen trabajo (1999) explora los ambientes viriles, la violencia y la homosexualidad latente, en el medio castrense, a partir de un grupo de cadetes emplazados en la Legión Extranjera Francesa al Este de África. Es la historia del sargento Galoup y su obsesión enfermiza por su duro comandante debido a la presencia intrusa de un popular recluta. Dos años después, la realizadora enfocó sus baterías hacia una oscura historia de amor con elementos cercanos a Roman Polanski (Repulsión, Luna amarga) y a Freud (las teorías de la libido).

Protagonizada por Vincent Gallo, Beatriz Dalle y Tricia Vessey, Sangre Caníbal/ Trouble Every Day (2001) es un pequeño estudio gore sobre la paranoia, la sangre y la carne, en la historia de una joven que desarrolla un perverso placer por la antropofagia, en un filme alejado de las fórmulas genéricas, no exento de un grafismo sanguinolento digno de Dario Argento, como lo muestra la impactante secuencia inicial y en El intruso (2004) relata la historia de un anciano que luego de gastarse todos sus ahorros en un trasplante, viaja a Tahití para buscar al hijo que abandonó tiempo atrás.

Con Materia blanca, Denis regresaba una vez más a África, para narrar una historia de soledad, horror y racismo excluyente. Los blancos, llamados despectivamente “Materia blanca”, se ven inmersos en un círculo de brutalidad que surge de la pobreza, la ignorancia y la frustración, durante los violentos conatos de una insurrección intestina, que lleva a niños a portar machetes y al ejército a degollar a estos mismos infantes, mientras una mujer blanca francesa, la prodigiosa Isabelle Huppert hace lo imposible por mantener en pie su finca cafetalera.

No hay aquí el menor asomo de exotismo o de alardes visuales tendientes al turismo fílmico en la línea de África mía (dir. Sydney Pollack, 1985) con todo y mujer inquebrantable. Tampoco los excesos de brutalidad que se deslizan bajo el barniz de thrillers al estilo de Diamante de sangre (dir. Edward Zwick, 2006). Se trata por el contrario, de un filme contemplativo e intimista con pocas concesiones hacia la violencia sorda y al odio racista en una nación en estado permanente de amenaza, donde la población blanca francesa se siente intocable, como lo muestra la escena de la humillación que sufre el hijo adolescente de la protagonista o el peaje que esta tiene que pagar para salir de su propio terreno.

Destacable además de la gran interpretación de Isabelle Huppert, la intensa música original del filme compuesta por Stuart Staples, cuyos registros sonoros crean una atmósfera casi irreal en el interior de una historia donde coinciden diversos personajes que se encuentran al límite de sus fuerzas: la mujer que se niega a marcharse de un país en guerra civil, el exmarido (Christopher Lambert) —ya con una mujer negra— que desea vender la finca a espaldas de su ex esposa, el hijo blanco indolente, el abuelo enfermo, o el fugitivo renegado al que llaman Boxeador (Isaach De Bankolé), que se convierte en inspiración de jóvenes tan ingenuos como agresivos. Y es que Claire Denis propone aquí un estudio sobre la obsesión y la percepción racista sobre el extranjero, en una trama sobre una familia en crisis cuya vida cotidiana se desquebraja ante el horror social.