08 · 05 · 25 CAYÓ DE LA GLORIA EL DIABLO Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Rafael Aviña Ignacio López Tarso es Don Eme o Emeterio, un analfabeta que recoge periódicos y cartones para vender por kilo; negocio que abandona cuando su altivo sobrino Juan (Sergio Jiménez), que se avergüenza de él y con el que comparte su modesto cuartito en el callejón de Dolores en el Barrio Chino, decide irse una temporada a los Estados Unidos acompañado del Chester (Ernesto Gómez Cruz)… “No se vaya a ofender tío, pero es regacho llegar a su edad y no ser nadie…”, le dice. Sin trabajo, ni dinero, ni materia prima, elige la “profesión” de tragafuegos hasta que por una cuestión azarosa termina en Televicentro, donde ganará por azar un concurso de aficionados: ese éxito efímero se trastocará en una mayor deshonra íntima y social. Cayó de la gloria el Diablo (1971, dir. José Estrada) Con el apoyo de Cinematográfica Marco Polo de los hermanos Leopoldo y Marco Silva, José “El Perro” Estrada y su coguionista Eduardo Luján construyen en Cayó de la gloria el Diablo (1971) uno de los personajes más fascinantes de nuestro cine que sólo un actor como López Tarso sería capaz de crear. Así lo demuestran sus coqueteos con una excepcional Evita Muñoz Chachita, como la pollera Nachita… “Hasta me dan ganas de comérmela…”, con quien emprende unas extraordinarias escenas a medio camino entre el erotismo y la comedia: “Al ratito que estemos solitos, le platico mi sueño…”, le dice ella y al mismo tiempo, terminará engañándolo con su joven sobrino, en un papel con el que Chachita obtendría la Diosa de Plata de Pecime.Cayó de la gloria el Diablo abre y cierra con el enigmático y nostálgico sonido del reloj de la Torre Latino que desapareció después del 2010 de manera intrigante, y termina siendo un retrato vivo, jocoso y a la vez patético, conmovedor y doloroso de buena parte de los mexicanos de ese momento; adultos o niños incluso, como aquella chiquilla aterrorizada por ese mugroso indigente que se lleva estopas encendidas a la boca o los chamacos de la primaria del Centro Escolar Revolución con sus tablas de triplay para elaborar los “regalos” del día de las madres, sorprendidos ante los alardes de ese tragafuegos que al igual que ellos resulta afectado por un aguacero que hace huir a todos por las calles aledañas como la Avenida Chapultepec, que lleva al personaje directamente a Televicentro; metáfora de una fama tan inmediata como fugaz como quimérico sinónimo de genuflexión social y de una momentánea recompensa económica.El filme inicia en un estacionamiento en la calle Artículo 123 donde Don Eme recoge unos cartones y periódicos que transporta en un improvisado carrito para después cruzar por la Plaza Santos Degollado entre las calles de Independencia y José María Marroquí, donde aún sigue en pie una fuente con una estatua femenina. Más tarde, cuando Juan se va con el Chester a los Unites, allá donde todas las mujeres son “güeras como de plástico, no balines como esta…” refiriéndose a Popea (Claudia Islas), una de las bailarinas del montón del Blanquita, Don Eme se queda en su cuarto haciendo lo mismo de cada día: mal comiendo un trozo de torta, una taza de leche, escuchando la estación de la Hora… “Haste, la hora de México…” o radionovelas y recortando imágenes de mujeres para pegarlas en las paredes de su minúscula covacha con su camiseta sucia y roída y a “tragar lumbre” como le enseñó su “tío de Zahuayo”, afuera del cine Monumental con “los mejores programas triples de la capital”, donde recibe una que otra moneda, junto a un par de organilleros.Cayó de la gloria el Diablo reúne a varios personajes patéticos, ignorantes e incluso repulsivos como el propio protagonista, el sobrino agringado, la obesa pollera, los vecinos de la vecindad y los niños que ahí habitan, el ciego que pide limosna en el camión (Omar Jasso), el Trío Señorial que concursa a su vez en la “Feria de talentos”; Malafacha, el animador del cabaret El Caracol (“El nightclub más cercano a su corazón”) (Fernando Villafuerte), el gordo delegado de la feria (Guillermo Álvarez Bianchi); Zoyla Margarita (Martha Aura), la soprano que solo ha cantado en la boda una prima en Salina Cruz… “Borre de su cara la tristeza y permítame que le dé el mejor de los premios: una bolsa de caramelos Polín…” como le dice el locutor Nicky Santini.El clímax de la primera parte es justo el desarrollo del concurso donde López Tarso ejecuta su burdo número de tragafuegos vestido como rey Azteca bajo los acordes de La danza del fuego interpretada al piano por el Maestro Chalo Cabrera donde triunfa de manera lastimosa (“Dile al locutor que le dé el premio al cuate éste de la lumbre…”, ordena el director Mario Casillas) que consiste en 200 pesos, la grabación de un disco, presentación en un teatro de revista y su bolsa de caramelos Polín.Después viene su encuentro con Popea que lo invita a cenar y a su debut en El Caracol, su debut y despedida en El Blanquita con burlas y humillaciones, la búsqueda de un libro de poesía en la famada Librería Otelo con la participación del actor y director teatral Adam Guevara que sugiere “El brindis del bohemio”, la inquietante escena en el interior del Museo de Cera de la calle de Argentina en cuya entrada se encontraba la efigie de una prostituta tísica y la risible grabación del disco en el extinto Cinelandia a un costado de La Torre Latino.Lo que sigue, es la caída al vacío de ese “rey por un día” que regresa a dónde empezó, más humillado y vapuleado que antes. Cayó de la gloria el Diablo es uno de los filmes más inclementes del cine mexicano; un relato crudo, fatalista e implacable, cargado curiosamente de un humor feroz e irónico con el que José Estrada y Eduardo Luján, profundizan en la sicología del mexicano; sus traumas y frustraciones, sus pequeños e inasibles triunfos, sus “ya merito”, sus “casi, casi”, sus tristezas y alegrías y sus mediocres obsesiones. Una obra maestra que se exhibe en Cineteca Nacional México el próximo martes 13 de mayo a las 18 horas.