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Un telar de historias: Entrevista con Ismael Vásquez, director de HILANDO SONES

Hilando sones es un tejido formado por la transmisión de la lengua indígena, los cuestionamientos sobre las formas de vivir la masculinidad y la importancia de la enseñanza de los valores y costumbres de cada pueblo originario.

A través de imágenes que muestran el ciclo de la vida en San Pedro Amuzgos —el pueblo de donde es originario Ismael— conocemos la historia de Don Donato, un popular violinista de la comunidad; de una mujer que preserva el tejido en telar de cintura; de Lorenzo, el hijo de Don Donato, y del mismo Ismael Vásquez.

Por su participación en la sección Largometraje Documental Mexicano en la 22a edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), conversamos con Ismael Vásquez sobre su labor documental.

Hilando sones (2021, dir. Ismael Vásquez)

FICM: Dentro de todas las historias que abordas en Hilando Sones, ¿cuál fue la primera que te decidiste a contar y por qué?

Ismael Vásquez: La primera fue la historia del músico Donato, que ya se había muerto. Todo esto inició en mi infancia y recuerdo verlo en momentos muy específicos e importantes de la comunidad. Tocando en un rinconcito, sin público, sin nada, pero siempre, cuando tenía la oportunidad de verlo, me quedaba parado escuchándolo. Y fue tan lindo porque eso me permitía mucho imaginarme mi futuro, o construir mi persona, como construir qué persona o qué tipo de hombre me gustaría ser, cómo me gustaría vivir mi vida. Fue prácticamente como decir: su música fue algo que me ayudó a soñar, a imaginar y a ser feliz. Entonces a partir de ahí me motivó a querer contagiar o compartir esa sensación que me hacía sentir su música con el público.

FICM: Hay un contraste muy interesante entre tu mamá (Zoila) y el señor Donato. Ella busca preservar y transmitir el tejido del telar de cintura, mientras que Donato no quiere enseñarle a su hijo cómo tocar el violín, y estaba muy cerrado a eso, ¿esta relación deja entrever el símil que pasa con la enseñanza del amuzgo a nuevas generaciones?

IV: A mí todavía me tocó; a mi generación todavía le tocó sufrir mucha discriminación por hablar la lengua indígena y también por ser indígena, obvio. Entonces mucha gente o muchos de mi generación, mis hermanas, de hecho, no les enseñaron amuzgo a sus hijos. Muchas veces pasaba eso porque querían evitar que sus hijos sufrieran lo que ellos sufrieron, porque fue medio intenso la violencia física y emocional que sufrían. Muchos todavía traen ese conflicto y problema.

En lo personal, por mi carrera, necesito aprender el inglés, pero no puedo hacerlo, se me complica mucho. Hay una barrera súper fuerte interior que no logro romper, porque no es nada fácil la experiencia de aprender una segunda lengua.

Entonces pasaba mucho que ellos no les enseñaban a sus hijos a hablar el amuzgo, pensando que los podían cuidar mejor. Y hay otros, que a pesar de eso, tomaron la valentía de decir: "Ok, sí se los voy a enseñar". Y se los enseñaron, esa es la valentía de mi madre, que a pesar de todo lo que ella sufrió, me enseñó el amuzgo y me acompañó en aprender el español. Entonces siempre están estos contrastes o esta diferencia entre quien sí ha podido vivir con ese malestar, con esa molestia y hay otros que se cierran o que se protegen para no continuar con eso.

FICM: Al final se hace evidente un cuestionamiento sobre la masculinidad que se repasaba a lo largo del documental, sobre todo con monólogos tuyos, ¿de qué forma te atraviesa esta temática y por qué decides abordarlo a través de los prejuicios que envolvieron a Donato?

IV: Yo crecí dentro de la comunidad. Ya de adolescente, terminando la universidad, me moví a la Ciudad de México. Afortunadamente tuve unos amigos o estuve en un ambiente muy abierto, muchos estudiantes; gente construyendo, pensando y analizando cosas. Yo no estaba estudiando, estaba trabajando, era barista, pero platicando y conviviendo con ellos fui entendiendo más cosas que yo sabía que existían ahí, pero no las podía nombrar, no sabía cómo describirlas y todas esas cosas. Entonces eso me apapachó mucho, me hizo sentir cómodo.

Cuando vuelvo al pueblo a vivir con mi pareja, me doy cuenta que la masculinidad dentro de la comunidad es muy compleja, donde ellos tienen una forma de entender qué es ser hombre y qué es ser gay. Entonces uno como masculino tienes que colocarte en unas de esas dos categorías, pero no tienes la opción de estar intermedio o no tienes la opción de irte a ni soy gay, ni soy hombre, ni soy mujer, no importa. Ellos no lo entienden.

Hilando sones (2021, dir. Ismael Vásquez)

Entonces aquí el punto es que si eres el hombre, eres el que agrede, o si eres el gay o medio hombre, eres el violentado, ¿no? Entonces digo:  "Bueno, ok. Yo no quiero ser ni el violentado ni el que agrede, ¿entonces cómo puedo vivir mi vida?". En su momento fue algo un poco difícil cómo entender y cuestionar qué es ser hombre dentro de la comunidad. Por eso para mí fue importante resaltar un poquito el trabajo de Donato o el trabajo que hacía el violín de Donato. Darle un espacio a un hombre que se considera muy masculino, darle el espacio para que pueda ser lo que a él le gustaría ser, coquetear con otro hombre, acariciarse y otras cosas.

Entonces son temas donde realmente esa división no es tan fuerte en la vida real. Son temas muy complejos, en donde yo también intenté decirle a la sociedad: "¿Por qué tan rígido de un lado y por qué del otro no?, ¿qué pasa aquí?". Una gran parte de la película es como de preguntas literales, pero también siguen existiendo esas preguntas visuales que están ahí, ¿no? Entonces sigo preguntándome o haciéndome preguntas sobre la masculinidad de la comunidad.

FICM: Por último. La analogía que haces sobre que el pueblo es como un telar, que permite entender tanto la importancia de cada persona dentro de su comunidad y también su valor como individuo para preservar las tradiciones. Sobre esto, ¿qué mensaje buscas dar a los habitantes de San Pedro Amuzgos y también a otros públicos?

IV: Por ejemplo, un telar está construido de cientos de hilos. Y hay hilos de colores, hilos blancos, hilos que van de una dirección a la otra. Lo que digo es que en una comunidad aparentemente hay muchas personas, pero que entre esas personas se forma algo para que pueda funcionar la vida colectiva. Entonces cada una de estas personas tiene un valor muy fuerte dentro de la comunidad, tan fuerte que ellos han permitido que este conocimiento sea transmitido de generación en generación y que de alguna manera, la sociedad pueda funcionar. Porque, a pesar de que en el país nos regimos por leyes y por otras cosas, dentro de las comunidades hay otras formas más internas de cómo se rigen que no están escritas ni tampoco están nombradas con palabras, normas o algo así. Realmente son cosas que no se mencionan, no se dicen, pero se entienden y se viven.

Entonces estas personas que fortalecen mucho estos conocimientos, que hacen que sea posible que exista, son tan importantes en donde colectivamente necesitamos resolver cuando hay una crisis o cuando hay algo que está muriendo. Lo que también intento decir es que, por naturaleza de la comunidad, hay muchas cosas que desaparecen o mueren, pero también por esa misma naturaleza reviven, vuelven a nacer. Así como el ciclo del maíz, que intenté reflejar dentro de la película: siembras, cuidas tu milpa, cosechas, ¿no? Entonces siempre está esa parte donde no se puede permanecer intacto todo, sino que siempre está en constante movimiento y cambio. Eso hace que las cosas funcionen; el tejido comunitario y todos juntos, ¿no?