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Un microcosmos en capas: Entrevista con Alana Simoes, directora de LA FALLA

Los primeros dolores o vistazos de injusticias que percibimos en nuestra infancia quizás tienen que ver con que no nos escucharon cuando queríamos opinar sobre una situación, o menospreciaron nuestra capacidad y emociones simplemente por la cifra de nuestra edad.

Alana Simoes, cineasta brasileña con enfoque documental en las infancias, aborda las fallas que presentamos como sociedad frente a los niños y niñas en su más reciente documenta, La falla (2024), que forma parte de la Selección Oficial en Largometraje Documental Mexicano del 22° Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).

En el marco de su estreno nacional en el FICM, platicamos con Alana Simoes sobre el microcosmos de un problema sistemático que encontró en una escuela de Acatic, Guadalajara.

La falla (2024, dir. Alana Simoes)

FICM: ¿Cómo llegaste a la historia de esta escuela en Acatic, Guadalajara? ¿Qué te motivó a abordar la vida de los niños en un contexto tan sensible?

Alana Simoes: La infancia es un tema que siempre me ha interesado. Este es el segundo largometraje que hago sobre niños; entonces siempre he tenido una profunda conexión con niñas y niños. La película comenzó hace años cuando investigaba a un grupo de normalistas de 16 años que se preparaban para ser profesores de primaria. Me interesaba mucho la vocación en la enseñanza primaria, pero con la llegada de la pandemia, se interrumpió el proceso. Cerraron la escuela y dejé de filmarlos hasta que, dos años después, una de esas normalistas, Celeste, me avisó que le habían asignado un grupo en Acatic y me dijo: “vente para acá”.

Por eso llegué a Acatic, a esa escuela en particular, y también porque las infancias siempre han sido de mi interés. Estuve dos sesiones acompañándola y fueron suficientes para sentir que ahí estaba el espacio para la película y que debía ser con esos niños.

FICM: ¿Cómo fue el proceso de realización? ¿Consideras que fue un reto trabajar la intimidad y cercanía que se necesita para lo documental?

AS: Tal cuál como dices. Para empezar, filmar menores de edad es algo bastante delicado. Yo tenía experiencia de antes, sabía que el trabajo previo a la película (que fue muy largo) justamente tenía que ser con las mamás y los papás, con los tutores de los niños, integrarlos al proceso creativo.

Tuvimos unas seis o siete sesiones en donde platicábamos, sobre todo con las mamás, mi equipo y yo, de lo que pensábamos de la película; pero también los involucrábamos. Ellas no eran nada más como escuchas pasivas, sino que fueron cocreadoras del proyecto antes de filmarlo. Y obviamente esa cercanía con ellas le hizo sentir a los niños que estaban en un espacio seguro para también entregarse a nosotros.

Por supuesto las autoridades de la escuela y de la SEP también jugaron un papel importantísimo; tuvimos muchas reuniones antes de conseguir la autorización en donde platicamos y preguntamos las opiniones de ellos sobre la película.

Yo creo que este trabajo previo entre adultos hizo que los niños estuvieran listos, casi esperándonos al llegar al salón de clases. Nos recibieron de una forma muy, muy, agradable; jugaron mucho, tocaron el equipo; se divirtieron, ya querían ser microfonistas. También hubo una parte muy lúdica que obviamente se refleja en la película. 

FICM: Sí, justo quería preguntar sobre eso, ¿cómo surge la idea de grabar a través de la mirada de los niños, cuándo les dan la cámara? ¿Qué significado aporta al vínculo de los niños con los temas que abordas en el documental?

AS: Pues mira, cuando nosotros llegamos a la escuela y empezamos a grabarlos es cuando transfieren a la profesora a otra escuela. Entonces, la vida en el documental también juega un papel muy importante en todo en el guion; eso de alguna manera nos regaló una estructura. Yo le digo que es como un pretexto que nos daba la estructura dramática de empezar con la despedida y terminar cuando ella se va; y, eso, pues nos dio un espacio y una sensación, porque ellos estaban nerviosos y tristes.

Y a partir de esa despedida los niños sienten la necesidad de despedirse de su profesora a partir de una video carta. Yo creo que el vernos a nosotros con las cámaras y los micrófonos les encantó y dijeron: “nosotros queremos hacer también una video carta a la profesora”. Y fue ahí cuando les dimos una cámara chiquita, que ellos se iban rotando. Me encanta porque lo hacían de forma muy ordenada; yo dije “se va a romper esta cámara en 2 segundos”. Para nada, sobrevivió. Tenían sus tiempos, la compartían y empezaron a hacer el video de la profesora.

Nosotros como equipo los íbamos a observar. Era un espacio de observadores y observadoras a través de la cámara. Lo que estábamos haciendo era pasar tiempo juntos, tiempo de calidad, con mucha atención, sin prejuicios; no tanto con convicciones, sino quizás con nuevas preguntas que surgían a partir de ver todos estos contenidos y todas estas relaciones tan complejas que a veces se dan a esta edad, cuando los chiquillos están recibiendo mucha información —las narraciones del mundo adentro y fuera de las aulas— y lo están metabolizando todavía.

FICM: Anteriormente trabajaste con niños en el documental Mi hermano (2018). ¿Cómo fue trabajar ahora con un grupo mucho mayor y qué especial vínculo logras con ellos?

AS: Fue diferente porque la primera vez eran nada más dos y ahora fueron 24 en un salón; entonces, la parte divertida, y a veces agotadora, eran los gritos. Me acuerdo que incluso en la edición del documental, el editor decía: “Madre mía, o sea, no puedo más de estar con esta gritería”. Entonces, bueno, fue muy divertido porque fue volver a ser niños; nos sentábamos en sus pupitres, estábamos en cuclillas (los dos meses con dolores de rodillas), y eso fue muy bonito: volver a ver el mundo desde la perspectiva en la que ellos los ven; porque todos vivimos ese momento. Para nosotros fue una regresión a los olores, a los útiles, a las gomas; algo muy sensorial y también de profunda reflexión.

Con lo que yo me voy, después de nuevamente trabajar con los niños, es que es muy interesante cuando uno vuelve ahí, a resignificar todo aquello que ahora damos por hecho. Y muchas veces somos producto de lo que nos narran, pero no necesariamente de nuestra interacción con esas narraciones; entonces es muy bonito de alguna manera volver ahí, volver a ese lugar, como de espejo, y decir: “a ver, dentro de todo esto que se me está diciendo, de la manera que se me cuenta el mundo, ¿qué pienso?, ¿que siento?”, y nos alejamos de etiquetas que nacieron en ese momento, porque creo que muchas etiquetas y prejuicios surgen ahí, más o menos en esas edades. Para ver realmente quién soy necesito volver a ese momento.

FICM: A mi parecer, el nombre del documental se construye en colectivo por la analogía a un sistema social que ha fallado en algo fundamental, que es proteger a los niños de estos estigmas, o de estas violencias. Para mí, el nombre hace alusión a eso ¿o cómo fue que lo construiste?, porque también hay analogías respecto a cómo se formó esa comunidad.

AS: Claro, sí. La falla tiene muchas capas. Empezando por la falla tectónica (que nos tomó por sorpresa con otro temblor), también representa las múltiples fallas de la sociedad: aquellas que ocurren no solo en las aulas, sino en el sistema educativo y fuera de él. No es una única falla; son muchas. La película explora cómo todos, en diferentes roles, construimos y transmitimos narrativas a los niños.

FICM: La falla es un documental que da directo y de forma puntual con los temas que aborda a través de retratos de la vida cotidiana de la escuela, ¿crees que la simplificación sea un modo más directo de mostrar a las personas y sus problemas o hechos de vida?

AS: Mira, yo después de todo este proceso de investigación-creación, que significa estar tantos años en un solo tema, fíjate que más que respuestas, me surgieron más preguntas; y creo que eso también es interesante. Entonces, me pregunto mucho si lo que yo les digo a los niños sobre el mundo es la forma correcta.

Creo que el preguntarnos justamente el cómo les estamos narrando esos contenidos y cómo los estamos estructurando; si es realmente la forma en la que les permitimos tener una escucha activa que también los impulse a sentir y a decir lo que sienten, y a tomar decisiones, o no. Y yo creo que eso es una pregunta que nos tenemos que hacer todos desde un lugar muy honesto, porque creo que lo más fácil a veces es echarle la bolita a los papás y los maestros, pero yo creo que esto nos integra a todos; los niños son de todos. Entonces sí, para mí la película nos hace un cuestionamiento profundo sobre cómo estamos narrándoles todo lo que está pasando, tanto en el país, como en nuestros alrededores.

FICM: ¿Por qué decides darle un papel protagónico a Iker? ¿Qué aspectos de su vida te hicieron decidir darle un protagónico a Iker?

AS: Fíjate que eso no lo teníamos previsto, son de las cosas que nos regaló un poco la vida de la película y cuando nosotros empezamos a escucharlos, porque al final filmarlos tiene que ver con esta escucha activa, en donde hay todo un equipo de gente mirándolos con atención. Iker empezó a desarrollar este comportamiento. Nosotros a veces pensamos que era una forma de llamar la atención, pero conforme fuimos acompañándolo sin juicio, Iker vive una transformación; entonces ahí sentimos que de alguna manera lo que se nos estaba revelando era la oportunidad de justamente abordar que detrás de esas acciones de un niño de seis años hay muchísimas cosas sucediendo. Y, efectivamente, como que en él están todas las problemáticas sociales de México: está ese padre ausente que es migrante y que vive también muchas dificultades en estos viajes cada vez que los los viene a ver, vemos esta reconfiguración de su familia en donde ya hay muchos papás, muchos hermanos y en donde a él también le cuesta encontrar un lugar; en fin vamos viendo cómo esa violencia se teje, pero también dentro de todo lo que le escucha allá afuera: como cuando habla de los jotos que ni sabe qué quiere decir. Entonces sí sentimos que él era como un buen catalizador de todo eso que ocurría fuera y fue cuando decidimos dejarlo.

Ahora te cuento que en algún momento la película se nos podría haber ido por la historia de Iker, y nos quisimos regresar a lo principal. Eso ya lo decidimos en el montaje; aquello que nosotros estábamos buscando. Muchas veces eso pasa en lo documental, que se te presentan otras líneas narrativas que a veces es bueno seguir, pero a veces también es bueno regresar al origen.

FICM: ¿Qué esperas que los espectadores se lleven después de ver La falla?

AS: A mí lo que me gusta, de lo que me pasó a mí, es justo que yo regresé a ese momento en donde uno empieza a tener sus ideas claras, sus etiquetas de la vida y entonces me gustó hacer esa relación para cuestionarme si verdaderamente eso que yo creo, que me han enseñado, y que se me quedó ahí, desde esa edad es así o si realmente podemos verlo de otra manera. Entonces yo creo que lo que me gustaría es: por un lado esa esa sacudida de regresar a esos momentos de esas verdades y también ver de qué manera nosotros somos responsables, todos, de lo que les estamos narrando del mundo a los niños, porque es muy fácil decir: "ay, es que es en la escuela o es en su casa", cada quien se echa la bolita, en realidad, los niños son todos nuestros, y estamos aquí nosotros para eso, entonces a mi me gusta esa sacudida.

FICM: ¿Cómo ha sido la recepción del documental?

AS: El estreno en Morelia fue precioso; la sala estaba llena y asistieron muchos maestros. Vino la maestra de Jalisco, entonces fue muy bonito ese encuentro porque más allá de todas las apreciaciones cinematográficas de lo que fue trabajar con niños y todo esto que hemos estado hablando, fue muy bonito que los maestros de Michoacán sintieran que les hacemos un homenaje, porque no solamente no son reconocidos en nuestro país, sino que a veces no entendemos que ellos están recibiendo a niños que vienen con una serie de situaciones también de afuera, en donde los maestros no nada más fungen como maestros sino como tutores, como contenedores de situaciones que los niños viven afuera y que es una responsabilidad muy grande, que les lleva mucho tiempo emocional también, entonces se sintieron, de alguna manera, agradecidos. De hecho nos invitaron a un conversatorio a la Escuela Normal de Michoacán y fue precioso, se reunieron todos los maestros y nos hicieron una charla e incluso nosotros ya hemos estado hablando con nuestra distribuidora Artegios, de la posibilidad de una distribución —digo, además del ámbito cinematográfico— en este ámbito educativo, para que la película pueda generar debate entre docentes.

Los profesores nos decían en la charla: "Qué difícil es hablar con los niños, prevenirlos de los abusos sexuales sin caer también en una mala manera, que difícil es esa linea entre, sí protegerlos, sí decirles pero tampoco meterles ideas o miedos que todavía no están preparados para entender", y hablaban de que justo la maestra lo hace de una manera muy exacta. Entonces me gustó mucho que quisieran ver el material, ver la película como un encuentro para los jóvenes maestros, para platicar, para reflexionar.

FICM: ¿Tienes pensado otros proyectos que abarquen temáticas similares para el futuro?

AS: Fíjate que no. Ahora, el tercer largometraje —que ya lo tengo en postproducción—, representa la primera vez que no voy a trabajar con infancias. De hecho es un trabajo más experimental, que tiene que ver más bien con conceptos como el fracaso en una sociedad como esta que tiene categorías muy radicales de lo que el deber ser, entonces me fui a otro lado a partir de una maestría que hice en filosofía, entonces responde como a otras necesidades. Sí, claro de los blancos y negros no, que tienes que ser de una u otra forma y no hay otra escala de grises.