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TRIGAL, de Anabel Caso: una historia de iniciación

La película, que formó parte de la Selección Oficial del 20° Festival Internacional de Cine de Morelia, se estrenará en salas comerciales.

Los cambios hormonales de aquellos “monstruos” con acné —como se veía a los adolescentes— fueron el preámbulo en los años ochenta y noventa de una de las más infalibles recetas para la comedia fílmica. Las fantasías de los jóvenes en busca de su primera experiencia sexual, la lucha entre los chicos de gimnasio pero huecos del cerebro y los nerds flacuchos, obesos o miopes pero inteligentes, dieron pie a una serie de relatos de aprendizaje y descubrimiento sexual que solían estar marcadas por una serie de posicionamientos machistas como lo ejemplifican las exitosas sagas de Porkys y American Pie.

En contraparte, el tema del despertar sexual juvenil también apostó por inquietantes tramas de horror como metáfora de esas mismas situaciones: Carrie (dir. Brian De Palma, 1976), Feroz (dir. John Fawcett, 2000) o Diabólica tentación (dir. Karyn Kusama, 2009). Por supuesto otras historias de ese subgénero llamado asimismo coming of age, se mueven en terrenos de crudo realismo como Ken Park, de Larry Clark, y Paraíso esperanza, de Ulrich Seidl, o dramas agridulces y sensibles como Licorice Pizza, de Paul Thomas Anderson. En ese sentido destaca sobremanera un excepcional retrato de crecimiento y descubrimiento sexual adolescente en donde las dinámicas de poder y la manipulación llevan el desenlace a un clímax de tensión casi insoportable.

Exhibida en la pasada edición 20 del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), Trigal (2022), de la debutante Anabel Caso, cineasta argentina radicada en México se estrena esta semana en salas comerciales. Durante el verano, Sofía de 13 años (Emilia Berjón Ramírez, espléndida) es enviada a una casa de campo en Sonora donde su prima Cristina de 15 años (Abril Michel, notable) la espera para pasar las vacaciones. En esos días calurosos de ocio y caminatas entre los trigales, ambas se verán sumergidas en un triángulo amoroso con un jornalero veinte años mayor, JC (Alberto Guerra) y cuyo final, no exento de dolor, marcará el paso de la pubertad a la adolescencia para las dos.

Vista así, la sinopsis de Trigal pareciera una historia más de tentaciones adolescentes. Por fortuna, la realizadora traza un sensible y enigmático acercamiento a ese complejo e intimista instante en el que dos niñas están a punto de convertirse en mujeres con los peligros que ello implica en un país tan violento y machista como lo es México y más aún en sus zonas rurales solitarias y alejadas de todo. No sólo eso, el filme suma una serie de personajes que adquieren no sólo trascendental importancia en el desarrollo de la trama, sino que al igual que Sofía, Cristina y JC tienen su propia dimensión, como es el caso de la espléndida Nicolasa Ortíz Monasterio en el papel de Silvia, hermana mayor de Cristina que tiene una disfuncionalidad mental que le lleva a comportarse como una niña pequeña y a su vez a liberar pájaros de sus jaulas para después matarlos.

La curiosidad de la ingenua Sofía por observar imágenes de hombres desnudos que le muestra una compañera de clases aunado a las sospechas de su madre de que su hija pueda incurrir en malos pasos, la lleva de la ciudad a una provincia idílica cuya calma, paz y hastío es sólo una simple apariencia. En la casa de la tía Susy (Úrsula Pruneda) se ocultan secretos como el hecho de que su marido Pancho (Gerardo Trejoluna) sea amante de la hermana de aquella, madre de Sofía. No sólo eso, Cristina está empeñada en seducir a JC, ese adulto que se trastoca en objeto de deseo de las primas y, para ello, no basta la primera menstruación, intercambios de miradas, lecciones de besos entre las primas, una carta, unos labios pintados de rojo o portar una blusa de manera seductora, sino un encuentro de manipulación y deseo en el que coinciden JC, su amigo alcoholizado (Memo Villegas), la infantil Silvia, una celosa Cristina y una deseosa y virginal Sofía que se encuentra a solas con el hombre que trata de aprovechar su poder de atracción.

Trigal deja ver a una eficaz y sensible narradora como Anabel Caso, en un relato intimista con elementos de thriller de suspenso, sobre las emociones y el descubrimiento erótico de dos niñas, la vulnerabilidad adolescente y su exposición al peligro —como sucede en Palm Trees and Power Lines (2022), de Jamie Dack— así como los matices de la violencia de género, el consentimiento y la manipulación adulta.