Pasar al contenido principal

Terry Gilliam podría filmar en México El hombre que mató a don Quijote.

Gilliam, quien ya se había ganado el entusiasmo de los concurrentes al Festival, tuvo éstas encuentros  previo a la conferencia de prensa que brindó en el Teatro José Rubén Romero.  El realizador se mostró relajado y contento. Mientras se sentaba con alguien a platicar de manera informal e íntima, las cámaras grababan y el resto de los reporteros escuchábamos la entrevista, hecho que generó un ambiente de cordialidad, casi festivo.

En estas “pláticas”, Gilliam fue compartiendo de manera  atenta, calida y humana, lo que serían las semillas de los temas a tratar en su conferencia de prensa, con su característica postura irreverente frente a los cánones sociales y las jerarquías. Con ésta misma actitud, el cineasta rechazó  también el estatus de “diva” achacado a los directores  -y acogido por algunos de ellos, de igual forma  abordó tanto temas del mundo del  cine como personales.

Sobre sus inicios como director, dijo que al principio  estaba “lleno de dudas” cuando hacía una película. Compartió que entiende por qué la gente tiene temor a ingresar a la cinematografía y a la dirección; temor  que nunca se vence del todo, por “las batallas” que los directores tienen que sostener para ‘defender’ la integridad de su película. Comentó: “Esas batallas no son ganables, sólo se puede aspirar a un compromiso…a una negociación.”

Agregó que su inicio en la realización había sido muy fortuito, por la suerte que corrió el equipo de  Monty Python, - grupo de humoristas que sintetizó la idiosincrasia británica de los años 60 y 70-, por la gran libertad que gozaron en la BBC y el lugar prominente que ocuparon en la televisión.  De ahí confesó lo particular de su caso: “Yo me crié en Los Ángeles, odiando a Hollywood.”

“¿Cómo fue que optó por ser artista?”- Gilliam dijo estar realmente perplejo. “Yo tuve una niñez muy cómoda, tipo Tom Sawyer, cerca de la casa estaba el bosque y el pantano. No nací pobre, ni con problemas, ni pertenecí a una minoría…no sé cómo pude llegar a ser artista”.

Después, habló acerca de su relación con el arte, argumentando que los gustos artísticos de cada director son los que conforman sus películas, “a mí por ejemplo, me gusta  el surrealismo por las complejidades que contiene, como se aprecia en la obra de Max Ernst.”

El creador de películas como 12 monos mencionó que le gusta el giro que ha tenido la animación en el cine, por toda la gente que se suma al trabajo con sus ideas y aportaciones. Aprovechó para hablar sobre la autoría de sus cintas y subrayó “las películas no son mías sino de son  todos.”  Tambien mencionó que las ideas no son suyas “sucede que vienen  a mí.”

Cuando un joven reportero le preguntó con cuál de los personajes de  El imaginario del Doctor Parnaso se identificaba,  contestó que con todos sus personajes; pero ante la mirada perpleja del reportero,  añadió: “yo tengo una mancha rojiza en la frente que se va extendiendo con los años, esto tal vez  te diga algo acerca de quién pudiera ser.”

Posteriormente, a partir de  un comentario que el cineasta expresó en una conferencia de prensa previa, predominron las preguntas acerca de la filmación de la película en la cual se encuentra trabajando ahora: El hombre que mató a don Quijote. El realizador explicó que la figura del Quijote es muy importante para él porque: “Todos los hombres corremos tras los molinos. Lo único que espero es que mi película sea algo que Cervantes hubiera disfrutado.” A la pregunta sobre la posibilidad de filmar en México, como había insinuado anteriormente –noticia con la que sorprendió y deleitó al público-,  consideró que por razones pragmáticas sería ideal, pues podría realizarla en el país a un costo mucho menor que en España. Luego, con entusiasmo exclamó: “pero sobre todo; ¡mira esto! ¡Mira nada más!”, mientras giraba con los brazos abiertos, señalando la espectacular arquitectura colonial del Conservatorio de las Rosas.

Gilliam se deleitó al escuchar de un reportero que su papá le había regalado una de sus películas, Bandidos del tiempo, cuando él tenía 9 años; lo que me instó a comentarle que mi hijo a esa misma edad también había descubierto a los Monty Python y había seguido siendo tan fan de ellos, que a sus 30 había utilizado el nombre de un sketch de ellos, “Bruce” para su grupo de arte. El realizador siguió riéndose y me preguntó: “¿Qué será que tienen los niños de 9 años?” Le respondí:  “¿Será algo que les dura, por lo menos hasta los 30?”. Al soltar la carcajada, Gilliam, extendió sus brazos, en uno de sus  característicos gestos de libertad e irreverencia.