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Post Tenebras Morelia: 10 años del FICM

La primera edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), abrió con expectativas en apariencia más sencillas y menos espectaculares que otros eventos ya consolidados. Lo curioso, es que, desde su primera prueba, adquirió reputación y una sorpresiva madurez, enfocando sus baterías hacia áreas neurálgicas, como sería la proyección de un cine internacional entre el prestigio comercial y la experimentación insólita. Pero sobre todo, acumuló energía alrededor de un cine mexicano de permanente vocación experimental, gran aliento y por lo general poco apreciado, como lo sería el corto, el documental y un cine regional representado por cortos michoacanos.

Con el apoyo decisivo del gobierno del Estado y de los creadores y fundadores del evento: Alejandro Ramírez Magaña, presidente del festival y director de Cinépolis, empresa mexicana que respaldó la iniciativa, Cuauhtémoc Cárdenas Batel entusiasta vicepresidente del festival y la eficaz y férrea planeación de Daniela Michel, directora del festival, más un eficiente equipo de colaboradores, el Festival de Cine de Morelia consiguió crear una amplia expectación a través del cortometraje, el documental y posteriormente, un nuevo cine de ficción más crítico e independiente. Ese año de 2003 era testigo de los estrenos de dos obras trascendentales de ese nuevo cine que se venía gestando: Mil nubes de paz de Julián Hernández y Japón de Carlos Reygadas. Año a su vez, de las nominaciones al Oscar para Frida, de Julie Taymor, Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón, y El crimen del Padre Amaro, de Carlos Carrera, y de los intentos por parte de la Secretaría de Hacienda de liquidar los Estudios Churubusco, el IMCINE y el CCC.

La génesis del festival surgió del aprendizaje y la experimentación, del entusiasmo por aportar nuevas rutas a una industria encajonada y encerrada entre tantos candados de burocracia y apatía, cuyos antecedentes pueden rastrearse en las Jornadas de Cortometraje y los Encuentro de Realizadores Mexicanos en la Cineteca, ideados por Daniela Michel, que servirían como puente con un evento que consolidaría esa evolución fílmica mexicana del nuevo milenio y lanzaría figuras que a la postre se convertirían en atrayentes personalidades internacionales. Entre ellos: Carlos Reygadas, Amat Escalante, Nicolás Pereda, Fernando Eimbcke, Julián Hernández, Roberto Fiesco, Gerardo Naranjo, Michel Franco, Matías Meyer, Yulene Olaizola, Eugenio Polgovski, Everardo González, Juan Carlos Rulfo, Rigoberto Pérezcano, Francisco Vargas y muchos más.

Diez años después, Morelia sigue representando esa vanguardia cinematográfica nacional. Ya que, más allá de su extraordinaria programación internacional (este año se vieron entre otras: Amor de Haneke, La caza de Vinterberg, Beyond the Hills de Mungiu, o Final Cut de Pálfi), continúa siendo el escaparate de las nuevas tendencias como lo mostraron varios de los largos en competencia y la nueva e intrigante obra de Reygadas: Post Tenebras Lux (2012) con la que obtuvo el premio a Mejor Dirección en Cannes en una controvertida decisión.

En el arranque de Post Tenebras Lux, la propia hija de Reygadas corre por un campo al atardecer en medio de dóciles vacas y perros furiosos y desafiantes. Una suerte de bandos encontrados que se enfrentarán como parábola de lo que vendrá, precedido de relámpagos que iluminan las tinieblas y la llegada del Demonio: el Mal encarnado en un enclenque macho cabrío de un rojo incandescente que penetra en la casa del protagonista niño –la propia casa de infancia de Reygadas- llevando consigo una caja de herramientas –la misma del padre del realizador -, para reparar lo irreparable, en un filme de narrativa dislocada que corre en el presente y en un futuro incierto, en medio de fantasmales efectos de luz a cargo del brillante cinefotógrafo Alexis Zabé.

Como en sus anteriores obras, no faltan personajes obsesionados con el sexo, el asunto de la crueldad, la banalidad y el despilfarro, en una obra que conecta con la actual y cotidiana violencia en un México de hondos abismos sociales. Un país de una agresividad e ignorancia tremenda (el hombre que desea derribar el árbol, el borracho en la cantina, los alcohólicos anónimos). Con algunas imágenes alucinantes de sexo compartido en elegantes baños de vapor parisinos, donde se llevan a cabo orgías e intercambios de pareja en habitaciones que llevan por nombre Hegel o Duchamp, en el que es quizá el filme más inquietante, críptico e intenso de Reygadas.

Y es que, bajo el amparo de Morelia no sólo creció la discusión sobre la responsabilidad del documentalista ante la exposición de una realidad ajena, sino la de un cine minimalista, contemplativo, de actos mínimos, en ocasiones con actores no profesionales, pero de alcances críticos y reflexivos profundos. Todo ello, en un ambiente cordial y cálido de discusión permanente y sincera, alejado del falso triunfalismo expuesto por los medios y la burocracia de las instituciones. A Morelia se le debe eso y más.

 

Rafael Aviña es crítico, guionista e investigador de cine.