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Pilar Campesino, guionista (1945-2024) y Manuel Poncelis, actor (1954-2024)

Sin duda, uno de los debuts industriales más promisorios del cine echeverrista recayó en la figura de Gabriel Retes y su inclemente ópera prima Chin Chin el teporocho (1975), filmada en el afamado barrio de Tepito, donde sucede la acción de la novela homónima escrita por Armando Ramírez, oriundo de aquella zona, a partir de una trama coral, violenta, cruda y sincera sobre las conductas de jóvenes del lumpen proletariado nacional en el interior de una urbe que iniciaba su descenso acelerado entre devaluaciones, corruptelas y falsos triunfalismos sociales.

Lo más curioso es que ese universo brutal, sin redención y masculino en esencia, era arropado por el sensible talento de una mujer: la dramaturga y guionista Pilar Campesino Romeo, pareja entonces del propio Gabriel que firmaba sus trabajos argumentales como Pilar Retes o Ly Seter. Antes de aquella, Pilar actuó y firmó el guion de los cortos de Retes en Súper 8, Sur (1969) y El paletero (1971) y, a su vez, escribió varios de los diálogos de Los años duros/ El nacimiento de un guerrillero/ Los bandidos (1973), largometraje en Súper 8 del mismo Retes, ganador de varios reconocimientos.

Pilar Campesino

Pilar, madre de los actores Juan Claudio y Gabriela Retes, cursó Sicología en la Ibero y más tarde, Literatura Dramática y Teatro en la UNAM. En 1967 recibió una mención honorífica del INBA por su obra Los objetos malos, y a su vez fue becaria del Centro Mexicano de Escritores (1968-69). Colaboró también en los guiones de Los náufragos del Liguria y su continuación: Los piratas (1984-85), inspiradas en Salgari y en la serie televisiva de la SEP, Historias de niñas y niños (1981-82), todas dirigidas por Retes. En su labor como guionista, Pilar rastreó sus situaciones y diálogos en la toma de conciencia de jóvenes universitarios hartos de la desigualdad y las instituciones gubernamentales viciadas y, a su vez, en una juventud desilusionada a partir de la cruda del 68 que encontraba en el sexo sin compromisos, el alcohol, el desmadre y la droga un paliativo para “irla pasando el día a día”.

En Chin Chin el teporocho resultan inquietantes los personajes femeninos; la mayoría de ellos fuertes y liberales como Sonia (Diana Bracho), luchadora social y atea que desea ir a la Universidad y discute con su hermano, a quien considera “poquita cosa”, empeñado en irse de bracero a los Estados Unidos o doña Chole (Dolores Beristáin), una mujer madura y liberada sexualmente. La obra de teatro de Pilar Campesino, Octubre terminó hace mucho tiempo (1969), sobre los sucesos de 1968, fue censurada en su momento y estrenada en 1974 con enorme éxito en el Teatro El Galeón bajo la dirección de Gabriel Retes.

Manuel Poncelis

En Cero y van cuatro (2004), cuatro episodios a cargo de cuatro cineastas muy reconocidos, se apostaba por una suerte de ironía y humor negro a partir de una paranoia clasista, expuesta sin sutileza alguna y evitando la verdadera confrontación de la realidad social de un país como el nuestro, que enfrentaba entonces el horror de los secuestros cotidianos. Sin embargo, lo mejor de esos relatos se localizaba en las actuaciones de una incipiente generación de actores “secundarios” encasillados por sus características físicas o su color de piel en papeles de “gandallas”, indolentes o criminales; entre los que se encontraban: Gustavo Sánchez Parra, Rene Campero y Manuel Poncelis. Los tres terminarían en breve por destacar por encima de los estándares establecidos y proponiendo personajes destacables algunos excepcionales, incluso como protagonistas.

Y el mejor ejemplo es Sueño en otro idioma (2015), de Ernesto Contreras, en la que Poncelis y Eligio Meléndez obtuvieron el Premio a Mejores actores en el Festival de Guadalajara, en un sensible y emotivo acercamiento al tema de la amistad viril y el amor en tiempos donde la diversidad sexual no existía. En ella, buscando las raíces de una lengua a punto de fenecer, un joven lingüista (Fernando Álvarez Rebell), descubre el origen de las rencillas entre dos ancianos de un pueblo apartado (Poncelis y Meléndez). José Manuel Poncelis Gasca estudió Teatro y Artes Visuales en la UNAM. Sus primeras intervenciones en la pantalla ocurren en 1991, año en que debuta en Cabeza de Vaca como un indígena herido, en la crónica fílmica del conquistador Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Ese mismo año aparece en los cortos a medio camino entre el documental y la ficción, dirigidos por Gonzalo Infante y producidos por el INAH e IMCINE: Uxmal. Piedras de lluvia, Chichén Itzá. La palabra del chilam y Bonampak, el encargo.

Su muy característico aspecto en suma llamativo, su ascendencia indígena y su talento histriónico lo colocan pronto como un rostro muy reconocible en eficaces e importantes filmes de aquello que empezaba a conocerse como “nuevo cine mexicano”: Bajo California, el límite del tiempo, de Carlos Bolado; La ley de Herodes, de Luis Estrada; Morirse en domingo, de Daniel Gruener. Vienen después apariciones en películas como: La noche de las flores, Hombre en llamas, Diente por Diente, Marioneta, Polvo, Ricochet y de manera muy reciente en: No quiero ser polvo, ¡Que Viva México!, Tótem o Desaparecer por completo, donde interpretó el inquietante personaje de un chamán; un papel que compuso en varios trabajos más para la pantalla. Agosto fue un mes cruel para la comunidad fílmica. Buen camino para Pilar y Manuel.