13 · 02 · 25 PEPE EL TORO va a Cahiers Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Rafael Aviña Sin duda, uno de los momentos más emotivos y agradables del Festival Internacional de Morelia (FICM) es el dedicado a las retrospectivas de cine mexicano clásico. Contar con la fortuna de presentar varios de sus títulos es un privilegio y un placer indescriptible, como lo es presenciar abarrotada la Sala 5 de Cinépolis Morelia Centro donde se llevan a cabo estas funciones. Lo sorprendente es que en dicho espacio no sólo acuden espectadores maduros, sino centenares de jóvenes trastocados en nuevos cinéfilos aprendiendo del cine que sus padres o abuelos vieron a su vez en la pantalla grande. Y no sólo ellos, sino especialistas nacionales y extranjeros fascinados ante la mirada de cineastas mexicanos que plasmaron múltiples realidades de nuestro país. Nosotros los pobres (1947, dir. Ismael Rodríguez) No obstante, entre esos amplios grupos de espectadores destaca en particular un crítico, investigador y cinéfilo francés que acude con fidelidad a las retrospectivas de esa Sala 5, su nombre: Charles Tesson, colaborador habitual de la afamada revista Cahiers du Cinéma desde 1979, en la que fungió como editor entre 1998 y 2003. Además de profesor de historia y estética del cine en la Sorbona, y autor de numerosos libros y ensayos como los de: Luis Buñuel (1995), Él de Luis Buñuel (1996), Théâtre et cinéma (2007) y Akira Kurosawa (2008), e integrante del comité de selección de la Semana de la Crítica en Cannes, Tesson acaba de publicado esta misma semana en Cahiers du Cinéma un espléndido ensayo que rinde homenaje a la labor emprendida por Daniela Michel y su equipo en el FICM, y al actor y cantante Pedro Infante y a su realizador de cabecera Ismael Rodríguez, revisitado el año pasado en Morelia. El texto, titulado “Le phénomène Pedro Infante” manifiesta su abierta fascinación por nuestro cine.Tesson apunta: “DESCUBRIMIENTO” —así, con mayúsculas— “Después del homenaje a Fernando de Fuentes (ver Cahiers n° 804), el Festival de Morelia en México dedicó su retrospectiva al director Ismael Rodríguez (sesenta y tres largometrajes de 1943 a 1999), e indirectamente al actor y cantante Pedro Infante (1917-1957), ya que los destinos de estos dos hombres están estrechamente vinculados. La obra de Ismael Rodríguez caracteriza mejor el cine mexicano de la época de oro (1936-1956), a través de un género, el llamado cine de ‘suburbios', que describe la vida de un barrio obrero de la Ciudad de México mezclando una multitud de personajes. La comedia se mezcla con el drama de dimensión social (desigualdades, injusticias), utilizando los resortes del melodrama (zonas grises y revelaciones), sobre un fondo de tradición musical (hay canto). Nosotros los pobres (1947) es el modelo del género. ¿Por qué esta película dio origen al culto a Pedro Infante, cuando el actor-cantante ya había aparecido en dieciséis películas desde 1942, seis de ellas bajo su dirección?”. Pepe El Toro (1952, dir. Ismael Rodríguez) Recuerdo muy bien el rostro embelesado de Tesson al final de la proyección de Campeón sin corona (1945) —citada en su texto por cierto— en el homenaje dedicado a su director Alejandro Galindo en la edición 20 del FICM, sorprendido por la cantidad de elementos sociales y narrativos en cada escena, la breve plática que tuvimos al respecto y su sorpresa al descubrir el cine de Ismael Rodríguez el año pasado. Fue tal su impacto que el crítico de Cahiers du Cinéma construye un elaborado análisis sobre la relación fílmica de Pedro e Ismael particularmente centrado en la trilogía que conforman: Nosotros los pobres (1947), Ustedes los ricos (1948) y Pepe El Toro (1952) y va más allá, al analizar la figura de Infante a quien coloca en “el justo medio” de los extremos de las otras grandes figuras masculinas de nuestra cinematografía: “el machismo afirmado y glorificado de Pedro Armendáriz en Emilio Fernández y por otro el burgués neurótico o incluso tóxico Arturo de Córdova”.En efecto, Infante parecía destinado a convertirse en un actor-cantante y/o un galán más de las pantallas mexicanas al inicio de los cuarenta y no fue sino hasta su reunión con Rodríguez cuando su mito se consolidó. Fue Ismael quien lo hizo estrella y trastocó en ídolo al aprovechar esa imagen de hombre frágil que le llora a la abuela en la tumba en Vuelven los García (1946) o soporta las humillaciones del papá intransigente (un excepcional Fernando Soler) en La oveja negra y No desearás la mujer de tu hijo (1949), o igual explota en carcajadas y un llanto compulsivo ante la presencia de su pequeño hijo quemado por el incendio que provoca el homicida Ledo (Jorge Arriaga) y sus secuaces en Ustedes los ricos. Sin duda, la eficacia y sensibilidad de Ismael Rodríguez se confirmó cuando catapultó como héroe citadino a Pedro Infante en Nosotros los pobres, emotivo y brutal relato sobre la dignidad de la pobreza y la épica del barrio y sus historias de arrabal, apoyado por su guionista Pedro de Urdimalas y posteriormente por Rogelio A. González. Ustedes los ricos (1948, dir. Ismael Rodríguez) En la década de los cuarenta, con la trilogía de Pepe El Toro, Infante y Blanca Estela Pavón, fallecida prematuramente en un fatal accidente, se convertirían en la más sensible pareja del cine mexicano. Para los años cincuenta Infante era el centro de la industria discográfica y fílmica con obras fundamentales como: ATM, Dos tipos de cuidado o Tizoc, todas de Ismael Rodríguez. Sin embargo, sobre trabajaba, filmaba cuatro o cinco películas por año. Tan sólo en 1953 apareció en nueve cintas. Mantenía una larga fila de parientes y mujeres, a lo que se suma su obsesión por los automóviles y por pilotear su aeronave, hasta que sobrevino el trágico accidente en el que pereció el 15 de abril de 1957. No sólo el pueblo y la cinematografía mexicana se sacudieron con la noticia, sino las entrañas mismas de la tierra. En julio de ese año de 1957, tres meses después de la muerte de Infante, un terremoto tiró al pavimento el Ángel de la Independencia de Avenida Reforma, lo que interpretamos como alegoría del gran ídolo perdido, al tiempo que cerraban los Estudios Clasa y Tepeyac. Nacido en 1917, al igual que el propio Ismael, y a casi siete décadas de su muerte, el mito de Infante prevalece con la misma fuerza como lo muestra el texto de Tesson, pese a que el popular actor y cantante fue sobre explotado en el interior de una industria tan visionaria como voraz.