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NIÑOS DE LA CALLE y otros documentales del 2003

Del 3 al 10 de octubre de 2003 se llevaba a cabo en la bella ciudad de Morelia un nuevo festival de cine que alcanzaría casi de inmediato una notable atención del medio cinematográfico y se trastocaría en el principal punto de reunión, promoción y exhibición del cine nacional más nuevo y propositivo. Una suerte de laboratorio fílmico que daría cabida a todo tipo de voces e historias que transformaría tanto la manera de filmar en México, como la de mirar el cine, atrayendo a un público de todas las edades y, de manera particular, a una nueva generación de jóvenes dispuestos a proponer temáticas convulsas y reflexivas sobre su propia cotidianidad y la del país globalizado que les había tocado vivir.

La primera edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) abrió con expectativas sencillas en apariencia y menos espectaculares que otros eventos ya consolidados. Lo curioso es que desde su primera experiencia, adquirió no sólo reputación, sino una sorpresiva madurez, enfocando sus baterías hacia áreas neurálgicas, como sería la proyección de un cine internacional, a medio camino entre el prestigio comercial y la experimentación insólita que incluyó en ese primer año la presencia de figuras icónicas como: Barbet Schroeder, Werner Herzog, o Fernando Vallejo.

Pero sobre todo, el éxito instantáneo del Festival de Morelia, radicó en su interés por acumular energía alrededor de un cine mexicano de permanente vocación experimental, gran aliento y por lo general poco apreciado, como lo sería el cortometraje, el documental, así como un cine regional representado por cortos michoacanos, brindando así un importante foro a incipientes realizadores y jóvenes entusiasta. Ello, con el apoyo del Estado de Michoacán y su gobernador de entonces, Lázaro Cárdenas Batel, y de los creadores y fundadores del evento: Alejandro Ramírez Magaña, Cuauhtémoc Cárdenas Batel y Daniela Michel, directora general, siempre rodeados de un eficiente equipo de colaboradores.

Para ese 2003, era evidente que el cortometraje y, sobre todo, el cine documental adquirían una importancia capital ante el fracaso, dispersión y disparidad del cine de ficción de ese momento. El documental arrojaba propuestas más arriesgadas, asertivas, experimentales e independientes, en el panorama del cine nacional de entonces, como lo muestra la primera ganadora del festival: el documental Niños de la calle (2002), de Eva Aridjis, realizado a partir de más de 60 horas de grabación entre septiembre y diciembre de 2001, entrevistando a más de 50 niños en un filme que terminó reducido a 82 minutos y cuyo propósito era adentrarse en los orígenes y consecuencias de un problema que nuestro país sigue arrastrando desde el sexenio de Miguel Alemán, como lo muestra Los olvidados (1950) de Luis Buñuel.

El jurado integrado por Juan Carlos Rulfo, Ilse Hughan y Arthur Dong, otorgó el primer lugar a la debutante Eva Aridjis (Holanda, 1974) que captura la dura realidad en las arterias de la ciudad de México, particularmente en la Plaza de la Solidaridad, la zona de la Alameda Central y San Cosme, en un país donde se estimaba la presencia de 20 mil niños y adolescentes la mayoría de ellos infectados de Sida, viviendo y pernoctando en situación de calle. El filme se centra en la terrible existencia de cuatro menores: Marcos, Erika, Antonio, apodado El Rata, y Juan, quienes deambulan por las calles, duermen a la intemperie, se drogan, mal comen, en ocasiones visitan a sus familias e intentan sobrevivir en la insegura y gélida zona metropolitana, entre vacíos legales, abusos policiacos y rechazo social y familiar.

Niños de la calle evita la conmiseración y el melodrama y observa con solidaridad a sus protagonistas. Cuatro personajes que han crecido sin amor, cargados de dolor, rechazo e injusticia: Marcos de 11 años es adicto al Resistol y su madre, una jovencita, dice a cámara: “No sé cómo se educa a los hijos, es una cosa redifícil”. Erika de 18 años relata que fue vejada por cinco policías y dos hombres más; en su alma reina el rencor y parece una mujer mayor. El Rata de 12 años, inhala cemento y habla de sus alucinaciones que le proporcionan instantes de paz. Por último, Juan de 15 al que le falta una pierna, tiene un tumor en el pulmón. Al final, los créditos aluden que Juan murió de cáncer. El documental de Aridjis resultó una experiencia tan conmovedora como brutal…

…En ese mismo primer festival de Morelia se otorgaron un par de menciones especiales a Gabriel Orozco (2002), de Juan Carlos Martín, centrado en el trabajo cotidiano del celebrado artista plástico, y a La canción del pulque (2002), de Everardo González, sincero y divertido acercamiento a la cultura del tlachique que evita la sociología barata, enmarcada en una popular pulquería La Pirata. A su vez, XV en Zaachila (2003), de Rigoberto Perezcano, que se sumerge con respeto y originalidad en una fiesta de 15 años en un municipio de Oaxaca, obtuvo el galardón a Mejor Mediometraje Documental.