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MARY, MARY, BLOODY MARY… los otros vampiros

En México, Mary (Cristina Ferrare), una bella joven estadunidense, detiene su camioneta en una noche de tormenta para refugiarse en una mansión abandonada donde conoce a otro estadunidense, Ben Ryder (David Young). Ella, pintora de una obra inquietante y surrealista recuerda su encuentro con un hombre (Roger Cundey) al que asesina y bebe su sangre. Ben y Mary llegan a una playa en Veracruz y cuando él se va a buscar comida, ella acuchilla a un médico maduro (Ferrusquilla) y toma su sangre. Cosgrove, agente del FBI (Arthur Hansel), y el teniente Juanito Pons (Enrique Lucero) investigan los crímenes. Un hombre que se cubre el rostro asesina al empleado de la morgue y lo desangra y observa a las víctimas de Mary, que en realidad es su hija a la que abandonó de niña. 

Mary, Mary Bloody Mary (1974, dir. Juan López Moctezuma)

Mary y Ben se vuelven amantes y en una fiesta para mostrar los cuadros de ella, Greta (Helena Rojo) curadora de arte, enamorada de Mary la lleva a su casa para hacerle el amor. En la tina, Mary la asesina y bebe su sangre, y la policía culpa a Ben. En un carnaval con chinelos en Tepoztlán, el padre de Mary mata a uno de los danzantes y disfrazado la persigue y asesina al sepulturero del lugar. Cosgrove muere a manos de este justo cuando Ben va a ser sacrificado por Mary quien lo ha narcotizado, pero antes acaba con el padre de Mary, quien acuchilla a Ben y bebe su sangre. Para el teniente Pons, el asesino era Ben, el enmascarado un demente, y Mary, una pobre chica inocente que ha vivido actos traumáticos que empezará una nueva vida.

Mary, Mary Bloody Mary (1974), coproducción con Estados Unidos, es sin lugar a dudas una rareza dentro del cine mexicano de aquel entonces, tan renuente a tocar el tema vampírico a no ser dentro de los límites de la comedia de monstruos (Échenme al vampiro, Frankenstein, el vampiro y compañía, o Capulina contra los vampiros) y/o del humor involuntario (Santo en el tesoro de Drácula, Los vampiros de Coyoacán). No obstante, si se compara con esa suerte de etapa “dorada” por la que atravesaba el cine de los “no muertos” a nivel internacional, el filme dirigido por Juan López Moctezuma se aproxima más un intrigante acercamiento Serie B con algunos instantes geniales. Ello, en una década en la que surgirían obras como: Amores de vampiros (1970), Conde Yorga (1970) el Drácula (1973), de Paul Morrisey; Kolchak, el caminante nocturno (1973), con Darren McGavin; Nosferatu (1979), de Werner Herzog; La hora del vampiro (1979), de Tobe Hopper, y la visionaria Martin (1978), de George A. Romero, sobre un adolescente que elige el vampirismo para sobrellevar su soledad, frustración y marginalidad. 

Mary, Mary Bloody Mary (1974, dir. Juan López Moctezuma)

De entrada, lo atractivo de Mary, Mary, Bloody Mary, además de la impactante belleza de sus actrices, se encuentra en el hecho de que el filme rompe las convenciones del vampiro que sólo ronda en la noche, no se refleja en espejos, le teme a la luz del día y a los crucifijos y muestra afilados dientes. Aquí, su protagonista y su padre actúan de día y de noche, ella se vale de somníferos y una pequeña daga y él de un revólver y nunca se ofrece una explicación a su condición vampírica o a sus ansias por la sangre humana. Aunque el filme se acerca al cliché de la fascinación del estadunidense por los misterios “exotistas” de un país tan “surrealista” como lo es México, resultan intrigante las escenas en el Museo de Antropología con la Diosa Coatlicue o el carnaval en Tepoztlán. 

Mary, Mary Bloody Mary (1974, dir. Juan López Moctezuma)

Hay escenas en el Museo de Arte Moderno en Chapultepec, en el Ajusco y en las calles aledañas al centro de Tlalpan y Huipulco. Inquietante resulta la escena donde los pescadores matan al tiburón y las atípicas obras pictóricas de la talentosa pintora de origen judío Rosa Rosenberg, las esculturas de Feliciano Béjar, la escena erótica entre la actriz y modelo Ferrare y Helena Rojo, así como la curiosa intervención de los actores mexicanos, en particular Ferrusquilla y el siempre eficaz Enrique Lucero, o la aparición del prolífico y longevo actor estadunidense John Carradine, que en apariencia desertó pronto del rodaje y tuvo que ser doblado, de ahí el uso de la máscara que lleva el personaje.