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Las mujeres que limpian la ciudad: Entrevista con Luciana Kaplan, directora de TRATADO DE INVISIBILIDAD

Te levantas de tu asiento luego de ver una película y dejas algunas palomitas tiradas en el suelo. Probablemente no has pensado en que alguien va a tener que recogerlas, pareciera que los espacios se limpian solos, como si las barrenderas o el personal de limpieza del lugar no existieran: la mayor parte del tiempo no las vemos. 

Luciana Kaplan, en su más reciente documental, Tratado de Invisibilidad (2024), expone estos puntos mientras aborda las vidas de diferentes mujeres que tienen algo en común: trabajan limpiando los espacios de la Ciudad de México, y sus derechos laborales son vulnerados en su totalidad; a la vez que son invisibilizadas y se les asigna un lugar marginal en la sociedad, a pesar de la importancia de su labor. 

Luego de participar con trabajos como La revolución de los alcatraces (2012) ―que obtuvo una mención especial a Mejor Documental realizado por una mujer en la 10ª edición del FICM― y Rush Hour (2017) ―con el cuál ganó el Ojo a Mejor Largometraje Documental en la 15ª edición del FICM―, Luciana Kaplan vuelve al Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) en su 22ª edición para presentar su trabajo sobre la precariedad laboral de las mujeres trabajadoras en el sector de la limpieza. 

Luciana nos platicó sobre este mosaico de historias reunidas por una labor en común en un trabajo documental que tiene como objetivo reivindicar su labor y sus derechos a través de una estética que aspira a mostrar la belleza en lugares donde, supuestamente, no debería de estar. 

Luciana Kaplan

FICM: ¿En qué momento te decides a abordar la vulneración de los derechos laborales, las violencias y la invisibilidad de las mujeres que día con día limpian la ciudad? 

LK: A partir de una conversación que me dejó muy shockeada empecé a hacer toda una investigación sobre qué estaba pasando con las trabajadoras de limpia, sobre todo las que están en los espacios públicos, porque son trabajadores del gobierno y deberían estar bien protegidos, bien pagados, con prestaciones, vacaciones y, sobre todo, que se les pagara a tiempo lo que realmente les correspondía. A partir de eso, nació ese proyecto. Decidí basarlo más en la idea de que los espacios parecen que se limpian solos, como si estas mujeres fueran invisibles. Entonces, a partir de eso, usar el título y un poco todas las maneras de abordar el tema. 

FICM: Tu documental inicia en una sala de cine. ¿Nos puedes compartir cómo fue que decidiste estructurar así la historia? 

LK: Lo que pasa es que me parece interesante que uno entra al cine, está viendo una película y lo último que piensa es que, cuando sale de la sala, va a llegar alguien a limpiarla. Entonces, era esta idea de la relación entre la limpieza y el cine. Es un poco como la historia dentro de la historia. Yo ya había visto, siempre que salía del cine, cómo las mujeres de la limpieza estaban al final viendo la película. Me parecía como una imagen increíble. Yo quería que el espectador saliera con esta idea de que alguien iba a llegar y limpiar la sala, y que por lo menos no tiraran papeles los que estaban ahí. 

FICM: Tengo entendido que elegiste destacar las historias de Rosalba, Claudia y Aurora por el impacto de sus historias y la manera en la que se desenvuelven por su forma de ser. ¿Cómo fueron los primeros acercamientos a ellas y cómo manejaste la intimidad necesaria para entrar a sus casas o que te contaran de sus temores? 

LK: Hice muchísimas entrevistas, más de 50 o 60, a diferentes mujeres en el metro, en las calles, en el aeropuerto. Un poco, estaba buscando quiénes eran las personas correctas para hablar de esta problemática, porque hay muchísimas, pero no todas están dispuestas a hablar ante la cámara. Entonces, fue también una decisión entre las que estaban dispuestas, pero también quienes tenían las historias más interesantes.

Lo que me parece interesante es que las tres tienen edades muy distintas, como todo un rango de edad. Entonces, podías dar un espectro más amplio porque no son todas jóvenes ni son todas grandes. O sea, realmente están en circunstancias de la vida bastante diferentes, aunque tienen en común todos estos maltratos. Lo que pasa mucho en el documental es que uno acaba siempre sintiéndose más cerca de algunos personajes o de otros; como que congenias más con unos o con otros y no puedes siquiera explicar por qué. Es una cosa de repente hasta mágica, y son los que realmente acaban apareciendo. A lo mejor no es la mejor historia o es una de las mejores, pero es también con quién uno tiene esa química, y es lo que pasó con ellas tres. Y las encontré de manera, pues, bastante diferente. 

Por ejemplo, Claudia no podía aparecer en la película. O sea, no podía porque la podían correr. La encontré en el metro, porque iba el metro, les pedía sus números de teléfono porque no podía hablar con ellas ahí. Entonces, lo que empecé a hacer fue buscar números telefónicos y ya a la distancia las entrevistaba. Tenía las entrevistas solo en audio y me impactó mucho la de Claudia. Creo que fue la que más me impactó porque las cosas que contaba eran realmente crudas y crueles; estaba muy desesperada, entonces pensé que era muy importante retomar esa historia y, si no se podía contar, pues había que contarla con actrices. Entonces, toda esta idea de hacer un casting basado en esta historia me parecía muy importante. 

En cambio, en el caso de Rosalba, ya había salido en un programa en Canal 11 y la gente de producción la conocía, entonces ya tenía confianza. Fue una manera bastante fácil de entrar. En el caso de Aurora, la encontré por casualidad en el aeropuerto. Es un personaje increíble, una persona muy única; resaltaba entre todas. Entonces, fue como tomar esa decisión: “Bueno, ¿quiénes van a ser las voces cantantes entre tantas otras voces?” y me acabé decidiendo por ellas tres. 

FICM: ¿Por qué decides adoptar los castings para el testimonio de Claudia en vez de quedarte con una sola actriz? 

LK: Justo cuando hice el casting, no pensaba en un principio filmar todos los castings. Quería ver qué pasaba con uno y me pareció súper interesante que diversas voces y mujeres tan distintas pudieran interpretar ese mismo personaje. Entonces, me pareció un recurso muy rico, muy interesante, y con el cual esa voz que yo quería poner, porque no se podía ver, tomaba otra dimensión; porque eran como muchas caras, como muchas Claudias. Aunque fueran actrices, tenían cosas en común. Me pareció toda una veta del lenguaje muy interesante. Entonces, empecé a filmar todos los castings. Eran varias mujeres, unas más grandes, unas más jóvenes, pero todas de alguna manera se conectaban con la historia de Claudia y tenían algo que decir. La manera de narrarlo era muy distinta, y me pareció un recurso bien interesante. Así decidí abrir toda esa parte de la historia. 

FICM: En cuanto a la estética, ¿cómo cuidaste la fotografía para representar la invisibilidad de las trabajadoras recolectoras, de limpieza, barrenderas? ¿Cuál fue la justificación para que sea un documental en blanco y negro? 

LK: Pues desde un principio, las dos primeras cosas que decidí cuando empecé a escribir el proyecto fueron: uno, que se iba a llamar Tratado de invisibilidad, y el otro, que iba a ser en blanco y negro. Sentía que ese tipo de estética de alguna manera estiliza un poco la vida de esas trabajadoras y le da una idea de no temporalidad. Me interesaba porque las historias son muy crudas y todo lo que cuentan es bastante terrible. Esta idea de estilizarlo, de que los encuadres no solo presenten algo feo o que hay basura, sino que también hay cierta belleza. Hay cierta belleza en sus caras, en sus vidas, en lo que hacen, en su estancia en la ciudad. Me parecía que se merecían, dentro de su posible invisibilidad, ese tipo de estética. Trabajé mucho con el fotógrafo ―con quien ya había trabajado― sobre cómo se tendría que ver esta película, qué tipo de fotografía tendría que tener, siempre con esta idea de buscar la belleza. Buscar la belleza justamente en lugares donde supuestamente no debería estar. Creo que es una película poética sobre la basura y sobre la supuesta suciedad, porque hay algo realmente que no estamos viendo ahí, y creo que todas estas mujeres se merecen ser vistas de una manera que no sea cruda, que no sea fea, sino más bien estética. 

Tratado de invisibilidad (2024, dir. Luciana Kaplan)

FICM: ¿Y ellas ya vieron el documental? ¿Cuál fue la opinión de las mujeres que retrataste en el documental al verlo finalizado? 

LK: Están muy emocionadas, obviamente. Creo que tienen esperanza en que las cosas puedan cambiar y que realmente pueda ser una herramienta de cambio. Obviamente dicen: "Bueno, es que faltan muchas historias más ahí", "Hay muchos maltratos varios". Y sí, pero creo que desde un principio había toda esta insistencia de: "¿Y esto cuándo va a salir? Porque las cosas tienen que cambiar". Yo les decía que no es un reportaje, no va a salir pronto. Desgraciadamente, los documentalistas somos muy colgados y nos tardamos varios años en hacer las películas, pero creo que estamos a tiempo de que la película se vea y que pueda generar ciertos cambios en las políticas públicas y en la manera en que se las trata. 

FICM: ¿Cómo sientes que tu trabajo contribuye a la conversación en torno al cine mexicano actual? 

LK: Creo que el documental está dentro de un formato híbrido, creo que es importante seguir generando nuevos lenguajes, nuevos experimentos narrativos, que además sí tienen una temática social que es fuerte, que es importante, que es urgente; pero, al mismo tiempo, siento que ofrece otra manera de narrar. Creo que, en estos tiempos, donde todo, las plataformas dictan una sola manera de contar historias, una sola narrativa, una sola manera de presentar los documentales, sobre todo, espero que ayude a abrir un poco la cabeza a que hay otras narrativas, hay otras maneras de contar, y, pues, esta es una de ellas. 

FICM: Ahora entrando a cuestiones sobre el cine mexicano, ¿cuál consideras que es tu cineasta mexicana/mexicano favoritx de todos los tiempos y por qué? 

Pues me gusta mucho el trabajo de Tatiana Huezo y de Everardo González. Digamos que, de documentalistas que además son colegas, es gente con la que estudié y con la que me siento cercana. Dentro del documental, ellos serían mis cineastas favoritos. 

FICM: ¿Dónde estabas y cómo recibiste la noticia de que habías sido seleccionado para participar en el festival? 

Pues estaba en mi casa y la verdad es que me dio mucha emoción porque el Festival de Cine de Morelia siempre ha sido un espacio muy importante, donde he presentado mis películas, donde siempre me siento en casa; como que es una gran familia, en donde uno siempre, cuando lleva una película nueva, pues lo primero que piensa es que puede llegar al Festival de Morelia, donde, pues, lo va a compartir con colegas, con amigos de hace muchos años, y que es un lugar donde siempre las películas van a ser bien recibidas.