23 · 08 · 18 Las dimensiones del infinito: Los guiones de Jorge Luis Borges Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Alonso Díaz de la Vega @diazdelavega1 Alonso Díaz de la Vega Existen decenas de adaptaciones cinematográficas de la obra de Jorge Luis Borges. Sus laberintos y sus imágenes de la infinidad son, de algún modo, una invitación para cineastas decididos a capturar lo inasible y a arriesgarse a igualar con imágenes lo que Borges urdió tan minuciosamente con sus palabras. La mayoría de estas películas son cortometrajes, breves e inmensos como los cuentos del maestro argentino, aunque también hay largometrajes como La estrategia de la araña (1970), de Bernardo Bertolucci, donde el maestro italiano hace su versión del cuento Tema del traidor y del héroe. Pero quizá sean más interesantes los guiones originales que escribió Borges junto con su amigo inseparable Adolfo Bioy Casares. Juntos, los maestros argentinos escribieron cuatro guiones para cine: Los orilleros y El paraíso de los creyentes, que se publicaron en un libro en 1955, y luego idearon un par de películas para el director Hugo Santiago: Invasión (1969) y Los otros (1974). Los orilleros, escrita en 1939, se convertiría en 1975 en un filme de Ricardo Luna. Ninguna de las cintas que resultaron de los guiones tiene un apego tradicional a los temas usuales de Borges: el infinito, la recurrencia eterna, la metafísica. Más bien nos recuerdan a los forajidos de Historia universal de la infamia, su primer volumen de cuentos, donde se mezclan bribones reales con arrabaleros ficticios. El narrador de Hombre de la esquina rosada encontraría un pariente cinematográfico en los acentos de los personajes en Los orilleros. Las pistolas, los duelos, los cuchillos de ese y otros cuentos también aparecerían en el filme de Luna y en Invasión. En la actualidad es improbable ver Los otros, ya que parece no existir en formato casero, pero afortunadamente Invasión fue rescatada en los años 90, después de haberse dado por perdida a lo largo de décadas. La película es una pieza importante del cine argentino de finales de los 60 que muestra el genio de su director, la influencia de la Nueva Ola Francesa y las imaginaciones combinadas de Borges y Bioy en una película que simula una especie de Iliada sin tiempo, espacio o ejércitos definidos. Una imagen al principio de la película sugiere esta desorientación: un hombre vestido con un traje negro se funde con la noche y sólo vemos sus manos, su rostro y parte de su camisa blanca. Más adelante comenzamos a ver personajes que se mueven en conjunto, vestidos de traje, armados. En ocasiones Invasión parece más bien una película de gangsters pero la trama sigue a un grupo de hombres comunes mientras se defienden de las incursiones de un ejército igual al suyo sobre la ciudad ficticia de Aquilea. Este nombre alude a Aquiles, uno de los héroes que protagonizan la Iliada, y por lo mismo nos sugiere el tema de la obra de Homero: la resistencia. Fue una audacia hablar de ello en medio de la dictadura de Juan Carlos Onganía. El estilo de la película también es parte de esta rebelión con su trama apenas discernible y su melancolía perpetua. Filmada en blanco y negro, Invasión abunda en expresivas sombras y juegos de edición que conforman una constante búsqueda dentro del lenguaje cinematográfico. Podríamos decir que se parece más a la poesía de Borges que a su narrativa, y que en ello implica algo casi místico. La película es inabarcable, como lo divino, pero por la misma razón asombrosa. También es una obra impensable sin Alphaville (1965), de Jean-Luc Godard. Así como aquella era una película de ciencia ficción sin disfraces ni sets ni efectos especiales, Invasión es una película de guerra sin un sólo elemento del género y con una poética obsesión con la muerte. La Milonga de Manuel Flores, tocada en la película y escrita por Borges, dice: “Morir es una costumbre que sabe tener la gente”. Durante un ataque, un personaje se descompone: “Ustedes pueden ofrecer su valentía y su destreza. Yo sólo puedo ofrecer mi muerte”. Invasión está poseída por una visión nihilista sobre el sacrificio. En contraste, Los orilleros es una película de la década en que se escribió originalmente, es decir, los 30. Melodrama sobre una especie de caudillo en el siglo XIX, el filme se parece todavía más a los cuentos sobre forajidos de Borges y ofrece una narrativa más clara que Invasión y también más orientada al género. En una entrevista con la famosa revista literaria The Paris Review, Borges explicó que el western le parecía la épica contemporánea. No es fortuito que en Invasión los personajes vean uno y que Los orilleros parezca otro. Sin embargo hay un desafío a la moralidad del western convencional: aunque está claro que el caudillo Eliseo es un tirano, en un momento de la película parece desilusionado de su propio machismo. “Creí”, le explica a su hija, “que sólo bastaba una cosa: ser hombre”, pero la separación le ha enseñado lo contrario. En ese momento de patetismo los roles cambian y los revolucionarios parecen más crueles que él. Es una repentina revelación de profundidad que expone las consciencias de Borges y Bioy, tratando de encontrar, encerradas en algún artefacto o en un hombre, las dimensiones del infinito.