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Jorge Michel Grau recomienda Dog Day Afternoon, de Sidney Lumet

{{Dog Day Afternoon}} (1975), de Sidney Lumet

¡Attica! ¡Attica! La arenga. Ese es el primer recuerdo de Dog Day Afternoon que viene a mi mente. Bueno, ahora que lo pienso bien, no lo es. En realidad el primer recuerdo de Dog Day Afternoon es mi padre sentado en el sillón moviendo la cabeza, las finanzas familiares no iban bien y tampoco la familia en sí; no sé si ponía o no atención a la película pero miraba el televisor. Bueno, ahora que lo pienso a detalle, tampoco ese es el primer recuerdo que tengo de Dog Day Afternoon.

Caminaban cansados los convulsos setenta y el mundo olvidaba los movimientos estudiantiles. La década se inauguraba con la muerte de Hendrix y John Stanley Wojtowicz decidía robar un banco en Brooklyn para pagar la operación de cambio de sexo de su esposo; Sidney Lumet filmaba. Así, los setenta azotaron mi casa, dos hijos prematuros de un noviazgo destinado a fracasar con una sola salida por delante: el comercio informal. Mi padre decidía inventir sus/nuestros ahorros en un negocio de videoclub de formato Beta que, aplastado tiempo después por los Videovision, fracasaría irremediablemente. Así, cientos de videos en formato Beta pululaban en mi casa.

Los ochenta se asomaban a la vuelta de la esquina y mi hermano y yo coleccionábamos momentos cinematográficos; todas las películas del Videoclub Michel pasaron frente a nuestros ojos. Un desfile de celebridades y éxitos cinematográficos (que, sin duda, cambiaron este universo) avanzaron en play frente a nosotros. Nuestra infancia se confundía entre quemados, Deliverance, bote pateado, Krull, trompo, Alien y cascaritas al por mayor. Sin embargo, una película llegó a nuestras manos; una que, extrañamente, puesto que irresponsablemente teníamos acceso a películas como Scarface (1983) o Night of the Living Dead (1968), estuvo escondida. Dicha película narraba la historia verídica de un asalto en Brooklyn. John Stanley Wojtowicz era personificado por Al Pacino e intentaba pagarle la cirugía de cambio de sexo a su novio.

Dog Day Afternoon narra la acción desesperada de un hombre enamorado, un hombre capaz de voltear al mundo de cabeza para demostrar su amor incondicional por otro hombre. En pocas palabras, la película retrata a una sociedad efervescente, en vías de desarrollo social y de pensamiento; de liberación, capaz de tomar conciencia y generar ideas diferentes a las estancadas, a las retrógradas.
Hace un retrato social inteligente, punzante. Es una película que no envejece; ni en formato ni en reflexión. Una visión aguda sobre una problemática particular que trasciende fronteras, un hombre limitado por su sociedad y su situación económica, comete una locura heroica; un hecho extraordinario en personajes ordinarios.

Un clásico hecho para ver y volver a ver cuantas veces sea necesario. Un retrato fidedigno de la sociedad americana de los setenta. Un documento potente donde comprendemos las dinámicas que imperaban en esa década. Un cine brillante, lúcido, comprometido con su entorno. Y, lo más importante, comprometido con su historia.

Dog Day Afternoon es un ejercicio cinematográfico fundamental para entender el desarrollo del cine y su capacidad de reflejar su entorno y de hacer una alegoría de su sociedad.