Pasar al contenido principal

Ignacio López Tarso: DOS PARIAS URBANOS, EL HOMBRE DE PAPEL y CAYÓ DE LA GLORIA EL DIABLO

Nos abandona Ignacio López Tarso (1925-2023), que fue, es y será siempre uno de los pilares fundamentales de nuestro cine, como lo comprueban sus más de 70 películas. El actor representó a un sacerdote azteca en Chilam Balam, un médico en El hambre nuestra de cada día, un modesto escultor en Vainilla, bronce y morir, un revolucionario en La Cucaracha, un periodista cinematográfico en La estrella vacía, un castrador de puercos en La mujer del carnicero, un ingeniero agrónomo en Y Dios la llamó tierra, un analfabeta y buen hacendado en Rosa Blanca y un latifundista abusivo en La casta divina. Fue un pobre leñador trastocado en curandero en Macario, el gerente de una pastelería en Días de otoño, siquiatra en Ellas también son rebeldes, antropólogo en Tarahumara y un viejo y libidinoso velador de una obra en construcción en Los albañiles, humilde pregonero y gallero en El gallo de oro, capataz en Pedro Páramo, Secretario de Gobernación y General en La sombra del caudillo, buen burócrata en Renuncia por motivos de salud, el mismísimo Francisco Gabilondo Soler en Cri Cri, el grillito cantor y el muralista José Clemente Orozco en En busca de un muro, un limpiador de baños en Identidad tomada, o un asesino sicópata en El profeta Mimí y más…

Ignacio López Tarso
Ignacio López Tarso

Por supuesto, en esa vorágine de personajes, encarnó, a su vez, de manera excepcional, a un par de parias urbanos; indigentes proletarios rechazados por una sociedad monstruosamente deshumanizada, como lo muestra el pepenador de El hombre de papel (1963) y el tragafuegos de Cayó de la gloria el diablo (1971). Luego del éxito obtenido con Ánimas Trujano (1961), el director Ismael Rodríguez intentó filmar con Toshiro Mifune un cuento de Luis Spota titulado El billete, no obstante, la nutrida agenda del actor japonés se lo impidió; por ello, Rodríguez le propuso el personaje a Ignacio López Tarso, con el que obtendría el premio a la mejor actuación en Cork, Irlanda y en el Festival de San Francisco.

Los coguionistas, Pedro de Urdimalas, el periodista Fernando Morales Ortiz, el futuro realizador Mario Hernández y el escritor Ricardo Garibay, agregaron nuevos giros al protagonista, un hombre que vive de recolectar basura, y fue al propio Ismael Rodríguez a quien se le ocurrió la idea de la mudez del personaje, así como el encuentro con las trabajadoras sexuales, entre ellas la bella actriz italiana Alida Valli. Se trataba sin duda de un filme para total lucimiento del siempre eficaz Ignacio López Tarso, con la notable participación de un avejentado Luis Aguilar que interpreta a un ventrílocuo transa y borrachín.

Era la historia de Adán, pepenador mudo sediento de afecto y cariño, que debe vivir a la defensiva además de que no puede cambiar un billete de diez mil pesos que encuentra en una cartera abandonada y que todo mundo intenta robarle: una trabajadora sexual italiana, un tendero gangoso (Guillermo Orea), la encargada del depósito de papel (Dolores Camarillo), o la mujer de su amigo, chofer de mudanzas (Rita Macedo y José Ángel Espinosa “Ferrusquilla”). Ello, en un filme con varias estrellas en breves papeles: Julio Aldama, Dacia González, David Silva, Famie Kaufman “Vitola”, Susana Cabrera, Noé Murayama, Pedro Vargas, Columba Domínguez, Alicia del Lago, Carlos Ancira y más.

El hombre de papel (1963)
El hombre de papel (1963, dir. Ismael Rodríguez)

Además de la notable música de fondo compuesta por Raúl Lavista, se trata de un excepcional recorrido por una ciudad de México convertida en metrópoli desquiciada y corrupta con grandes desigualdades sociales, con gran fotografía de Gabriel Figueroa y múltiples imágenes captadas desde las alturas. Ello, para narrar el periplo conmovedor de un hombre empeñado al final, en adoptar a un niño y que termina comprando con su billete el muñeco “mágico” del ventrílocuo que acaba botándose el dinero en el bar Zanzibar.

Como extensión del personaje de Adán, Ignacio López Tarso confeccionaría uno de sus personajes magistrales en la que es quizá la obra maestra del poco valorado y gran cineasta José “El Perro” Estrada. En Cayó de la gloria el diablo encarna a otro “hombre de papel”; Don Emeterio, un analfabeta que recoge periódicos y cartones que vende por kilo; negocio que abandona, cuando su sobrino (Sergio Jiménez) —con el que comparte su modesto cuartito en la calle de Dolores en el Barrio Chino del Centro Histórico—, decide irse una temporada a los Estados Unidos acompañado del Chester (Ernesto Gómez Cruz). Y es entonces que elige la “profesión” de tragafuegos hasta que por una cuestión azarosa termina en Televicentro en Avenida Chapultepec, donde gana un concurso de aficionados y cuyo éxito efímero se trastocará en una peor humillación íntima y social.

Cayó de la gloria el Diablo no sólo recupera inmuebles hoy extintos como el Cine Monumental de la Avenida Hidalgo y el siniestro exMuseo de cera de la Calle de Argentina, así como los cabarets de Peralvillo o el Teatro Blanquita aún en pie. Con el apoyo de Cinematográfica Marco Polo de los hermanos Leopoldo y Marco Silva, “El Perro” Estrada y coguionista Eduardo Luján construyen uno de los personajes más fascinantes de nuestro cine que sólo un actor como López Tarso podría darle vida otorgándole un alma muy particular. Así lo demuestran sus coqueteos con una excepcional Evita Muñoz Chachita, como la pollera Nachita que termina traicionándolo con el sobrino. La patética y divertida interpretación del poema El brindis del bohemio, desde los ensayos a la grabación en un disco LP. Su acto de tragafuegos disfrazado de emperador azteca en el lastimoso concurso televisivo y su ridículo debut de un día en el Blanquita. Así como su interés por la bailarina de burlesque Popea (maravillosa Claudia Islas) que termina arrojándole en la cara toda su ignorancia y rancia moral en una obra sin parangón en nuestro cine con un actor fuera de serie.