16 · 12 · 25 Entender la vida hablando de la muerte: entrevista a Rodrigo Ímaz, director de ÀVIA, EL JARDÍN DE LA MEMORIA Compartir en twitter Compartir en facebook Compartir con correo Copiar al portapapeles Camila Martínez Romero Àvia, que significa abuela en catalán, retrata la vida de Montserrat Gispert Cruells, quien de niña huye de Barcelona junto a su familia durante la Guerra Civil y llega a México en 1941. Rodrigo Ímaz, su nieto y director de la película, la acompaña en sus últimos días mientras ella reflexiona sobre su identidad, el exilio, su oficio de etnobotánica, el legado familiar y el derecho a una muerte digna. Juntos recorren el jardín de su memoria.Àvia, el jardín de la memoria formó parte de la sección de Documental Mexicano, de la Selección Oficial en el 23er Festival Internacional de Cine de Morelia.El FICM tuvo la oportunidad de conversar con Rodrigo Ímaz sobre las dificultades de filmar una historia tan personal y sobre los descubrimientos que arrojó esta experiencia. Àvia, el jardín de la memoria (2025, dir. Rodrigo Ímaz) FICM: Àvia, el jardín de la memoria es un documental sobre tu abuela y tus raíces familiares. ¿Qué hay en el fondo de esa premisa y qué respuestas encontraste al realizar el documental?Rodrigo Ímaz: La premisa fundamental o el pretexto para iniciar este proyecto, tiene que ver con responder a una pregunta: ¿de dónde venía mi abuela? y, por lo tanto, ¿de dónde venían sus padres, de dónde veníamos nosotros y de dónde venía yo?Y responder esas preguntas implicaba dar respuesta a por qué habían pasado por una guerra, por qué había habido un exilio, por qué los habían forzado a migrar y a sobrevivir por pensar distinto y cómo, de alguna manera, su historia estaba atravesada por las grandes guerras europeas como la Guerra Civil Española, o más bien el genocidio franquista, y la Segunda Guerra Mundial, que les impidió salir de Francia y se quedaron atorados ahí prácticamente dos años, hasta que el gobierno mexicano les otorgó un salvoconducto con el cual pudieron salvar sus vidas y refugiarse como asilados políticos en México.FICM: Y es un tema muy pertinente para nuestros tiempos.RI: Pues creo que asistimos a la era de las migraciones y que esta es una de las más grandes que hubo en el siglo XX, que es la mezcla de las guerras civiles y la Segunda Guerra Mundial, y que generaron una diáspora enorme. Pero ahora, desafortunadamente, es una experiencia recurrente el hecho de ser obligado a migrar.FICM: Y al ser una película con un tema muy personal, como realizador te pone en una posición muy vulnerable. ¿Cómo jugó esa vulnerabilidad a tu favor o en contra?RI: Yo creo que la vulnerabilidad es un lugar muy prolijo y muy sano en términos creativos, aunque muy desafiante en términos personales. Y realmente, este documental tenía esa complicación de cómo construir una distancia crítica cuando uno está tan cerca; cómo tener un sujeto de estudio cuando el sujeto es tu pariente, y luego con la complicación o la complejidad de que, digamos, Monserrat a lo largo del documental va explicando cuál fue su vida, una suerte de revisión de sus memorias y de su pasado, y luego llegamos a un presente en el cual ella se está haciendo muy viejita, empieza a envejecer y empieza a perder capacidades y se ve en la necesidad de pedir ayuda para morir dignamente.Entonces, este es el punto en el que, bueno, no se explica, pero digamos que entendemos por qué nos chutamos toda la historia de esta señora para llegar a un momento en el cual se habla de otro exilio, que es, pues, el final de los tiempos, el final de la vida, y cómo eso es parte de la vida, o sea, morir, terminar con la vida, en este caso, es parte de la vida y es un tema que tenemos que conversar, que tenemos que arrojar luz sobre él, porque todos vamos al mismo destino y nadie está haciendo nada porque ahí haya derechos de decisión personal, porque la gente tenga derecho a no sufrir, a no sentir dolor.Es curioso que con los animales, cuando están en sufrimiento, nos es muy sencillo terminar con su tortuosa existencia, pero a los humanos los torturamos en vida por una serie de tabús y conflictos religiosos, morales, que nos impiden establecer otro tipo de soluciones, y un poco lo que yo anhelo, espero, deseo, es que este documental abone a esa discusión, a esa conversación, y que permita naturalizar este proceso y entenderlo desde un lugar humano, más que desde un conflicto religioso o moral.FICM: Encontramos también en tu obra un diálogo entre la muerte y la naturaleza y tus personajes, que está ahí continuo, y al final pareciera que es el arte es vida. De alguna manera, siempre se trata de la vida y la muerte, ¿no?RI: Yo no encuentro nada más interesante que entender la vida hablando de la muerte. Efectivamente creo que mi trabajo tiene mucho que ver con ese lugar donde lo humano se relaciona con lo natural, con el espacio de la naturaleza, dónde está ese límite y cómo de alguna manera el homo sapiens ha roto esa relación, se ha separado de ese entorno originario. Y coincide con que los documentales que yo he hecho, los dos personajes tienen una relación profunda con la naturaleza. En el caso de mi abuela, mucho más científica, aunque enfocada a las humanidades. Y en el caso de Juan Perros, que es mi documental anterior, es un hombre que vive de la basura, en medio del desierto, rodeado de la naturaleza y de animales. Y efectivamente creo que esos dos personajes ponen en el centro esa relación antropoceno-naturaleza.FICM: Esta película formó parte de Impulso Morelia 10. ¿Cómo cambió y qué tanto influyó su paso por Impulso Morelia?Rodrigo Ímaz: Impulso Morelia fue fundamental para este documental. Llegó en un punto muy crítico del montaje. Los cineastas regularmente llegamos a un callejón sin salida en el que todavía hay que quitarle media hora al proyecto y no sabes qué y dónde y cómo. Y cuando llegamos a Impulso Morelia yo estaba en un corte un poco atorado. Ya funcionaba como el desarrollo de la presentación de la persona, pero no profundizaba en lo que está detrás de la persona, no profundizaba en la esencia, en lo fundamental. Y hubo críticas muy duras que yo atesoro y agradezco, y agradezco que existan estos espacios en la industria y en el mundo del cine porque gente con mucha experiencia te regala su mirada y su opinión, que es una opinión educada, es gente que lleva viendo una o dos películas al día toda la vida, y que han hecho películas y que entienden en dónde estás enfrascado.Hubo una persona en particular, un gringo, que me dijo “tu película es un desastre —your movie is a mess—”. Me dijo “quita el archivo, quita esto, deshazte de eso”.Yo no le hice caso en todo, no quité el archivo, el archivo ahí está. Pero me ayudaron mucho las varias sacudidas de miradas profesionales, agudas y críticas, que si uno entiende, ese es el ejercicio de Impulso Morelia. Para lo que funciona es para que recibas una serie de inputs que te permitan desatorarte de donde estás, que permitan otra vez recuperar tu sentido crítico hacia tu materia viva o tu materia de trabajo.Porque cuando uno está tan metido en el barro de las escenas es difícil entender y ver las decisiones que estás tomando.Porque además, no era un trabajo sólo mío, era también de mi abuela, de toda la gente que trabajó en ello.Cuando terminamos de filmar, yo estuve un año sin poder ver el material. Yo no quería ni ni abrir los archivos. Entonces no lo podía montar yo.Es eso que preguntabas al principio sobre la vulnerabilidad: lo íntimo es mucho más desafiante que lo abierto, que lo público, que lo que está afuera. Y en ese sentido yo lo entiendo muy bien porque mi proyecto anterior con Juan Perros era del afuera, de allá, del otro. Incluso me enfermé porque estaba en medio de la basura. Ese fue un proyecto muy desafiante en términos físicos. Y este fue un proyecto súper, ultradesafiante en términos emocionales.Había veces que yo estaba desconchinflado. En los primeros cortes yo lloraba y les decía a mis colegas “No les sirvo de nada. No puedo tomar decisiones, no sé si esto está bueno, no sé si está malo, no sé si tiene ritmo”.Yo lo único que veía era a mi abuela y la extrañaba. Àvia, el jardín de la memoria (2025, dir. Rodrigo Ímaz) FICM: Para terminar, nos gustaría saber cuál es la importancia de estrenar este documental en el Festival Internacional de Cine de Morelia, y qué representa para ti el festival.RI: Para mí es una enorme emoción porque es el festival que a mí me descubrió, que estrenó Juan Perros, que premió Juan Perros, que le permitió estrenarse en la Semana de la Crítica posteriormente, que, digamos, me permitió salir de las deudas que yo había adquirido para poderlo terminar. Y luego vino Impulso Morelia, que me ayudó para dar el paso imposible.Morelia además es una ciudad que a mí me fascina, con esa luz rosa que rebota en su catedral y con esa comida deliciosa y con esa historia independentista tan chingona, porque además es el inicio de nuestra patria, es de donde salieron los, en esa época, intelectuales que transformaron una colonia en México.