12 · 14 · 21 Tacos al carbón y Uno y medio contra el mundo: Vicente Fernández y lo popular Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña De cuna humilde, Vicente Fernández Gómez, conocido como "El Charro de Huentitán" (17 febrero 1940-12 diciembre, 2021), en referencia a su pueblo natal Huentitán El Alto, en Jalisco, representó al último gran charro mexicano de una tradición que combina tanto el escenario cinematográfico y musical, como la vestimenta y el espectáculo ecuestre. Fernández fue lavaplatos, albañil, peón, vendedor de fritangas y gelatinas; creció viendo las películas de Pedro Infante y desde niño intentó parecerse a su ídolo y cantar en Garibaldi. En breve, se convirtió en cantante de mariachi, vinculándose con la radio, cabarets, teatros como el Blanquita y al programa de televisión Siempre en Domingo. Su vida de penuria terminó y el canto vernáculo lo llevó directo al cine donde debutó, bajo las órdenes del gran Alejandro Galindo, en Tacos al carbón (1971), atractivo relato de barrio con la participación de Ana Martín, Nadia Milton, Sonia Amelio, David Silva, Fernando Soto Mantequilla y Resortes. Vicente Fernández mostró un particular carisma ante la cámara y tuvo la suerte de conectar con otro notable realizador de vena popular: José “El Perro” Estrada, que lo dirigió meses después en Uno y medio contra el mundo (1971), con un estupendo papel de vago ladronzuelo que aprende a sobrevivir en la capital, y más tarde en El albañil (1974), en la que recreó uno de sus oficios de juventud. Vicente Fernández Uno y medio contra el mundo no sólo es un muestrario de las típicas estafas callejeras de ayer y de hoy, donde la actuación y el convencimiento son esenciales: la clásica situación de la cartera en apariencia repleta de dinero que es como Ernesto Gómez Cruz despoja al ingenuo Lauro. El niño que se convulsiona y echa espuma por la boca con la ayuda de un Alka-Seltzer, o las lociones o medicamentos milagro. No sólo eso, El Perro saca enorme partido de la borrachera de Chava, del acto de merolico que hace Lauro, o el ambiente en Lecumberri con internos verdaderos. Sin embargo, más inquietante aún, el violentísimo final: un crimen de odio donde el machismo brutal y la frustración sexual alcanzan un punto fatídico. Por su parte, Tacos al carbón, producida por Cinematográfica Marte con Juan Fernando Pérez Gavilán y Mauricio Walerstein al frente, es una película que originalmente se llamaría El Taco Loco, pensada para Héctor Suárez, Héctor Bonilla y Ofelia Medina, y que resultó una de los mejores relatos contemporáneos en la carrera de Galindo que sirvió como lanzamiento fílmico del entonces exitoso cantante de ranchero Vicente Fernández. Se trata de una eficaz y atractiva variante de Campeón sin corona (1945), pero con un taquero callejero en lugar de un vendedor de nieves, que se convierte en boxeador. Vicente Fernández, quien se da vuelo interpretando canciones de Rubén Fuentes, encarna a Constancio Rojas Rodríguez apodado "El Champiñón" o "Champi", quien pasa de vendedor de tacos de canasta en la vía pública, a empresario dueño de varias taquerías –El Gran Taco Loco-, cuando su humilde progenitora (Hortensia Santoveña), gana un automóvil en un concurso. No obstante, el éxito le acarrea problemas de faldas, cuando decide tener varias "casas chicas", con empleadas y amantes, y un sin fin de hijos fuera de su matrimonio con la joven Lupita (Ana Martín), exempleada de El Taconazo Popis. El final, moralista en apariencia, coloca de nuevo al protagonista en las calles, para empezar desde abajo, como al principio, en esta nueva exploración de la psicología del mexicano de clase humilde, bastante entretenida, con grandes momentos y actuaciones eficaces de un reparto de estrellas de varias de las principales obras de Galindo.