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Realizadores FICM 2016: Jaime Villa

Estudió en la escuela de cine Arte 7, en la Ciudad de México. Sus cortometrajes, No oyes ladrar a los perros (2004) y La sonrisa (2005), fueron ganadores del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora de Conaculta. En 2009 realizó el mediometraje El color de la oscuridad, que contó con el apoyo de Conaculta, y en 2012 Los viejos del mezcal, producción que participó en el Festival Travelling, en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara y en el Festival Internacional de cine en el Desierto. Ha impartido cursos de cine en el Instituto Tecnológico de Sonora, la Universidad La Salle, el Colegio de Bachilleres de Sonora y el Instituto Sonorense de Cultura; además, fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora. En 2015 obtuvo el Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad para la realización de su largometraje documental Los niños de la Cruz, producción que forma parte de la Sección de Documental Mexicano de la Selección Oficial del 14º FICM.

Facebook: Los niños de la cruz
Sitio web: Los niños de la cruz

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¿Qué fue lo que te llevó a hacer esta película?

Los niños de la Cruz es un homenaje a la etapa más importante de la vida de una persona: la infancia. Es ahí donde se moldea la manera de ser, el carácter, la personalidad y que muchas veces olvidamos que de ahí provenimos. Escoger el internado Coronel J. Cruz Gálvez para la realización fue relativamente fácil. En Sonora, el internado tiene una importancia histórica por albergar a niños desde la Revolución Mexicana y el edificio donde está la escuela es un ícono de la ciudad. Lo normal hubiera sido hacer un documental del internado como institución, del edificio y su importancia en la historia del Estado. Pero mi recuerdo del internado no es ese, mi recuerdo es ir cada fin de semana con mi madre, socióloga de profesión que iba a dar pláticas a los niños o simplemente ayudar en el internado con tareas diversas. Siempre me impresionaba que esos niños tuvieran que estar lejos de su familia para poder estudiar. Cuando decidí hacer el documental, supe de manera inmediata que ese era mi tema: los niños, una infancia lejos de la familia. Cuando me adentré más en el mundo de los niños hubo otro tema que me parecía importante: la educación. Nunca he estado muy de acuerdo con el sistema educativo del país (por ejemplo, hacer que un niño se levante a las seis de la mañana para ir a la escuela y cumplir con una jornada, como si de trabajo se tratara, me parece un absurdo), un sistema que la mayoría de las veces parece más interesado en formar personas enfocadas en cumplir con un trabajo de manera autómata, como si todo fuera una gran maquila, en lugar de formar seres pensantes, que cuestionen, que racionen, que disfruten lo que hacen. Si bien el documental no es un escrutinio per se de este sistema educativo, evidencia el descuido del país de la preparación de los docentes, que muchas veces hacen lo humanamente posible para tratar de enseñar a los niños con los escasos recursos (materiales y pedagógicos) con los que cuentan.

¿Cuál fue el mayor reto que enfrentaste para realizarla?

Retos técnicos tuvimos pocos, como el de decidir qué tipo de cámara usar, para no invadir tanto un espacio reducido como lo eran los salones de clases o los talleres, y al mismo tiempo que nuestra presencia no fuera tan notoria. Otro reto fue que los niños iban a grabar parte del documental y había que enseñarles a usar la cámara, lo poderosa que puede llegar a ser (no tanto para dictarles qué grabar o cómo hacerlo, sino para incentivar su imaginación). El verdadero reto fue al momento del montaje. Mi formación es principalmente como editor y la película siempre la pensé de esa forma. Pero reducir 120 horas de material a una hora, fue realmente complicado, y lo fue aún más porque yo no dejaba de ir al internado, eso me complicaba el deshacerme de imágenes y situaciones que rondaban en mi cabeza. Tuve que dejar de ir para distanciarme un poco de los niños. Cuando sentí que era importante una visión más fresca, entró a escena David Torres, amigo editor de muchos años atrás. Él hizo un análisis de lo que yo había editado y terminó de darle coherencia a secuencias que yo ya no podía ver. Pero no terminamos ahí, cuando estábamos en el diseño sonoro con Víctor Navarro (a dos días de hacer la mezcla final), decidimos hacer una reedición de algunas partes que sentíamos que ya con el sonido no funcionaban muy bien, y creo que el documental no sería lo mismo sin esa decisión.

¿Qué director o película te han inspirado y por qué?

Son varios, tanto de documental como de ficción. Empezaría con Alfonso Cuarón, desde que veía La hora marcada me llamaba la atención. De él creo que lo que más me ha inspirado es que tiene un carisma especial al momento de trabajar con niños y eso se transmite a la pantalla. Everardo González, desde que me dio clases me contagió la tenacidad con la que hace las cosas, la energía que le imprime a sus documentales. Dziga Vértov, por su visceralidad casi matemática y porque con él vi la importancia del editor como un narrador de historias a través de imágenes al azar. En cuanto a películas están Lección argentina (2011), de Wojciecha Staronia, Ser y tener (2002), de Nicolás Philibert, Los hijos del burdel (2004), de Zana Briski y Ross Kauffman, entre otras películas igual de importantes.

Los niños de la cruz

Gabriel y Esther viven en un internado para niños de bajos recursos. En medio de juegos, clases, sueños, peleas y amigos que se vuelven hermanos, aprenderán que estar lejos de su familia es la mejor opción para tener una educación y concebir un futuro.