03 · 27 · 23 MI QUERIDA DOLLY / LA MUÑECA ASESINA Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña No todo el cine extranjero filmado en nuestro país o inspirado en historias que tienen que ver con México resulta loable o respetuoso de nuestra cultura. También hay historias cuyas tramas parten de una enorme ignorancia, desconocimiento e irresponsabilidad incluso. Y un ejemplo extremo de esas películas absurdas imbuidas de “espíritu mexicano” es Mi querida Dolly/Dolly. La muñeca asesina/ Dolly Dearest, cinta estadunidense de 1991 dirigida con enorme torpeza por Maria Lease, a partir de una inocua trama escrita por ella misma, Peter Sutcliffe y Rod Nave. Elliott Wade, su esposa Marilyn (Sam Bottoms y Denise Crosby) y sus dos hijos, han dejado atrás Los Ángeles para mudarse a México, a un poblado de Mérida, Yucatán. Todo su dinero lo han invertido en una fábrica de muñecas que expiró hace tiempo: la idea es transformarla en una rentable franquicia de muñecas con el nombre de Querida Dolly. Sin embargo, desconocen que cerca de la fábrica se localizan las ruinas de un templo abandonado donde se ha liberado un espíritu maligno, que después de asesinar a los arqueólogos que lo descubren, se ocultará en la fábrica de los Wade y se posesionará de una de las muñecas. Mi querida Dolly (1991), dir. Maria Lease Mi querida Dolly es una extraña mezcla entre Chucky, el muñeco diabólico (1988), El exorcista (1973) y Poltergeist (1982), que carece de todo ese sentido de misterio de filmes como La marca de la pantera (1942 y 1982) o El ídolo viviente (1955) y que se conecta, en parte, con otra cinta de horror de bajo presupuesto e ideas afines: Esta noche soy peligrosa (1990), dirigida por el irregular y siempre inquietante artesano del horror como lo era Tobe Hooper, en la que una túnica azteca actuaba como una suerte de amplificador que desataba la maldad o las debilidades de quien la usara. El filme de Maria Lease es, al igual que aquella, otro pobre espectáculo sanguinolento, carente de explicaciones históricas y culturales y, para colmo, muestra de una ignorancia mayúscula. Las muñecas del viejo taller resultan muy opuestas a las confeccionadas por nuestros artesanos, asimismo un arqueólogo descubre en el interior de una mina una cripta perteneciente a una legendaria cultura paralela a la Maya: los Sansia, que significa “Satán en la tierra” y cuya influencia diabólica alcanza a las horrendas muñecas, y que se encuentra al alcance de cualquiera, sin ningún tipo de vigilancia. Mi querida Dolly (1991), dir. Maria Lease A pesar del atractivo trabajo fotográfico y la inquietante banda sonora a cargo de Mark Snow, en breve, el responsable de la música de la teleserie y la película Los expedientes secretos X (1993), se trata de una producción paupérrima que causa más bien risa y pena ajena, al grado de que a falta de dinero para los efectos visuales, la directora hace uso de varias niñas que doblan a las Dollys asesinas. Las muñecas malignas son capaces de quemar vivas a empleadas domésticas yucatecas y coser con una vieja máquina Singer a un empleado mexicano sucio, miedoso, tonto y que baila “lambada”. El proyecto original era el realizar un filme de horror sobre la posesión demoniaca y el miedo universal a los muñecos, sin embargo, los responsables del mismo jamás leyeron el libro sobre El mundo maya que ahí aparece y menos aún, consultaron un diccionario en español, ya que en la supuesta Universidad a la que acuden y en la que se utilizan imágenes de archivo con vistas de Rectoría en Ciudad Universitaria, se lee: “Departamento de Arquiologuía” (sic). Ignorancia histórica, terror prehispánico y humor involuntario en pleno.