01 · 16 · 23 LA DAMA DE SHANGHAI, Acapulco y la Dalia Negra Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña El 15 de enero de 1947 Orson Welles daba los últimos toques a una de sus películas clave: La dama de Shanghai, cuyas locaciones le llevaron al puerto de Acapulco y al interior del yate Zaca propiedad del legendario actor Errol Flynn (Capitán Sangre, El Halcón de los mares), quien aparece en un brevísimo cameo. Ese mismo día, era localizada en un solar abandonado de Hollywood, una joven partida en dos: Elizabeth Short conocida como la Dalia Negra. La dama de Shanghái (1947, dir. Orson Welles) Hacia 1944, Rita Hayworth conoció a Orson Welles en una fiesta y poco después colaboró con ella en una extraña sesión de magia e ilusionismo en Cahuenga Boulevard en Hollywood para entretenimiento de los soldados que participaban en la segunda guerra. Ahí, Welles les hacía creer que partía por la mitad a la hermosa Rita con quien contraería matrimonio en breve. En las postrimerías de 1946, Welles estaba casi en la ruina y convenció a Harry Cohn, máximo productor de la Columbia, de que comprara los derechos de una oscura novela policiaca titulada, If I Should Die Before I Wake/La dama de Shanghai del escritor Sherwood King la cual transformó por completo. Cohn accedió, pero le impuso a Rita como estrella aunque su matrimonio era ya un desastre. Lo primero que hizo Welles fue cortar y teñir de rubio la larga y pelirroja cabellera de la Hayworth, después, se trasladó casi un mes al puerto de Acapulco para filmar varios exteriores y el rodaje concluiría en San Francisco. La historia se trastocó en un atractivo juego de ilusionismo como lo indica la multi homenajeada secuencia de la Casa de los espejos donde el matrimonio Bannister (Everett Sloane y Hayworth), es abatido a tiros. Ello, en un relato que oscila entre el más despiadado humor negro (las secuencias del juicio) y la más increíble sordidez del cine negro como lo muestra la presencia maligna de la femme fatale que encarna Rita, quien intenta enredar entre sus redes al ingenuo vagabundo irlandés que interpreta el propio Welles. Recientes investigaciones han arrojado fotografías y material escenográfico suprimidos del montaje final en un set llamado La casa de la locura o Fun House, en donde se apreciaban maniquís mutilados y mujeres cortadas por la mitad como sucedió con el crimen de la Dalia Negra. No obstante, lo que es un hecho, es que Harry Cohn ordenó cortes severos al filme que se convertiría en una obra incomprendida y vilipendiada estrenada hasta 1948. La dama de Shanghái (1947, dir. Orson Welles) Lo que más llamó la atención fue la increíble secuencia final en la Casa de los espejos donde se aprecia el cuerpo fragmentado de Rita Hayworth debido a los efectos de los espejos rotos con los disparos. En La dama de Shanghai, Welles tuvo la audacia de intercalar el ambiente urbano (Nueva York reconstruido en Estudio y San Francisco), con ese clima tropical, exotista y caluroso de Acapulco, que de manera insólita, funciona con la misma fuerza e intensidad que cualquier universo citadino, donde suceden las tramas de algunos de los mayores ejemplos del cinema noir. Incluso, la iluminación nocturna de los ambientes acapulqueños con su luna llena al fondo y las luces del puerto, o de los hoteles lejanos, denotan esos insondables misterios a los que suelen recurrir las obras que hicieron célebre dicha corriente. El filme inicia en el Central Park neoyorquino, donde un vago, Michael O´Hara, rescata de un asalto a Elsa, la incitante y adinerada mujer casada con un millonario, viejo y tullido abogado criminalista. O’Hara es un marinero errante e idealista en busca de sí mismo. Un hombre que ha sido capaz de asesinar con sus propias manos a un espía de Franco durante los años de la guerra civil española. En contraste, Grisby (Glenn Anders), el socio de Bannister, apoyó al franquismo obteniendo ganancias económicas muy altas, como lo dice el diálogo entre ambos en los exteriores del Hotel Flamingos en el fraccionamiento Las Playas en Acapulco. Y es que además de las peripecias de O’Hara en un universo desconocido para él, de oropel y ambición, lo que le interesa a Welles, es sumergirse precisamente en ese mundo de corrupción y amoralidad con sus personajes ricos, cínicos y repulsivos no sólo físicamente. También, bajo la capa de hermosa belleza de Elsa, se oculta algo siniestro, como lo muestra la extraordinaria secuencia en el Acuario de San Francisco, en la que detrás de los amantes, se aprecia un abyecto y peligroso mundo acuático en ebullición: con morenas, tiburones y pulpos que se agitan tras de ellos, como una alegoría de lo que vendrá. La dama de Shanghái (1947, dir. Orson Welles) El concepto visual de La dama de Shanghai resulta barroco y extravagante con sus primerísimos planos, o esa larga y serpenteante resbaladilla que simula la lengua de un dragón. Y particularmente la sala de espejos, mismos que impiden adivinar donde se encuentra la realidad, la ficción, o la imagen oblicuamente reflejada, que deforma la imagen real. Entre las locaciones acapulqueñas se aprecia: Puerto Marqués, la llamada Laguna Negra y sus manglares, la playa Revolcadero, el barrio de Petaquillas, Caleta y Caletilla, el Hotel Casablanca, Las Américas y El Mirador y Los Flamingos, principalmente, además de La Quebrada. Resulta inquietante, la manera en que Orson Welles maneja a su gusto, subgéneros o temas vueltos cliché: el concepto del film noir, el cine de juzgados, el cine exótico, de aventuras, suspenso, o el horror psicológico. La película tuvo una buena recepción por parte de la crítica, pero el público y la industria la rechazaron. Hollywood estaba harto del genio que le había costado en tan sólo siete años: millones de dólares. La dama de Shanghai, se estrenaría en nuestro país en el Cine Orfeón, el 1º de abril de 1948, donde se mantendría tan sólo dos semanas.