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Rumbo al #20FICM: LA CAMARISTA, MUSEO y ROMA: la sociedad colapsada

Rafael Aviña

El investigador, crítico cinematográfico y escritor, Rafael Aviña, prepara el camino rumbo al #20FCM con un recuento puntual de los largometrajes de ficción ganadores en las ediciones pasadas del FICM. En esta ocasión aborda La camarista (2018, dir. Lila Avilés) y Museo (2018, dir. Alonso Ruizpalacios), ganadoras en el 16° FICM; así como el estreno de Roma, de Alfonso Cuarón. 

En su emisión número 16, el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) apostó por una selección nacional, cuyas cintas daban fe del malestar, incertidumbre y sentir del país en ese último año de gobierno de Enrique Peña Nieto. Así coincidieron en sus puntos más álgidos obras que retrataron el profundo clasismo que se vivía y vive en México, la corrupción de las clases privilegiadas y la violencia soterrada. Fuera de concurso y con la enorme expectativa generada, se presentaba en ese año 2018: Roma, la obra maestra de Alfonso Cuarón, filme que a la distancia sigue siendo referente de una sociedad domesticada por la brutalidad y un horror del que es imposible sentir nostalgia, al ambientar su relato al inicio de los setenta en el contexto de la violentísima represión llevada a cabo por el grupo paramilitar denominado Los Halcones, en San Cosme, protagonizado por Marina de Tavira y la debutante sin experiencia actoral, Yalitza Aparicio. En breve, Roma obtendría los Oscar y los BAFTA a Mejor Director, Fotografía y Filme extranjero, y el Ariel a Mejor Película, cosechando más de 250 premios.

Las principales ganadoras de ese año serían: la ópera prima de Lila Avilés, La camarista (2018) que obtendría el Ojo a Mejor Largometraje Mexicano y el Premio Guerrero de la Prensa, con una gran protagonista: Gabriela Cartol, en el papel de una joven recamarera de uno de los hoteles más lujosos de la Ciudad de México, en otra audaz y feroz alegoría social sobre los abismos económicos en nuestro país con un ambiente claustrofóbico muy bien manejado. Y con ella: Museo, con la que Alonso Ruizpalacios fue merecedor del Ojo a la Mejor Dirección de Largometraje Mexicano y a su vez el Premio del Público. Un relato de jóvenes que transitan en el sinsentido de sus vidas dominadas por el ocio, a partir de una delirante anécdota real: el robo al Museo de Antropología en la Navidad de 1985, en un filme divertido y emocionante.

En un ostentoso territorio reservado para la élite, transcurre la vida de una digna y bella camarista llamada Evelia, en un filme observacional casi documental, cuya cámara sigue su trabajo de limpieza, sus minutos de comida, sus instantes íntimos, la relación con sus compañeros de trabajo y las llamadas telefónicas que le hace a su hijo. Como en Roma, se muestra aquí esa brecha económica entre la clase trabajadora y una clase adinerada capaz de los despilfarros y las acciones más ociosas, como lo muestran algunas de sus viñetas: el maniático hombre que solicita más accesorios, la ingenua y bienintencionada argentina que se hospeda con su bebé, el anciano que ella cree muerto y más.

En ese escenario sofocante y con una estructura en espiral, los trabajadores del hotel compiten por conseguir el privilegio de atender un piso superior y, por lo mismo, obtener mayores beneficios y la solitaria Evelia descubre diferentes universos detrás de cada objeto abandonado por los huéspedes en las lujosas habitaciones que asea. La camarista es un retrato fascinante e intimista en el que su realizadora dosifica con inteligencia el humor, el drama personal nunca excesivo y la resistencia moral de su protagonista, en el interior de un trabajo rutinario y asfixiante, con escenas destacables como aquella del “accidente” de la menstruación, la del limpiador de ventanas, y personajes notables como el de Minitoy interpretado por Teresa Sánchez.

El 25 de diciembre de 1985 el país despertaba con una noticia insólita: alrededor de 140 piezas del Museo Nacional de Antropología e Historia fueron sustraídas; entre ellas: la máscara zapoteca del Dios Murciélago y parte de la ofrenda de la tumba del rey Pakal de Palenque. México aún no salía del recuerdo del terremoto tres meses atrás y este saqueo al patrimonio nacional pegaba duro.

Ese suceso real cometido no por ladrones profesionales como se dijo en un principio, sino por un par de imprudentes fósiles de Veterinaria oriundos de Ciudad Satélite, es el punto de partida para que Alonso Ruizpalacios y su coguionista Manuel Alcalá se internen en otro viaje hacia la nada, protagonizado por dos amigos que buscan dar sentido a su existencia en medio del caos y la represión moral y social, como sucedía en Güeros (2014).

Una vez más, Museo, ganadora del Mejor Guión en Berlín, servía a su realizador para relatar el devenir de una generación de jóvenes citadinos (“satelucos”) extraviados en el marasmo de la flojera, la incertidumbre, los atavismos familiares, la severidad de los adultos, el tedio y el desmadre. Museo tiene un notable ritmo y un vigor visual fascinante que luce además por la gran energía de sus protagonistas: el inestable pero decidido Gael García Bernal y el débil de carácter Leonardo Ortizgris.

Museo retrataba un país donde imperaba la impunidad y la decadencia ideológica que iniciaba una escalada de violencia ligada al narco y vivía el ocaso de Acapulco y de las vedettes del espectáculo nocturno. Un relato nostálgico con ecos de otros filmes de ambición y atracos como El tesoro de la Sierra Madre (1948, Dir. John Huston) o Los desconocidos de siempre (1958, Dir. Mario Monicelli). Con aquellas, también obtuvieron reconocimientos: Naian González Norvind, Ojo a Mejor Actriz por Leona, de Isaac Cherem; Sotera Cruz, Mención Especial como Actriz por El ombligo de Guie’dani, de Xavi Sala; Raúl Briones, Ojo a Mejor Actor por Asfixia, de Kenya Márquez; y quien esto escribe, reconocido por su trayectoria con el Guerrero de oro “Joaquín Rodríguez” de la prensa especializada.