07 · 18 · 22 Stella Inda: estrella y guionista Share with twitter Share with facebook Share with mail Copy to clipboard Rafael Aviña “En Los olvidados, el señor Buñuel pidió como único maquillaje para el personaje que yo interpretaba, mugre: tenía que verme como una mujer descuidada, que lavaba ropa ajena, y no podía haberse pintado. Por cierto que yo fui a pedir esa película, ninguna actriz la quiso hacer para no verse fea; eso me permitió hacer uno de los filmes más importantes de la cinematografía mundial”. —Stella Inda en entrevista con Ximena Sepúlveda para Cuadernos de la Cineteca Nacional (1976) Bajo el nombre de María Soledad García Corona (Pátzcuaro, Michoacán, 1917-Ciudad de México, 1995) y más tarde bajo el apelativo artístico de Stella Inda, surgió la leyenda de una actriz: niña prematura de siete meses, escritora y bailarina. Maestra de teatro y protagonista en la historia de nuestro cine de al menos tres títulos excepcionales: La mancha de sangre (1937, dir. Adolfo Best Maugard), Los olvidados (1950, dir. Luis Buñuel) y El rebozo de Soledad (1952, dir. Roberto Gavaldón); con estas dos últimas obtuvo dos premios Ariel: a Mejor Coactuación Femenina y Mejor Actriz. Siendo adolescente, Stella estudió para secretaria bilingüe. En breve se decantó por la carrera artística en el INBA,; después, bajo la tutela del Maestro Celestino Gorostiza, en el Teatro Orientación; más tarde, al lado de los maestros: Seki Sano y Dimitrios Sarrás; estudió danza con la profesora Magda Montoya; y participó con el grupo teatral PROA, del maestro José de Jesús Aceves, quien junto con Ernesto Alonso la impulsaron a buscar el papel de la madre de Pedro (Alfonso Mejía) en Los olvidados. Su carrera cinematográfica se inició con un pequeño papel en La mujer del puerto (1933, dir. Arcady Boytler) y en breve obtuvo su primer gran protagónico con La mancha de sangre, relato de enorme sensualidad y erotismo, primer y único largometraje del pintor Best Maugard, que incluye arriesgados travellings sobre una barra de cantina y movimientos cámara en mano, crudas escenas naturalistas de desborde sexual, y un insólito desnudo integral manejado con inteligencia y sin mojigatería alguna. Destaca aquí, el tratamiento argumental con prostitutas alejadas del arquetipo tradicional y libres de culpas, como lo muestra aquella secuencia en la que una de ficheras enseña sus muslos para mostrar un moretón producto de una riña y, sobre todo, la escena en donde Stella Inda se pasea en bragas de seda y bata transparente dentro de su recámara y se mira en el espejo de su tocador. A estas, le siguieron títulos como: La noche de los mayas (1939, dir. Chano Urueta); en ella Uz (un joven Arturo de Córdova) está enamorado de Lol (Stella Inda), hija del jefe Yum Balam (Miguel Ángel Férriz), pero a Uz lo ama otra mujer: Zev (Isabela Corona), al tiempo que Lol se impresiona con Miguel (Luis Aldás), chiclero que viene de fuera a contaminar ese paraíso, en un relato de proporciones trágicas. Y otros más, como: El Padre Morelos (1942, dir. Miguel Contreras Torres), La fuga (1943, dir. Norman Foster), Santa (1943, dir. Norman Foster), o Bugambilia (1944, dir. Emilio Fernández). En 1947, realizó para la 20th Century Fox, Un capitán de Castilla, de Henry King, protagonizada por Tyrone Power, César Romero, Jean Peters con Stella Inda en el papel de la Malinche, filmada en Morelia y Acapulco. Una entretenida cinta de aventuras de capa y espada que tomaba como pretexto la Conquista de México para plantear un relato de ficción de acción y romance. Pero nada como su trascendente participación para Los olvidados y El rebozo de Soledad; esta última, a partir de un cuento de Xavier López Ferrer, con el que más tarde se casaría. “El señor Buñuel nunca trató de hacer cine pornográfico, entonces las escenas que podríamos llamar sexuales fueron esas: el muchacho la ve, se siente atraído por ella, hay un cambio de miradas y de actitudes, sin palabras... Se proyectaba al público lo que iba a seguir, después se cerraba una puertecita, con buen gusto…para mí, es una de las cosas más satisfactorias que he podido hacer en mi vida”. Asimismo, Gavaldón cuidó mucho esos detalles en El rebozo de Soledad, aportando incluso inquietantes momentos y alegorías eróticas, como la escena sexual bajo el puente y el rebozo desgarrado de Stella Inda con las espuelas de Pedro Armendáriz; una pareja oprimida por el cacique del pueblo, defendida por un médico rural que encarnaba Arturo de Córdova. Después, Stella participó en La momia azteca (dir. Rafael Portillo, 1957) y abandonó el cine por más de una década para dedicarse al teatro como actriz y directora. Regresó a la pantalla con filmes como: Emiliano Zapata (dir. Felipe Ca-zals, 1970), Fe, esperanza y caridad (1972) en el episodio de Jorge Fons y Lo mejor de Teresa (dir. Alberto Bojórquez, 1975) para cerrar con: Arriba Michoacán (dir. Francisco Guerrero, 1986) y Durazo, la verdadera historia (dir. Gilberto de Anda, 1988). Asimismo, en su faceta de guionista, Stella Inda realizó las adapta-ciones argumentales de El gallero (dir. Emilio Gómez Muriel, 1948) y Tierra de valientes (dir. Luis Quintanilla Rico, 1984), además de publicar el estudio Historia y origen de las supersticiones (1973), recopilado por ella.