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Retratos de la Inquisición

En 1535 el inquisidor general de España, Alfonso Manrique, expidió el título de inquisidor apostólico al primer obispo de México, Juan de Zumárraga. Cuatro años después, un joven indígena, bautizado como Carlos, y nieto de Netzahualcóyotl, fue la primera víctima del Santo Oficio en la Nueva España, a quien se le quemó vivo. No obstante, fue hasta 1571 que el doctor Moya de Contreras, inquisidor mayor de la Nueva España estableció en México el Tribunal de la Fe del Santo Oficio en nuestro país, una de las más crueles instituciones de castigo religioso.

En tiempos de la Inquisición (1946), de Juan Bustillo Oro, protagonizada por Jorge Negrete y Gloria Marín, sucede en Toledo, España, en el siglo XVI. Ella es acusada de bruja al tiempo que se enamora del morisco que encarna Negrete, en un melodrama romántico que destacaba por su buen trabajo de ambientación incorporando por vez primera el tema del Santo Oficio. En un tono opuesto, filmadas en Guanajuato y en los Estudios América en 1963, Arturo Martínez dirige la serie de tres películas: El espadachín, Dos caballeros de espada y La duquesa diabólica, escritas por Carlos Enrique Taboada. La primera, se ambienta en Toledo, España en el siglo XVI y las otras dos en la Nueva España, durante los tiempos de la Colonia y la Inquisición. En El espadachín, Pedro de Araujo (Dagoberto Rodríguez) trabaja al servicio del malvado Conde Pineda (Germán Robles), que rapta a Teresa, Marquesa de Olivares (Ariadna Welter) y a su hija adolescente, y hace mal uso de los bienes del marido de esta y ordena a Araujo matar a la niña. Aquel decide salvarla, escapa con su joven hijo Carlos, salva a Teresa y logran embarcarse hacia la Nueva España. En Dos caballeros de espada, Carlos (Rodolfo de Anda), hijo de Araujo, ha crecido y es un experto espadachín que defiende a Teresa y a su hija Luisa (Rosa María Gallardo), ahora costureras, de los hombres de Pineda, que llega a la Nueva España como oidor de la Santa Inquisición y que se alía con la bella y cruel Elvira, duquesa de Alfaro (Ofelia Montesco) para derrocar al Virrey. Pineda rapta a Teresa y desea ahora a Luisa, la hija, y ella acepta casarse para liberar a su madre del tormento de la Inquisición. Carlos, con la ayuda del Virrey, destruye la conjura y la duquesa es recluida en prisión. En la tercera parte, Elvira escapa gracias a una poción que la hace parecer muerta, captura a Teresa y a Luisa. A cambio de sus vidas exige que Carlos sea su sirviente, él y su padre enfrentan a los esbirros de la duquesa, y triunfan.

Por supuesto se trata de tres obras fallidas pero curiosas y divertidas de tan infames y excesivas, incluyendo unos vestuarios de época muy coloridos y algunos escenarios que recuerdan las aventuras de Cachirulo y su Teatro Fantástico donde la Colonia y el Virreinato no estaban muy lejos de las envolturas de los chocolates Carlos V de aquel entonces.

En ese sentido, igual de malogradas y aún más entretenidas resultan las cintas de luchadores: El hacha diabólica (1964, dir. José Díaz Morales), Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos (1969, dir. Gilberto Martínez Solares) y Leyendas macabras de la Colonia (1973, dir. Arturo Martínez). En la primera, Santo “el enmascarado de Plata” es acompañado por Lorena Velázquez y Fernando Osés: en 1603, un antepasado del “plateado" muere sin poder rescatar a su amada, raptada por un encapuchado negro, armado con un hacha y que ha hecho un pacto con el Demonio, por lo que enfrenta al Santo en la época actual. La trama continúa en Atacan las brujas (1964, dir. José Díaz Morales).

Leyendas macabras de la Colonia (1973, dir. Arturo Martínez)
Leyendas macabras de la Colonia (1973, dir. Arturo Martínez)

En Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos, la acción se traslada a 1670: la bruja Damiana (Pilar Pellicer), se apoya en el Caballero Azul (Blue Demon), ataca a El Caballero de Plata (El Santo), que colabora con la Santa Inquisición e intenta seducirlo. De ahí a 1970, donde los luchadores se enfrentan de nuevo por conjuro de la bruja. Por último, en Leyendas macabras de la Colonia, el luchador Tinieblas, adquiere una pintura que lo lleva junto con Mil Máscaras al siglo XVI. Ahí conocen a Doña Luisa, la hija de Hernán Cortés y La Malinche, aquella hace sacrificios de jóvenes para mantener viva la momia de La Llorona… un delirio absoluto.

No obstante, una de las películas que retrata con mayor inclemencia el tema es El Santo Oficio (1973), brutal e impactante relato escrito por José Emilio Pacheco y el propio realizador Arturo Ripstein, que centra su trama en el caso histórico de los Carbajal, o Carabajal, familia judía-sefardita de la Nueva España del siglo XVI, torturada y despojada de sus bienes por la Santa Inquisición.

El Santo Oficio arturo ripstein
El Santo Oficio (1973, dir. Arturo Ripstein)

 Asesorados en el guion por el fraile dominico Julián Pablo —futuro realizador de La leyenda de Rodrigo (1978)— y por el rabino A. Herschberg, se trata de una exhaustiva investigación histórica que rodea de un aura realista a una historia de violencia e intolerancia mayúscula. Diana Bracho es violada en su celda; Jorge Luke se circuncida con tosquedad para salvarse y al final, junto con otros judíos, son quemados en la hoguera. Los sucesos narrados se inspiraban en las transcripciones del proceso impuesto a don Luis de Carabajal, nativo de Portugal que llegó a la Nueva España hacia 1583 al puerto de Tampico y de ahí se trasladó a la capital con su familia en 1587, año en que la mano de hierro de la Inquisición cayó sobre él y los suyos, enfrentándose al cruel fiscal doctor Lobo Guerrero y a los inquisidores Bonilla y García. Se les desnudó y se les aplicaron vehementes y sádicos tormentos: ligazón de brazos, vueltas de cordel, potro, garrote, jarros de agua y al final ardieron en la Plaza Pública luego de desfilar por las calles de la Ciudad de México rumbo a su suplicio final.